Que se note la Pascua
Después de la solemne Vigilia Pascual, la Iglesia continúa contemplando y asumiendo el acontecimiento de la Resurrección del Señor, que nos permite experimentar su…
El tiempo de Pascua es para comprender y sentir que la victoria de Cristo es nuestra victoria, que su muerte es nuestro verdadero nacimiento. La vida cristiana existe o desaparece según sea nuestra fe en la Resurrección.
Cuando, después de la larga preparación de la Cuaresma, se cree y se vive realmente la Pascua del Señor, debemos tener la convicción de San Pablo: "Pasó lo viejo todo es nuevo" (2 Cor 5, 17). En verdad, ya nada debe ser como antes. De muchas maneras se debe manifestar en nosotros esta novedad; no se trata simplemente de afirmar una doctrina, sino de vivir con coherencia un acontecimiento y testimoniarlo con pasión en el mundo.
La Pascua se debe notar en nuestra alegría. Si creemos que Cristo está vivo en medio de nosotros, si vemos que ha comenzado una transformación del mundo y de la historia, si tenemos la certeza de que estamos destinados a la vida eterna, debe verse que nuestra existencia, no obstante las pruebas y dificultades que tengamos, es ya una fiesta. Vivimos en la paz, la confianza y el gozo que nos da el triunfo de Cristo.
La Pascua se debe notar en nuestro celo apostólico. Como los primeros discípulos, quien ha vivido este acontecimiento único y sorprendente necesariamente debe ser testigo (Hch 10,39-42). Todos conocemos los sufrimientos y los miedos de nuestra sociedad, las dificultades de nuestras familias, la lucha en que se debate la juventud; si no llegamos a estas situaciones con un valiente anuncio del que es luz y vida para el ser humano, es porque todavía no creemos en la Resurrección.
La Pascua se debe notar en nuestra fraternidad. Quien nos ha mandado amar como él mismo nos amó, nos ha capacitado, por su muerte y resurrección, para tener sus mismos sentimientos y criterios. En efecto, nos ha dado su Espíritu que derrama en nosotros el amor de Dios para que seamos hermanos y construyamos la auténtica comunión eclesial. La fuerza de nuestra unidad prueba la verdad de nuestra experiencia pascual.
La Pascua se debe notar en nuestra decisión de ser santos. Vivir la Resurrección nos hace semejantes a Cristo, que venció el pecado del mundo y vive para Dios. La gracia de este tiempo, cuando la acogemos auténticamente, nos lleva a caminar según las bienaventuranzas. Si no hemos salido de la fuerza de gravedad del egoísmo y del mal, todavía no somos personas pascuales, no tenemos aún rostro de resucitados.
La Pascua se debe notar en nuestra esperanza. Más allá de la maraña de dificultades y angustias que tenemos, escuchamos la palabra de Jesús: "Tendrán tribulaciones en el mundo, pero tengan confianza: Yo he vencido al mundo" (Jn 15, 18; 16, 33). Si hemos resucitado con Cristo, como enseña San Pablo, buscamos las cosas de arriba; aspiramos a las cosas de arriba, porque nuestra vida ya está en Dios (Col 3; 1-3).
+ Ricardo Tobón Restrepo, arzobispo de Medellín
(imagen: martex.blog)
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