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La paz es posible

2 de septiembre de 2019

 
Como a veces estos anuncios llenan de miedo a personas e instituciones, se presenta también el peligro de salir corriendo a reformarlo todo, a hacer más concesiones,…

Sorprendidos, aunque no tanto, los colombianos en su gran mayoría han sido “informados” por un grupo de bandidos que retoman las armas, para seguir matando, robando, extorsionando y, como siempre, negociando con coca. El que le dé otra interpretación a esta nueva situación de violencia que viene, no ha entendido o no quiere entender de qué se trata. Los más oscuros y sanguinarios delincuentes de la antigua guerrilla se han reagrupado para tratar de poner de rodillas al país por medio del uso de las armas. Con tono mesiánico y palabras grandilocuentes, después de engañar al país, a las instituciones, al tratado de paz, después de burlarse de otras naciones garantes de los acuerdos, después de recibir dineros del Estado y de mil cosas más, un puñado de hombres y mujeres lanza un grito de guerra sobre la población de Colombia. Otra guerra más para esta aporreada nación.

Es poco lo nuevo que se puede decir sobre una situación como esta en Colombia. Y se corre el peligro de llenar el ambiente de palabras y más palabras, las cuales no tienen ningún valor para los violentos y tampoco son leídas en su verdadero significado. Y como a veces estos anuncios llenan de miedo a personas e instituciones, se presenta también el peligro de salir corriendo a reformarlo todo, a hacer más concesiones, a formar más comisiones, a destinar más recursos para apaciguar el alma de los violentos, es importante reaccionar con serenidad y, dentro de la Constitución, el Estado de derecho y las leyes, proceder en la forma más sabia y firme posibles. Los violentos en Colombia han usado por décadas la estrategia de hacer salir al Estado de sus propias normas y así le han quitado su autoridad moral. Por eso, aprendida la lección, es necesario que la sociedad entera rodee a su propio Estado, a sus gobernantes y a sus fuerzas armadas para que, siempre dentro de le ley y la Constitución, cumplan el deber de proteger a los ciudadanos y luchen contra toda delincuencia.

La paz es posible, ha dicho el Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Óscar Urbina Ortega. Es una afirmación que recoge lo que se ha experimentado en muchas sociedades, con conflictos mucho peores que los de Colombia. Y esto indica que para construirla no se necesita sino verdadera voluntad. Las guerrillas colombianas, enclavadas por décadas en las montañas y selvas del territorio, han perdido todo sentido de realidad, todo deseo de trabajar honestamente y se han casado hasta los tuétanos con el narcotráfico. Es muy difícil lograr acuerdos con gentes que piensan y viven de esa manera. Pero si lo quisieran de verdad, como lo ha hecho hasta ahora un grupo significativo de excombatientes, se puede empezar a construir una realidad nueva. Realmente la paz es posible, pero se requiere el concurso de ambas partes en conflicto y no solo la de una, como es la que conforman la sociedad y el Estado colombianos, que han hecho esfuerzos sinceros por la concordia de la nación.

No es esta la primera vez que el estado y la comunidad colombiana se ven enfrentados a un grupo de personas que quieren imponer por las armas su voluntad. Es prácticamente la historia de nuestra vida republicana. Colombia es una sociedad curtida en mil batallas, cada una peor que la otra. Y esta que viene no será diferente. Es hora de unidad nacional, de un gobierno que tenga claros sus objetivos y procedimientos, de apego a la ley y la Constitución, de unidad de mando. Instituciones como la Iglesia y personas de alto reconocimiento nacional deben ponerse a las órdenes del ejecutivo para mediar, fomentar el diálogo, atraer instancias internacionales que trabajen realmente por la reconciliación. En todo caso, lo único que no puede hacer Colombia es rendirse ante una mafia que crece de frontera a frontera aupada por el narcotráfico y por el totalitarismo que se ha instalado en Venezuela. Vienen horas amargas para el país y muy duras para cualquier enemigo de los colombianos de bien.

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