Al estar cerca ya de la finalización del año 2025, la Iglesia también hace sus balances. Y de entrada se descubre que ha sido un año muy activo en la misión en la Iglesia Universal. La muerte del papa Francisco y la llegada del papa León XIV, junto con la realización del año jubilar de la esperanza, le imprimieron un gran dinamismo a la vida eclesial en el mundo entero. La facilidad con que se dan las comunicaciones en la actualidad le han permitido a la Iglesia tener una enorme comunión de fe y misión, de manera que las grandes iniciativas y propuestas desde Roma o desde otras partes, encuentran eco inmediatamente. Los peregrinos de Roma en este año ya por terminar, testimonian que la Ciudad Eterna resultó pequeña para los millones de fieles que fueron a pasar por la puerta santa en busca de la misericordia e indulgencias de Dios provenientes. El corazón de la Iglesia, Roma, tuvo entonces un año de vida eclesial universal como pocas veces se había visto.
Por otra parte, la Iglesia en Colombia se perfiló como mediadora de reconciliación en medio de una polarización que ha agotado al país entero. SI hay una institución que ha conservado su identidad y su misión con claridad ha sido la Iglesia católica. Algunos quisieran verla en las contiendas partidistas o unidas al coro extremista, que, de uno u otro lado, vocifera sin misericordia contra sus adversarios políticos. Si alguna vez la Iglesia cayó en esa tentación de tomar partido, en sentido político, hoy ya sabe que ese no es el camino. La Iglesia ha asumido ya hace mucho tiempo la misión de trabajar para todos, por el bien común, por buscar puntos de encuentro, por enseñar a todos a hablar sobre todos los temas con respeto y siempre con la verdad en la boca. En una sociedad tan apasionada como la colombiana eso no es fácil, pero hay que intentarlo una y otra vez pues de lo contrario no habría esperanza para nadie en el país.
Y la Iglesia en Bogotá también ha tenido un año de inmensa actividad en todos los campos. Asumió de lleno tanto el año jubilar de la esperanza como las propuestas del sínodo de la sinodalidad. Todo esto se transformó en peregrinaciones, en amplias jornadas de reconciliación sacramental, en intensificación de su acción con los más pobres y vulnerables, en asambleas en todos los niveles de la vida arquidiocesana, en la consolidación del cuerpo de obispos auxiliares, en la animación constante de las parroquias, etc. También se constató la participación de la gran mayoría del clero arquidiocesano y religioso en el impulso misionero que se le dio a esta iglesia local en los recientes tres años y se preparó para el cultivo de la fe que se ha propuesto para el siguiente trienio. Y el liderazgo del arzobispo, Cardenal Rueda Aparicio, con palabras y testimonio, en esta inmensa tarea y misión es reconocida por todos. En la Arquidiócesis de Bogotá se siente con mucha fuerza la comunión, tan necesaria para hacer un camino discipular misionero.
Como en todo balance, también se descubren tareas por mejorar o por iniciar. Pero, por el momento, es importante constatar la vitalidad de la Iglesia católica en el mundo, en el país y en Bogotá. El momento histórico es muy interesante pues le ha permitido a toda la Iglesia volver sobre sus orígenes y su razón de ser y entonces ha asumido con nuevos bríos la misión evangelizadora. Y también con creatividad. El mismo papado, con Francisco y León, parece hacerse más cercano y fresco no solo para los católicos, sino para el mundo entero. El sínodo ha sembrado la semilla de la participación de todos en la misión y ya empieza a germinar en diversos sectores de la Iglesia, poco a poco. Será el nuevo modo de ser Iglesia en estos tiempos.
Todo lo anterior y muchas otras cosas que se han sucedido en el año 2025 no son sino testimonio vivo y feliz de la presencia del Espíritu Santo que sigue empujando a la Iglesia, donde quiera que esté, para cumplir su misión en el mundo entero. Todos los bautizados son invitados a ser dóciles a los impulsos del Espíritu divino para que nunca deje de anunciarse al mundo lo que se ve desde la aparición del Hijo de Dios entre los hombres: “los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena nueva”.
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