Las preocupaciones del Arzobispo
En la entrevista concedida al noticiero Nuevo Rumbo, de la Arquidiócesis de Bogotá, el arzobispo Rubén Salazar Gómez expresó tres preocupaciones acerca del quehacer…
Son tres pensamientos muy claros del Prelado que, desde el punto de vista pastoral, deben convertirse en retos por abordar con inteligencia y prontitud. En la citada entrevista, el Cardenal Salazar Gómez, también manifiesta que, si permanecemos unidos como Iglesia, muchas cosas buenas se pueden lograr. Quizás aquí se encuentre una primera clave para los retos que ahora se plantean.
La Arquidiócesis de Bogotá, cuyo accionar pastoral se da esencial y diariamente, a través de su más de 300 parroquias, tiene en sus entrañas un enorme potencial de acción. Pero quizás se haga necesario movilizar y sacar a la calle con más claridad toda esa fuerza espiritual. Las circunstancias de la vida actual, en alguna medida, han hecho que la Iglesia viva un poco replegada sobre sí misma, con un buen funcionamiento interno, pero tal vez se ha perdido un poco el ardor misionero, como lo ha señalado varias veces el Papa Francisco. Esta urgencia, mencionada por el arzobispo primado, podría encontrar un nuevo aire en el creciente compromiso de muchos laicos que han ido ganando en su conciencia de miembros de la Iglesia y de discípulos misioneros. No es pertinente seguir cargando a los sacerdotes de más y más ocupaciones pues puede darse un desgaste que no produce frutos evangelizadores. Pero unos laicos viviendo a fondo su fe y la misión, pueden generar el contacto fuerte y duradero entre la ciudad y la Iglesia.
Respecto a la urgencia de tener más sacerdotes los días por venir no parecen fáciles. La institución sacerdotal se ha visto duramente golpeada en los últimos años con la inconducta de algunos de los ministros del altar. No creemos que a superar esta imagen vaya a contribuir mucho la reciente determinación papal de abrir de par en par los archivos de la Iglesia, por buena que sea la intención al hacerla. En todo caso, como siempre ha sido, la generación de nuevas vocaciones al sacerdocio depende en muchos casos del testimonio de quienes en cada época ejercen este ministerio, ojalá marcado por la santidad y la alegría. Y depende de una Iglesia que en su diario vivir refleje una cercanía a los planes de Dios a través del servicio a las personas. Y, desde luego, depende de una Iglesia orante que pide una y otra vez, sin cesar, al Buen Pastor, los servidores de su pueblo santo.
Finalmente, no es tema de menor importancia la consecución de recursos para la ingente tarea de la evangelización y de la caridad efectiva. En buena hora, la arquidiócesis de Bogotá ha establecido el programa “Camino, verdad y vida”, con el cual busca vincular al menos 10.000 personas como contribuyentes permanentes a las tareas de la Iglesia. Estas tienen que ver con la evangelización, la formación de agentes para este propósito, las obras educativas y las de solidaridad con los más pobres. También en este campo será fundamental que la arquidiócesis logre despertar la conciencia responsable de miles de laicos, para que, entre todos, se obtengan los recursos económicos, humanos, operativos, que requiere la misión de la Iglesia. Fundar parroquias, formar sacerdotes y catequistas, sostener comedores de caridad y alojamientos temporales, brindar educación de calidad a los estratos populares, todo requiere muchas personas y muchos recursos. Si, como lo afirmó el cardenal Salazar, la Iglesia arquidiocesana actúa unida, seguramente será posible contar con todo lo necesario para que Cristo sea anunciado en la densa ciudad de Bogotá. En fin, ojalá las preocupaciones del arzobispo se conviertan en las principales ocupaciones de la arquidiócesis de Bogotá.
El Catolicismo desea a todos nuestros lectores una feliz Navidad en Cristo.
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