Los retos económicos de la Iglesia
Aunque siempre será loable que la Iglesia se financie especialmente con las ofrendas de sus fieles, la realidad también está presionando para que se llegue con más…
La mayoría de los obispos en Colombia y también los sacerdotes, lo mismo que muchos laicos comprometidos, se enfrentan día a día con la consecución de recursos para adelantar nuevas obras, sostener otras, velar por la manutención del clero. Durante mucho tiempo las organizaciones de la Iglesia en otros países, como Alemania, por ejemplo, fueron apoyo muy firme para estas necesidades. Pero Colombia ya no es visto como país que necesite demasiado apoyo desde afuera. Sin embargo, las necesidades no cesan. Algunas son muy concretas: adquirir predios para construir nuevas parroquias, financiar la construcción de los centros parroquiales, sostener las parroquias pobres, incluyendo un estipendio digno para los sacerdotes y también sostener otras obras de servicio a la gente más necesitada.
Conocidas son las formas como en la Iglesia se ha logrado que existan y se sostengan parroquias, sacerdotes y obras. La ofrenda de los fieles, las empanadas y bazares, las rifas, juegos y espectáculos, las campañas con destinación específica, algunas rentas, etc. Pero los tiempos han cambiado y todo este mundo de servicio a la gente se ha vuelto, al menos en el aspecto de infraestructura, muy costoso. Urge mirar la consecución de recursos de otra manera, sin dejar de lado las contribuciones de los fieles de la Iglesia. Y esa mirada podría centrarse en los bienes muebles e inmuebles que son propiedad de la Iglesia y que podrían convertirse en fuente de liquidez mediante su venta o arriendo, en vista de que hoy no prestan un servicio a la pastoral. Terrenos actualmente no utilizados y edificios ociosos por diversas razones podrían llegar a constituir un patrimonio que se ponga al servicio de las necesidades de la Iglesia, especialmente la de crear, construir y sostener nuevas parroquias.
Aunque siempre será loable que la Iglesia se financie especialmente con las ofrendas de sus fieles, la realidad también está presionando para que se llegue con más prontitud a barrios y veredas con instalaciones adecuadas para adelantar la evangelización. De lo contrario la Iglesia llega tarde y puede ser vista como inquilino tardío y a veces incómodo para los vecinos pues se ve en la necesidad de hacer adaptaciones no siempre de acordes con los parámetros de una armónica vida urbana. Pero, además, con frecuencia la consecución de lotes y la construcción eterna de las parroquias, distrae enormemente a los sacerdotes y evangelizadores de su misión principal de anunciar a Jesucristo. Y con toda seguridad genera grandes preocupaciones a los obispos pues en últimas la responsabilidad es de ellos, tanto en lo espiritual como en lo material. Si se pudiera unir a las diócesis del país e incluso a las congregaciones religiosas, que hoy tienen propiedades muy importantes y valiosas, para crear esta especie de fondo para atender las necesidades de la evangelización en cuanto a lo material, se habría dado un paso muy grande en el terreno de lo práctico y también en el de la verdadera solidaridad eclesial.
La Conferencia Episcopal y la Confederación de Religiosos podrían ser los pilares de una idea como la que se propone. Y puede ser un campo muy concreto para realizar todo eso que desde aquellas instancias se escribe sobre el bien común, la solidaridad, la cercanía a los más necesitados. Bien dice el adagio que la caridad comienza por casa. Se podría concretar todo esto en una especie de fiducia de la Iglesia siempre abierta a que las necesidades materiales tengan un punto pronto y efectivo de apoyo. No se trata de nada parecido a una caja vocacional o ni cosa que se le parezca, sino algo muy bien estructurado y manejado y destinado exclusivamente a apoyar la labor de evangelización en sus necesidades materiales y sostenimiento de los agentes pastorales. Y todo esto tiene una razón elemental: que los evangelizadores se dediquen cada vez más de lleno al anuncio de la Palabra de Dios y que no se pierdan en el escabroso mundo de los negocios que ni les corresponde ni son expertos. Misionero a tu misión.
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