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Sin remedio

31 de marzo de 2025
Imagen:
Bupa Latinoamericana

Nada peor que una enfermedad sin remedio. Y si la enfermedad es la de un sistema, por ejemplo, el de la salud, peor aún. Y es lo que se está viendo a diario en Colombia, sin que sea fácil saber quién dice la verdad respecto a las protuberantes fallas que está teniendo la atención en salud de los colombianos. ¿El gobierno dice la verdad? ¿Las EPS dicen la verdad? ¿Los proveedores de medicamentos dicen la verdad? ¿Las farmacéuticas dicen la verdad? Muy difícil saber quién la dice, quién la dice a medias o si, simple y llanamente, mienten en aras de unos intereses políticos o económicos. Y los perjudicados de siempre son los ciudadanos de a pie.

No se puede negar que desde que se expidió la Ley 100 hace más de 30 años, la atención en salud a toda la población colombiana mejoró enormemente. En calidad y extensión. ¿Se creó un sistema perfecto? ¡Desde luego que no!, siempre los sistemas son perfectibles, como todo lo humano. Pero realmente aquella ley significó un avance en todos los niveles de atención en salud en el plano nacional. Combinó muy bien la acción del Estado con la de los privados y particulares, cada uno ofreciendo sus servicios a diferentes sectores de la población. Y era lo mejor que podría suceder pues ni solo el Estado ni sola la empresa privada podrían hacerse cargo de atender a casi 50 millones de personas que habitan Colombia. 

Además, una sana competencia entre las partes fue creando muchas posibilidades de escogencia para los ciudadanos. En fin, a partir de la ley 100 no fueron pocos ni despreciables los logros alcanzados, sin que con ello se pueda afirmar, insistimos, en que todo fuera perfecto, pero bueno sí era.

Ahora, muy tristemente, han vuelto a verse en el panorama del país, escenas que creíamos superadas o propias de naciones con niveles de desarrollo muy primarios. Volvieron las filas infinitas a horas absurdas y generalmente para personas cuya edad y condición las hace todavía más difíciles. Volvieron o quizás aparecieron en el país situaciones de escasez de medicamentos o inexistencia de los mismos, cosa nunca oída en Colombia. Y se ha creado casi que, a propósito, una cadena de inconvenientes que ha generado la sensación de que para temas de cuidado de la salud los colombianos se convirtieron en simples conejillos de indias en manos de los que tienen el poder de hacer o no que las cosas funcionen bien y para beneficio de todos. ¡Qué tristeza y qué falta de respeto con la población colombiana!

A nivel nacional se ha perdido la capacidad de dialogar respetuosa y decentemente. La han perdido el gobierno nacional, el Congreso, los gremios, los particulares. Se da más bien una especie de resentimiento de unos con otros y cada cual busca ofender y atacar al otro como si no tuvieran claro que todos tienen la ineludible misión de luchar por el bienestar de cada colombiano y cada colombiana. Pero unos son esclavos de las ideologías que van contra el ser humano, otros de la plata, otros de la política y el poder, otros de sus intereses particulares. Y todo aplastando las esperanzas de la gente del común que no tiene más recursos que hacer filas, aguantar dolores, hacer novenas –a cambio de tratamientos médicos- o poner tutelas y derechos de petición, que ya se han convertido también en recursos muy lentos y casi que hasta inútiles.

El siguiente milagro que se le puede pedir al próximo nuevo santo, José Gregorio Hernández, podría ser el de que el sistema de salud colombiano vuelva a funcionar, no solo como antes, sino todavía mejor.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección- El Catolicismo.com.co
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