Pasar al contenido principal
#ff0000

Los tiempos que vienen

30 de marzo de 2020

A nivel de la Iglesia y su misión evangelizadora, también estamos empezando a ver, por fin, nuevos modos de anunciar la Palabra de Dios, a recuperar la familia como…

Con la ayuda de Dios, la sabiduría de los científicos y los médicos y la disciplina ciudadana, seguramente superaremos la crisis por la pandemia actual. Y seguramente habremos aprendido cosas nuevas para el futuro. No solo sobre la salud, el medio ambiente, el valor de la solidaridad. Ya estamos teniendo aprendizajes sobre otras formas de llevar la vida familiar y el trabajo, lo mismo que el estudio y otras actividades. Y, a nivel de la Iglesia y su misión evangelizadora, también estamos empezando a ver, por fin, nuevos modos de anunciar la Palabra de Dios, a recuperar la familia como iglesia doméstica, a recuperar el tiempo que merece la oración e incluso a activar con más fuerza la solidaridad en todos los niveles eclesiales.

Sin que lo virtual reemplace al encuentro personal, está más que claro que la Iglesia debe hacer una presencia mucho más potente y estructurada en esta dimensión que domina la vida actual. Es alentadora la respuesta que han dado muchas diócesis, parroquias y movimientos proponiendo a través de la televisión, la radio y las redes sociales momentos de oración, celebraciones eucarísticas, rosarios, etc. En general, estos medios han tenido una mirada marginal desde la Iglesia como conjunto y los que se han destacado son esfuerzos dispersos y hasta heroicos. En los tiempos que vienen, quizás los recursos económicos y de personal, en la Iglesia deberían orientarse con nueva fuerza y decisión a dotarla de una verdadera estructura evangelizadora digital, que complemente la tradicional tarea de construir templos y ordenar sacerdotes.

En los tiempos que vienen la Iglesia tendría que hacer una opción profunda y de confianza para que los bautizados hagan de sus familias el lugar privilegiado para vivir y fortalecer la fe en Dios y en su hijo Jesucristo. La crisis actual quizás nos está revelando una vez más que los fieles son demasiado dependientes en su fe de los sacerdotes y esto puede haber truncado el desarrollo y vivencia de una vida cristiana más autónoma y responsable. El arzobispo de Bogotá, cardenal Salazar, ha hablado duramente en varias ocasiones contra un clericalismo que termina siendo muy nocivo para todos, inclusive para los mismos sacerdotes. La pandemia y el confinamiento han demostrado que el sacerdocio bautismal tiene un gran poder si se le motiva y se le ejerce adecuadamente.

Y, por qué no, la crisis en que estamos puede estar mostrando que la Iglesia se ha vuelto muy pesada en sus estructuras. Y esto incluye su gigante dimensión inmobiliaria, que la tiene como anclada y a veces in-móvil, que es exactamente lo que significa la palabra “inmobiliario”. Y la tiene destinando recursos enormes para sostener templos, edificios, casas y oficinas con los problemas y temas legales anexos a todo esto. Sería de un valor extraordinario que al final de la pandemia en la Iglesia se dé pie a una reflexión muy sincera de qué es lo que más está ocupando, sus fuerzas, su personal y sus recursos materiales y económicos. Porque lo primero y fundamental es el anuncio del Evangelio, como tantas veces se ha repetido en el ejercicio de planeación pastoral que se ha llevado a cabo en la arquidiócesis de Bogotá. En fin, los tiempos que vienen podrán ser como un gran descubrimiento para la Iglesia, si lo queremos y nos empeñamos en ello. Si solo aspiramos a lo mismo de siempre, ese será otro tipo de pandemia, pero para las almas.

 

 

 

Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente