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La Sagrada Escritura en la Iglesia

27 de enero de 2020

Los estudios bíblicos han tomado cada vez más, no solo una importancia innegable, sino una perspectiva de servicio a la Iglesia, más que una ciencia encerrada en sí…

Ayer, domingo 26 de 2020, el papa Francisco quiso que fuera dedicado a destacar especialmente la Palabra de Dios en la Iglesia. En este sentido, el santo padre se sitúa en esa fuerte corriente teológica que nació antes del segundo Concilio Vaticano y que todavía continúa, y que busca que el eje de la vida de la Iglesia sea la Palabra de Dios. Y desde aquella primera mitad del siglo pasado hasta ahora, se han dado pasos inmensos en la Iglesia para que esto sea realidad, tanto a nivel de estudio de la Biblia como de acercamiento de la misma a los fieles laicos. Los estudios bíblicos han tomado cada vez más, no solo una importancia innegable, sino una perspectiva de servicio a la Iglesia, más que una ciencia encerrada en sí misma y para eruditos. Y en todos los niveles de la comunidad eclesial se percibe un deseo grande de hacer de la Palabra de Dios la fuente de la espiritualidad y de la vida cristiana en todo momento y lugar.

Quizás pocas épocas han necesitado tanto del servicio de la Palabra de Dios como la que se vive actualmente. En efecto, prácticamente toda la humanidad, por medio de las redes sociales, vive hoy inundada de infinidad de mensajes y palabras que han terminado por convertirse, más en causa de desorientación, que de otra cosa. Es más, en ese mundo de comunicación superabundante, la mentira ha encontrado el mejor abono para expandirse sin límites. La gran mayoría de los mensajes que llenan hoy las redes sociales no tienen autor conocido ni autoridad que los avale. Sin embargo, han logrado producir los efectos más inesperados, muchos de ellos catastróficos, sobre personas y comunidades. Quizás esto sea en parte causa del cansancio y de la angustia que se da en tantas personas, las cuales, al mismo tiempo se preguntan dónde encontrar una palabra que ilumine sus vidas, que les de esperanza, que les aleje tantos y tantos temores que se respiran en el ambiente.

La Palabra de Dios, de la cual la Iglesia ha sido portadora fiel por más de veinte siglos, sigue teniendo toda la potencia y la luz necesarias para señalar derroteros a la humanidad. Sería un error imperdonable que la comunidad creyente no se acercara cada vez más a esta fuente de sabiduría infinita que Dios ofrece a su pueblo desde hace muchos siglos. Y este acercamiento debe tener la dimensión comunitaria y la dimensión personal. En las comunidades cristianas se debe seguir nutriendo su liturgia, sus celebraciones, su formación, sus obras de misericordia de una permanente lectura orante de la Palabra revelada. Y en la vida particular de cada bautizado, el contacto personal con la Sagrada Escritura debe constituirse en el fundamento de su espiritualidad, de su actuar, de su orar y de su fe en todos sus aspectos. Por fortuna, muchas editoriales siguen publicando miles y miles de ejemplares de la Biblia y en el mundo virtual también se ha abierto un campo grande de presencia de la Palabra de Dios. No hay, pues, razones válidas para que una comunidad cristiana o un bautizado, no entren hoy en contacto asiduo con el Verbo de Dios.

Y en el campo propiamente dicho de la pastoral, el conocimiento de la Sagrada Escritura, sigue siendo un reto muy grande, pero muy atractivo. Aunque ya son muy numerosas las actividades bíblicas dentro de la pastoral de la Iglesia, se requiere seguir creciendo en esta bella misión. Y crecer con un trabajo bien hecho para que el mayor número de fieles tenga un contacto inteligente y lleno de fe con la Palabra de salvación. Esto implica que en la Iglesia debe existir un grupo grande de personas, incluyendo por supuesto al clero y a las religiosas, bien preparadas para la misión de divulgar en profundidad la Biblia y para hacerlo en forma permanente. Si en la Iglesia se toma cada vez una mayor conciencia del gran tesoro que tiene en la Palabra de Dios, se suscitará fácilmente un trabajo muy intenso para que sea conocida, asimilada y practicada por todos los bautizados, e incluso por otras personas. A la Iglesia universal le ha surgido el interesante reto de hacer que la Palabra de Dios siga siendo la palabra más buscada y atendida por buena parte de la humanidad. Si se concentra en hacerlo, la Iglesia será más de Dios y de Cristo que nunca antes.

 

 

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