La Iglesia Arquidiocesana aborda el Gran Giro en la evangelización
Nuestro compromiso es dejar, como los anteriores pastores, consagrados y fieles, sembrada la semilla de la Palabra de Dios, ofreciendo a todos los hombres y mujeres de…
La Iglesia arquidiocesana de Bogotá ha hecho memoria de 450 años de la acción pastoral en la ciudad y ha fijado un horizonte que nos reta a evangelizar con una nueva mentalidad y asumiendo el nuevo desafío de llegar a cada hombre y mujer para anunciar el Evangelio y encontrarnos construyendo, con los valores del Reino, la familia y la ciudad que soñamos y queremos.
Todos convocados, llamados y al mismo tiempo animados por la fe, la esperanza y la caridad redescubriendo la primera llamada de Dios, a todos sin excepción en el bautismo, a ser santos. Santidad que hoy genera una nueva dinámica que es descubrir, escuchando la voz de Dios, lo que Él desea y quiere para cada persona, a través de un proyecto de vida y animados por la búsqueda de la felicidad para responder de manera personal e incidir en la vida comunitaria y en los dinamismos de la ciudad.
El cristiano, convencido de la vocación, recibe también de Dios la misión de llevar su Palabra, sembrar la semilla de la salvación y animar la construcción del reino de Dios con los valores del Evangelio suscitando en el mundo la justicia, la solidaridad, la unidad, la reconciliación y la paz.
El Giro del Plan de evangelización es posible contando con cada uno de los ministros ordenados, que con una nueva mentalidad y conversión interior seamos capaces de invertir la vida en la misión que el mismo Jesús nos encomendó.
La iglesia misionera comenzó hace más de dos mil años, en cada época y en cada hora de los hombres se tiene la responsabilidad de hacer una lectura desde la fe de los condicionamientos sociales, políticos y religiosos, conocer el desarrollo cultural, los ambientes, las periferias, los extremos de pensamiento que inciden de manera directa e indirecta en la ciudad, a fin de discernir cual es el camino que tenemos que emprender para renovar el mandato misionero y comprometer a las nuevas generaciones con una verdadera adhesión a Jesucristo, que sea lo suficientemente fuerte para construir un mundo más humano, más justo, un mundo de reconciliación y de paz.
Nuestro compromiso es dejar, como los anteriores pastores, consagrados y fieles, sembrada la semilla de la Palabra de Dios, ofreciendo a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo una esperanza trascendente que mueva al ser humano a trabajar con valores temporales y eternos en la realización personal, incidiendo en las comunidades, creando lazos de paz y de justicia en la caridad.
Asumir el Plan de E, implica para todos: ministros ordenados, religiosos y laicos trabajar en unidad con verdadera comunión asumiendo los espacios de participación que la Iglesia nos propone. No hay cambio sin el compromiso de cada uno de nosotros, a dejar huella en la acción misionera y evangelizadora con la predicación del evangelio de Jesucristo que permita a muchos conocerlo, asumir una relación directa con Él y al mismo tiempo que esa relación con Jesús tenga arraigo en la vida personal con acciones, palabras y pensamientos que transformen la propia vida y la de los demás, que sea el cristiano un mensajero de esperanza, de un mundo nuevo y mejor, de una ciudad animada por la acción siempre eficaz del Espíritu Santo en los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Animémonos a hacer una revisión de nuestra historia personal poniendo de presente los valores y cualidades propias, pero también las deficiencias y las limitaciones que nos impiden el compromiso con la misión y evangelización que nos propone el Plan E. Cambio de mentalidad y conversión personal siguen siendo el primer y principal paso para asumir el Plan. Todos llamados y convocados dejemos la indiferencia y dispongámonos para aceptar el gran Giro.
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