¿Existe el bien común?
Infortunadamente en la sociedad colombiana se ha elevado a la categoría elogiosa la propensión a saltarse la ley, a tomar ventajas indebidas ante los demás, a encontrar…
Ha crecido de tal manera el celo por los derechos individuales que hoy en día cabe preguntarse si existe algo a lo que se pueda denominar bien común. Los pontífices recientes han señalado en repetidas ocasiones que estamos en una época en que el individuo ha sido exaltado hasta un punto en que lo subjetivo pareciera ser el único criterio válido en todo momento. Todo parece limitarse a lo que la persona siente, lo que le gusta, lo que le conviene, lo que es de su propio interés. Más allá de eso, poco resultaría ser importante. Este individuo pendiente solo de sí mismo, de sus ideas y sentimientos, siente poco aprecio por toda dimensión comunitaria, por los derechos ajenos, por las leyes de la sociedad y, con frecuencia poco atiende la ley divina.
Sin embargo, está claro que, sin una concepción del bien común, todo lo anterior solo sirve para aislar a las personas o ponerlas en una situación de constante confrontación, que es lo que con más frecuencia se ve en la sociedad colombiana. Algunos analistas han señalado que en Colombia se vive un fenómeno preocupante en el cual el ciudadano siente ninguna atracción por la ley, hecha para el bien común, y mucho menos por respetarla. Así es como todos los días hay manifestaciones individuales y comunitarias contra la ley, contra las normas, contra lo establecido para que exista una convivencia pacífica y provechosa para todos. Infortunadamente en la sociedad colombiana se ha elevado a la categoría elogiosa la propensión a saltarse la ley, a tomar ventajas indebidas ante los demás, a encontrar atajos para todas las obligaciones propias de la vida en comunidad. Esto, desde luego, termina siendo siempre un acto de opresión hacia los más débiles y hacia quienes sí creen en la ley y el verdadero bien común.
El bien común debe existir como concepto y como hecho. Conviene a todas las personas y particularmente a las más débiles para no quedar sujetas a la ley del más fuerte. Conviene a la hora de legislar y de usar los recursos públicos y privados. El bien común es un fin muy adecuado para establecer un sano equilibrio entre las legítimas aspiraciones de toda persona y las de la comunidad en que habita. Y esto vale para las situaciones de la vida cotidiana, como la convivencia ciudadana y familiar, pasando por el funcionamiento de las instituciones y llegando a los proyectos de nación que involucran a las personas, sus derechos y deberes y también los recursos que son de todos. Sin un concepto claro y unos hechos concretos que reflejen el bien común, se impone la anarquía, la ley del más fuerte, que no es otra cosa que una forma establecida de injusticia y desequilibrio. Y quizás el primer bien común sea la vida de todos y la del medio ambiente en que esta transcurre.
Hoy en día no es claro qué proyecto de país se quiere en Colombia. Aunque se pronuncian muchos discursos, es difícil saber a quien le interese de verdad el bienestar de todos y no el de unos pocos. Políticos, sindicatos, gremios, economistas, mayorías y minorías, todos parecen no tener más horizonte que sus propios intereses. Así es muy difícil consolidar una sociedad democrática, libre y justa. Pero hay que seguir intentándolo. Debe encontrarse el equilibrio entre el individuo y la comunidad, entre los proyectos personales y los de la sociedad, entre la ley y la libertad. Esto requiere siempre aportes y sacrificios de todas las partes involucradas. Pero sí se hace bien, reporta beneficios a todos. La visión cristiana de la sociedad propende por instaurar en ella esta armonía entre lo individual y lo colectivo, entre lo público y lo privado y dentro de ese marco, una opción solidaria por los débiles, los pobres, los marginados. Cuando la persona individual vive feliz en su comunidad y esta se siente satisfecha de sus miembros, el bien común ha empezado a germinar.
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