Cultivar la fe es el propósito siguiente
El sueño más recurrente de los evangelizadores es que quienes reciben los inicios de la fe en el sacramento del bautismo, después la cultiven con esmero para llegar a tener una vida cristiana integral. Sin embargo, suele suceder que muchos de los bautizados no pongan el mayor empeño en hacer crecer su fe, y que esta permanezca apenas como en modo embrionario en sus vidas. Acaso se nutre de recepción ocasional de los sacramentos, de celebraciones litúrgicas o actos de piedad esporádicos. Pero de esta manera pocas veces suele darle forma cristiana a la vida y sí, más bien, se convierte como en un objeto de adorno o al cual se acude solo ocasionalmente. Esto siempre genera inquietud en los misioneros del Evangelio, además de generar una pregunta de no fácil respuesta práctica: ¿Cómo cultivar la fe en quienes han sido bautizados?
En la Arquidiócesis de Bogotá el fenómeno anteriormente descrito es conocido de sobra, y las ganas de hallar la respuesta correcta a la pregunta son indescriptibles. Por eso, esta iglesia particular ha planteado como propósito principal para los próximos tres años de misión, precisamente, el cultivar la fe, aunque en ocasiones habrá que comenzar por sembrarla.
El arzobispo primado, cardenal Luis José Rueda Aparicio, ha sugerido recientemente, a manera de propuesta de una iniciativa concreta, que cada párroco se convierta en catequista habitual no ocasional, que es precisamente lo que ha llevado a que tantas personas tengan una especie de fe intermitente y no una fe que ilumine siempre su existencia.
Y también ha señalado la importancia de que esta iglesia, encarnada en cada parroquia y comunidad cristiana, también sea mucho más orante y muchísimo más cercana a la Palabra de Dios, por ejemplo, con la práctica habitual de la lectio divina. Y complementada con el Catecismo de la Iglesia Católica. He ahí tres propuestas muy concretas para que los fieles de la Iglesia encuentren medios para cultivar, consolidar y recoger los frutos de una fe vivida a cabalidad.
Hay que reconocer que el cultivar la fe no es tarea fácil en la práctica. Cuando los colegios hacían esta tarea se lograban frutos importantes. Eso ya no es así en gran medida debido al debilitamiento de la educación religiosa escolar. En las parroquias no es tan fácil, pues los fieles suelen acudir puntualmente a las eucaristías dominicales y a algunos pocos a grupos pastorales, ¡pero nada más! Pensar en procesos continuos e integrales choca muchas veces con las costumbres de las personas en Bogotá, con sus múltiples ocupaciones, con las dificultades de la movilidad en la ciudad y, cada vez más, la creciente inseguridad que hace que las personas no quieran asomarse demasiado a la calle porque corren serios peligros. Algunos movimientos apostólicos y grupos logran cierta continuidad en su tarea de trabajar a fondo la fe. Pero la inmensa mayoría de los bogotanos no hacen parte de estas iniciativas. Enorme reto tiene la Arquidiócesis de Bogotá para que sus hijos e hijas puedan llegar a proclamar con el Apóstol Pablo: “Vivo, pero no yo, sino es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20).
Sin embargo, hay personas y medios para lanzarse con nuevos bríos al cultivo de la fe. Los sacerdotes deben ser los primeros en entender que con gente de fe profunda su ministerio es mucho más grato y fructífero y, por tanto, ellos deben ser los primeros en recoger esta bandera del hacer crecer la fe. Para esto, contribuiría en gran medida una mayor estabilidad del clero en sus encargos pastorales y así poder hacer verdaderos procesos de evangelización. Y, lo hemos anotado en anteriores columnas, la Arquidiócesis de Bogotá ha formado centenares de catequistas y se hace inaplazable el enviarlos a sembrar y acompañar el cultivo de la fe en sus oyentes. Quizás las pequeñas comunidades sean el medio práctico para realizar este cometido.
Y todos los movimientos apostólicos, las congregaciones religiosas presentes en Bogotá, las iniciativas particulares, deberían alinearse en este propósito para que todo sea más fructífero.
Por lo demás, el papa Benedicto XVI sostenía que el primer lugar de catequesis es la liturgia, de manera que esta acción ininterrumpida de la Iglesia, sigue siendo el medio más oportuno y constante para que la comunidad creyente se haga más sólida en su relación con Dios y en la vivencia de aquello que se cree. Según la afirmación del apóstol Pablo, el cultivo de la fe tendrá mucho que ver con hacerlo a tiempo y a destiempo. Podríamos humildemente añadir: Ojalá en la Iglesia de Bogotá todo tiempo y toda oportunidad sean, primordialmente, tiempo de cultivar la fe de todos los bautizados. Lo demás puede esperar.
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