Pasar al contenido principal
#ff0000

La ambigüedad que no ayuda

1 de octubre de 2018

Sería ingenuo desconocer que detrás de este mundo indefinido hay grandes intereses económicos y políticos para los cuales el único valor es el lucro, aunque sea a costa…

El pensamiento sobre temas álgidos hoy en día está marcado por una profunda ambigüedad que no trae sino confusión y, a la larga, sufrimiento e injusticia. Citemos varios temas. La protección de la vida, que incluso en sectores civiles se califica de sagrada. Pero al mismo tiempo se promueve y aprueban prácticas como las del aborto –que no interrumpe nada, sino que mata- y las de la eutanasia. ¿Al fin es sagrada la vida o no? El respeto y la protección de los niños en toda circunstancia, pero al mismo tiempo se les desampara en el vientre materno que es donde más seguros deberían estar.  Otro tema: las drogas alucinógenas. Aquí las ambigüedades son todas. El cultivo, procesamiento y distribución de las mismas es vista con espanto. Pero al mismo tiempo se habla de una dosis mínima legal e intocable. Y los costos sociales sin impagables. De la familia y el matrimonio también se dicen cosas bellas y maravillosas, pero al mismo tiempo se minan sus bases antropológicas y se fomenta una cultura de la infidelidad, el abandono, el maltrato. Esta ambigüedad omnipresente ha ayudado enormemente para crear ese estado de incertidumbre e inseguridad en que transcurre hoy la vida.

Es cierto que estamos, como lo han afirmado los obispos en varias ocasiones, no en una época de cambios sino en un cambio de época. Este hecho hace que todos tengamos que ser muy analíticos y profundos en la visión de la realidad actual. La razón es que se hace necesario descubrir qué es lo esencial a la naturaleza humana, al bien de la persona, a su desarrollo integral y que por tanto siempre será necesario promover y cuidar. Y descubrir, al mismo tiempo, lo que es circunstancial o accidental y que por lo mismo su presencia o no en la vida humana es de relativa importancia. Pero no se debe perder nunca de vista ni lo que Dios ha pensado al crear al hombre y a la mujer ni lo que le da el carácter humano a la persona, lo mismo que su dignidad inalienable. En el mundo de la ambigüedad se termina por desconocer ambos aspectos y se arroja a las personas a una serie de escenarios violentos que hieren y hasta ocasionan la muerte injusta de los seres humanos. Sería ingenuo, por lo demás, desconocer que detrás de este mundo indefinido hay grandes intereses económicos y políticos para los cuales el único valor es el lucro, aunque sea a costa de la vida misma de las personas.

Quienes promueven estas situaciones de ambigüedad, suelen argumentar falazmente que es decisión de cada persona, en uso de su libertad, si opta por la droga, el aborto, la eutanasia o cualquier otra práctica que pueda afectarla profundamente o si se niega a ellas. De muchas maneras y con unas presiones monstruosas a través de medios y redes sociales y a través de costumbre sociales, multitudes enteras están siendo llevadas a realizar opciones que en condiciones de verdadera libertad quizás nunca realizarían. Y, después, cuando la persona ya es víctima y esclava de estas calamidades, es abandonada a su suerte. Sí. El mundo de las medias verdades, el que no cuenta los reales efectos del mal, quiere primero esclavos y después seres abandonados para devorarlos sin misericordia. Realmente el verdadero uso de la libertad es el que construye y protege a la persona y su dignidad. Cualquier otro uso no es sino una fachada para someter las personas a toda clase de injusticias y violencias.

Desde la Iglesia se ha manejado siempre un lenguaje y una doctrina claras sobre los temas esenciales de la vida y la dignidad humanas. Y entre más oscuro es el panorama, más necesario es conservar esta forma de hacer presencia en la sociedad. Es una posición recia, aunque difícil de sostener en medio de tantos mensajes ambiguos y de doble intención que saturan el ambiente. Pero por fidelidad a Dios, a su hijo Jesucristo, a la inspiración del Espíritu Santo, no existe sino esa vía para respetar los planes y la voluntad divinas. Y por fidelidad al ser humano, la Iglesia nunca podrá cohonestar con quienes lo quieren cosificar y convertir en mercancía de libre cambio para cuanta basura se quiere imponer y comercializar. No podemos dejar de anotar al mismo tiempo la inmensa ambigüedad y supuesto espíritu de corte liberal que está marcando los grandes medios de comunicación en Colombia, lo cual a la larga no ha hecho sino fomentar sin límites la degradación y destrucción de miles de vidas humanas. Falta mucha firmeza para defender la vida, promoverla realmente, protegerla de los males evidentes, sacarla de las garras de quienes la quieren destruir. Y una vez la vida destruida, ¿para qué la libertad?

Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente

Otras noticias

#007300
#007300
#007300