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Situación eclesial de Bogotá y Cundinamarca

14 de marzo de 2022
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Hi World

El Catolicismo realizó en semanas pasadas una serie de entrevistas a los vicarios episcopales de la Arquidiócesis de Bogotá y a los obispos de las diócesis urbanas y rurales de Cundinamarca. Hoy en día, la ciudad capital y el departamento constituyen una ciudad-región y hay una interdependencia en todo sentido.

Quizás, la mejor imagen de esta relación vital sea la del incesante tráfico de todo tipo de vehículos por las carreteras que los comunican y que cada vez es más intenso y denso. De igual modo, se intercambian bienes, servicios, trabajos y, desde luego, los problemas también son en buena parte comunes. La ciudad – región, Bogotá- Cundinamarca, además, produce buena parte del Producto Interno Bruto de Colombia y allí está concentrada buena parte de la riqueza nacional. En fin, hoy en día es prácticamente imposible separar lo que sucede en la ciudad y en los municipios aledaños.

La situación espiritual y religiosa en esta zona del país tampoco ha sido ajena a la nueva realidad que hoy se da. Y se podría definir como un estado de cosas en pleno cambio o evolución. En la opinión de obispos y vicarios se sienten muchos interrogantes sobre la mejor forma de evangelizar en las nuevas realidades. Las diócesis rurales constatan, con absoluta claridad, la imparable migración del campo a la ciudad. Obispos y vicarios reconocen que la vida laboral abarca casi todos los tiempos de los católicos y no siempre es fácil encontrarlos para llevarles los bienes espirituales. Y, por otra parte, hay una gran movilidad sobre todo en razón de toda la actividad turística que se da en y desde Bogotá hacia las poblaciones vecinas. Y se suma hoy ya con bastante preocupación la escasez de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa.

Las palabras de los vicarios episcopales territoriales y de los obispos titulares reflejan claramente que, aunque la vida eclesial continúa en su ritmo habitual y tradicional, es necesario ahondar en la reflexión para darle nuevo aire a la evangelización efectiva en esta ciudad- región. Y, hay que decirlo, salvo en las palabras del obispo de Zipaquirá con su plan de formación de catequistas, ninguno manifiesta estar al frente de un gran proyecto o de una gran dinámica evangelizadora y misionera que esté produciendo nuevos y abundantes frutos. De hecho, no es fácil concebir planes evangelizadores en medio de una creciente secularización, de ocupaciones incesantes de la población, de un paganismo que es cada vez más fuerte y de una Iglesia a veces concentrada en sus problemas internos, que quitan tiempo, recursos y entusiasmo por la misión.

Cada vez será más importante una relación de inmensa colaboración entre las iglesias particulares de Bogotá y Cundinamarca. Y colaboración en todo sentido, incluyendo las personas que están involucradas en la misión, los recursos, las jornadas pastorales, los servicios sacerdotales. Se impone, como bien los dijo el Papa Francisco en su visita a Bogotá, imprimirle una mayor pasión al trabajo pastoral para que la Iglesia deje de ser algo ya sabido y conocido por todos, a una realidad llena de novedad, alegría y caridad en esta zona de Colombia. Y particular atención hay que darle a la tarea de tener claramente definido cómo es que son el hombre y la mujer que habitan hoy en la ciudad- región, pues todavía se tienen estereotipos acerca de ellos que ya no corresponden a la realidad.

La Iglesia está presente en Bogotá y Cundinamarca hace más de 450 años. Los siguientes años requerirán un gran esfuerzo evangelizador para que esta presencia siga siendo constante y sobre todo significativa. Seguramente que, con los ocho obispos diocesanos, con los centenares de sacerdotes, religiosos y religiosas, con los miles de catequistas ya preparados, la Iglesia puede ahondar mucho más su tarea para que en ningún rincón de esta ciudad-región deje de resonar el anuncio salvador de Jesucristo.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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