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Llamado al diálogo

22 de julio de 2024
Imagen:
Vatican News

Ha publicado el arzobispo de Bogotá, cardenal Luis José Rueda Aparicio, un mensaje en el día de la independencia de Colombia, llamando a darle una oportunidad importante al diálogo, como herramienta ideal para encontrar los caminos de solución que tanto se necesitan en el país. 

Tomar partido por el diálogo en un contexto tan polarizado como el colombiano viene siendo algo así como “la voz que clama en el desierto”, pero que está segura de poder ser escuchada por alguien. Y desde la Iglesia, desde la visión cristiana de la sociedad, la propuesta no puede ser otra. Tiene que ser posible, tarde o temprano, el aclimatar un ambiente apropiado para que en Colombia todos los temas se puedan abordar con serenidad y sinceridad, pues de lo contrario la violencia física, mediática, de redes sociales, la amenaza de la asonada, seguirán marcando para mal la vida nacional.

El arzobispo Rueda se inspira en su mensaje en el papa Francisco con su documento Fratelli tutti. Proponer el diálogo como herramienta principal supone también que se trata de un ejercicio completo, sincero y de buena fe. Y allí deben darse, sin falta, algunas características: que quepan todos en la conversación, que se escuche al otro; que haya bondad y deseo de encontrar la verdad en todos los temas; que se hable con valentía y se reconozcan los valores permanentes; que el perdón siempre esté presente, que se valore más que toda violencia y toda guerra; y que a la base de todo se dé el respeto por toda vida y su dignidad. No se trata de hablar por hablar, sino de situarse desde un marco muy claro y con propósitos bien definidos para que la conversación propuesta genere frutos importantes.

Lo que propone el cardenal arzobispo no solo es valioso, sino que de alguna manera es novedoso y hasta arriesgado en un contexto en el que los que ejercen la violencia a través de las armas, del poder sin límites, de las noticias manipuladas, de las redes sociales envenenadas, parecen ponerle la nota dominante al ambiente colombiano. Pero hay que insistir y hay que involucrar a muchas personas, a las comunidades, a las instituciones de todo orden y, por supuesto, a los que no creen en el poder de la palabra, para que aprendan a ejercerlo de forma racional y ponderada. Y, también, hay que crear un ambiente en el que quede claro que no es necesario tener un arma en la mano para hablar o para ser escuchado, sensación que tienen muchos ciudadanos.

La historia, ya bastante larga, de la situación conflictiva colombiana ha dado por generar un ser humano complejo, demasiado propenso a la violencia en todas sus manifestaciones, intolerante, con una rabia contenida que en cualquier momento y por cualquier motivo puede explotar. Un hombre y una mujer a los cuales les cuesta mucho trabajo conversar con calma y más trabajo les cuesta escuchar al otro. Un ser humano lleno de palabras ofensivas, denigrantes, humillantes. Y esto se respira en todos los ámbitos, desde el íntimo familiar hasta el más complejo escenario político y social. 

Bienvenida la propuesta del Primado y ojalá sea acogida. A los colombianos les urge la cátedra del diálogo constructivo, de la escucha respetuosa, del amor por la verdad, del silencio oportuno. 

En la reciente instalación del Congreso se oyó mil veces la palabra reforma, referida a toda clase de realidades, incluso las imposibles. Faltó mencionar la necesidad de reformar la actitud o la mentalidad con la que la ciudadanía suele abordar los temas complejos y que han generado tanto odio y violencia. Reforma para aprender a dialogar, debería ser la primera. 

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección- El Catolicismo.com.co
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