La santidad es el sello
“Gaudete et exsultate” es un escrito de 177 párrafos que, en esencia, renueva la invitación a la santidad como sello de la vida cristiana. Y trata de ilustrar esta…
Si alguien quisiera hacer la lista de las formas de vivir la fe cristiana que se han propuesto, por ejemplo, desde el Vaticano II hasta nuestros días, no cabría dicha lista en el computador más sofisticado que se haya inventado. Desde la opción preferencial por los pobres, pasando por los mil ensayos de oración y meditación, siguiendo con las “experiencias” de todo orden individual y comunitario, sumando los fanatismos más ciegos y no olvidando los variadísimos modos de celebrar la liturgia, etc., esta sería tarea de nunca acabar. En todo esto se debe reconocer una sincera búsqueda del encuentro con Dios y de querer vivir la fe en forma más comprometida. También se debe reconocer que ha habido demasiados inventos humanos que, por momentos, no dejaban ver la obra de Dios. Más de cincuenta años después del Concilio cabe seguir preguntándose qué es un cristiano en verdad.
El papa Francisco ha publicado, con fecha 19 de marzo de 2018, fiesta de San José, una exhortación apostólica, que inicia así: “Gaudete et exsultate”, o sea, “alegraos y regocijaos” (Mateo 5,12). Es un escrito de 177 párrafos que, en esencia, renueva la invitación a la santidad como sello de la vida cristiana. Y trata de ilustrar esta realidad para el común de la gente. Busca que en últimas los cristianos entiendan que lo más importante es lo que Dios hace y de lo cual deben ser reflejo las obras que los seres humanos hacen con sus prójimos, especialmente los más cercanos y los más necesitados. Como ya es propio en los escritos y discursos orales del papa Bergoglio, deja escapar aquí también su prevención contra toda forma sofisticada o simplemente aparente y aun puramente ritualística de la fe cristiana. Sueña el pontífice con que el cristiano medio sienta un gusto profundo por vivir plenamente lo que Cristo ha enseñado y que debe llevar a alcanzar la santidad de vida.
De alguna manera este escrito del papa Francisco trata de recuperar el centro de la fe cristiana, sobre todo en la manera de vivirla. Y cae bien este llamado, que en realidad es una exhortación.
Muchísimo más que la presencia del clero en medio de las naciones, lo que se requiere es que todos los bautizados sean sal de la tierra y luz del mundo dondequiera que se encuentren. Las familias, los lugares de estudio y trabajo, las ciudades y los pueblos, las veredas y los campos, las instituciones, la política y la economía, serían en realidad mucho mejores y justas, si en todo esto los cristianos hicieran presencia de personas santas, es decir, de seres llenos de gracia y verdad, llenos de Dios y su palabra. La hora presente está reclamando para que los cristianos lleven su condición a todas partes, con humildad, pero también con firmeza y convicción.
Sigue siendo la santidad la mejor carta de presentación de los cristianos y esa que se realiza dejando obrar la gracia de Dios y que se vuelve acción por los demás. Y una santidad marcada por la alegría. Vale la pena que en la Iglesia se tome muy en serio esta propuesta del pontífice romano para aprovechar mucho más la condición de hijos e hijas de Dios para iluminar todos los ámbitos de la vida humana. Es como una buena provocación para que cada cristiano se sienta realmente llamado a cumplir una misión muy clara en el mundo y ante Dios. No se trata de hacer nada extravagante, tampoco de repetir modelos de vida que a la larga no han producido los frutos esperados de todo bautizado. Se trata de abrirse definitivamente a la gracia de Dios y poner en práctica las bienaventuranzas.
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