El signo eclesial del miércoles de ceniza
Pese a la asistencia multitudinaria el miércoles de ceniza, es importante elogiar el esfuerzo que se ha hecho en los últimos años en la Iglesia, para que, en medio de la…
Como un signo reconfortante de fe hay que mirar la masiva participación de los fieles de la Iglesia en la imposición del signo de la ceniza, el miércoles pasado, para dar inicio al tiempo de la Cuaresma. Ese día tiene la capacidad de sacar a la luz, y a la calle, de una manera muy elocuente un aspecto de la fe cristiana. En este caso, se trata de la manifestación de la propia debilidad, pero expuesta ante el Dios de la misericordia que quiere salir al encuentro de sus hijos e hijas, decididos a realizar un camino de conversión. Es también un día muy fecundo del servicio eclesial, realizado a través de sus sacerdotes y de los laicos que colaboran en cada comunidad cristiana.
Pese a la asistencia multitudinaria el miércoles de ceniza, es importante elogiar el esfuerzo que se ha hecho en los últimos años en la Iglesia, para que, en medio de la procesión de las muchedumbres, se haga una proclamación y explicación de la Palabra de Dios. Y para esto, las diócesis y también la Conferencia Episcopal, se han preocupado por la preparación de subsidios muy útiles, que le dan más cuerpo al inicio de la Cuaresma. De igual modo, es reconfortante el ver cómo los sacerdotes han dado especial prioridad en este día a ofrecer el sacramento de la reconciliación, mientras algunos laicos y religiosas contribuyen con la imposición de la ceniza. Para los confesores este día inicial de cuaresma tiene, además, el valor de ser el momento en que muchos hijos de la Iglesia vuelven a reconciliarse después de largos periodos de lejanía o descuido de sus deberes cristianos. En síntesis, en el movidísimo miércoles de ceniza, suceden muchas obras de la gracia de Dios.
Y quizás se puede añadir otra reflexión a partir de este signo atrayente de la ceniza. Para algunos, la mirada sobre las razones por las cuales muchos reciben la ceniza, no pasa de ser un acto de superchería. Es un juicio muy duro. Pero la verdad es que las personas de nuestro tiempo sienten una gran atracción, como lenguaje eficaz, por los signos. Otros dirán, por las experiencias, más que por las solas palabras, los largos discursos. Y en esto la Iglesia, los pastores, las comunidades parroquiales, deben tener los cinco sentidos despiertos para saber cuáles son los canales de mejor calidad para llevar los bienes de la gracia a todas las personas. Celebraciones bien preparadas, signos dicientes y cuidadosamente preparados y expuestos. Música a tono con lo que se celebra y letras de cantos que refuercen el sentido de cada celebración. Quizás sea necesario profundizar un poco más a nivel de Iglesia sobre el valor de los signos para hacer un uso más intenso de los mismos en aras de una evangelización más comunicativa y que llegue al alma y al corazón de las personas.
Estas consideraciones pueden ser de alguna utilidad para el camino de la cuaresma y para la celebración de la Pascua. Durante el camino cuaresmal se puede proponer a las comunidades celebraciones de carácter penitencial, a partir de signos que ayuden a profundizar en la conversión y la reconciliación con Dios. Y de la misma manera, en la celebración de los días santos, desde el Domingo de Ramos, pasando por el Jueves y Viernes Santos, y concluyendo con la solemne Vigilia Pascual, hay varias oportunidades de potenciar signos, gestos e interacciones con los fieles que, seguramente, les harán más visibles algunos aspectos de la fe. La palabra siempre será necesaria, pero si va acompañada por signos elocuentes como la ceniza, el fuego, el agua, el aceite, la música, la comunidad participativa, sin duda será todavía más fructífera. La multitudinaria participación de los católicos en el miércoles de ceniza invita a toda la Iglesia a sentir alegría por la respuesta de la gente y a proponerle siempre acciones celebrativas muy eficaces.
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