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“No nos podemos quedar parados”

7 de noviembre de 2017

En esta hora de la historia de la salvación para Colombia, la urgencia está muy bien reflejada en las ideas que tanto ha enfatizado el pontífice romano: salir, ir a las…

Esto han dicho en la Conferencia Episcopal de Colombia, refiriéndose y citando las tareas que dejó la presencia del papa Francisco en nuestro país. No hay mejor resumen de los efectos que debe tener una visita apostólica a una comunidad católica, pues la idea de estas breves estadías es dar impulso a la misión y a los misioneros. Y quizás no haya un imperativo más claro para la Iglesia en Colombia que el de seguir moviéndose en su accionar evangelizador con nuevos bríos y nuevos horizontes. La Iglesia en Colombia se mueve muchísimo en su tarea de difundir la buena nueva y el Santo Padre lo vio y lo reconoció. Y, sin embargo, nunca está de sobra una nueva exhortación para no decaer en el empeño de llevar la presencia de Dios a todas las personas y lugares posibles.

En el pasado comentario editorial anotábamos que la misión se hace haciendo, no escribiendo. En esta hora de la historia de la salvación para Colombia, la urgencia está muy bien reflejada en las ideas que tanto ha enfatizado el pontífice romano: salir, ir a las periferias, situar la Iglesia como hospital de campaña, hacer las obras de misericordia, crear la cultura del encuentro. Estas propuestas son un verdadero plan de acción, no de teorización. Y pueden ser ocasión única para que las iglesias locales, las comunidades religiosas, las parroquias, las pequeñas comunidades, los movimientos apostólicos se decidan a desacomodarse, a dejar las zonas de confort, y se arriesguen a situarse en los cruces de los caminos del hombre moderno para entregarle todos los dones de Dios.

La afirmación del Papa y citada por los obispos no solo es una excelente interpretación de todo lo que suscitó la visita del papa Francisco, sino también como una banderilla puesta en los lomos de toda la Iglesia que está en Colombia, para que disminuya ostensiblemente su ocupación administrativa y empeñe todas sus fuerzas en el anuncio del evangelio y en la realización de toda la misericordia posible. Esta es una hora como para hacer un verdadero inventario de las potencias evangelizadoras que hay en cada iglesia particular y de mirar hacia dónde es prioritario enfilar baterías para sembrar palabra de Dios, para crear verdaderas comunidades cristianas, para llenar de esperanza a quienes la han perdido y para acompañar siempre a los pobres.

En cada iglesia particular las circunstancias dirán qué será lo más conveniente en cuanto a los métodos de acción pastoral. Sin embargo, es claro que hay iniciativas que son fáciles de implementar y de comprobados resultados en la evangelización: pequeñas comunidades, grupos de estudio bíblico, grupos de oración, experiencias de calle, encuentros y retiros espirituales, la liturgia bien celebrada, la formación religiosa escolar, las capellanías universitarias, etc. Ciertamente no se trata de inventar a la Iglesia en Colombia. Existe y con muchos títulos de buena acción misionera. Desde aquí, con alegría por lo logrado y que se demostró multitudinariamente en la visita del Papa, se debe seguir el camino quizás con nuevas metodologías y siempre con renovado empeño. Todo, desde luego, apoyado en una oración constante y sin falta, que permitirá recorrer los caminos correctos y vivir los momentos oportunos, para recoger frutos abundantes.

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