Pasar al contenido principal
#ff0000

El pastor que Dios quiera

2 de mayo de 2025
Imagen:
Yahoo Noticias

No puede dejar de dar cierta risa interior la forma como las personas que no hacen parte de la Iglesia en forma viva y participativa, plantean la elección del nuevo obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal. Se trataría, más o menos, como de la elección de un político para un puesto importante, antecedida tal elección de toda clase de alianzas, intrigas, zancadillas, secretos inenarrables, etc. Además, sería la lucha entre unos que se dicen progresistas, si esto tiene algún sentido real, y los conservadores (lo mismo, si esto significa algo en concreto). Y sería también la lucha por el máximo poder (¿?) en la Iglesia, lucha que podría ser entre continentes, razas, culturas, etc. En últimas, elegir un nuevo papa, para los ajenos vitalmente a la Iglesia, no pasa de ser una pura trama humana, en al cual no intervienen ni Dios, ni su Hijo Jesucristo y mucho menos el Espíritu Santo. Más despistados, imposible.

Recientemente, el arzobispo emérito de Bogotá, cardenal Rubén Salazar, ha dado entrevistas en las cuales ha explicado con mucha claridad la profundidad y la seriedad de un cónclave. Él fue partícipe de uno de ellos. Los cardenales llegan a Roma con una carga interior inmensa y un sentido de responsabilidad únicos pues deben dar a la Iglesia un nuevo pastor según los designios de Dios. Por eso el cónclave está precedido de sesiones de trabajo y oración, que marcan el carácter de esta reunión única en el mundo. 

En los más de 130 cardenales que conforman el cuerpo electoral se acumula una gran sabiduría de la Iglesia de hoy y de siempre. Se hacen presentes en forma simultánea, quizás como en ninguna otra organización mundial, prácticamente todas las culturas del mundo, las naciones, las lenguas. Pero se hacen especialmente presentes las grandes aspiraciones de la humanidad, de la que siente sed de Dios y de justicia, de la que no quiere perder las esperanzas de un mundo mejor, de la que cree firmemente en la bondad del ser humano, de la que siente aversión absoluta por toda violencia y toda guerra. Y el color púrpura que cubre a los prelados en cónclave significa que por estos ideales hasta la sangre están dispuestos a derramar.

La historia de los papas es increíble en todo sentido. Pese a leyendas llenas de falsedades, que han inventado los enemigos de la Iglesia, cada uno ha sido el mejor para cada momento de la historia. Bastaría recorrer los últimos dos siglos para ver en cada pontífice del momento, sin la menor duda, el hombre de Dios para proclamar la doctrina social de la Iglesia, o la importancia del Catecismo, o el valor del ordenamiento jurídico en la comunidad creyente, o la lucha por la libertad en medio de totalitarismos feroces, o la actualización de la Iglesia, o el valor inexpugnable de la vida, o la valentía para predicar el Evangelio a todas las gentes de todo el mundo, o la importancia de la sana doctrina o la sencillez y la humildad como las fuerzas más potentes de la Iglesia. Todo esto y mucho más, ha dado cohesión y unidad a la Iglesia y la ha mantenido activa y fiel a la misión recibida de ir a predicar el Evangelio a todas las gentes y a bautizar en nombre de la Trinidad Santa.

En este tiempo de Pascua, la liturgia propone a la Iglesia la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí brillan con potencia los apóstoles Pedro y Pablo, dedicados de lleno a abrir caminos imposibles para la fe. Hombres del Espíritu, apóstoles de Jesucristo, obedientes a Dios antes que a los hombres. Marcan así la impronta de todos los sucesivos apóstoles de todos los tiempos y, con más veras, de quien sea llamado a gobernar el timón de la Iglesia. 

Quien sea elegido ahora para ser pastor universal será, no solo el sucesor legítimo del apóstol Pedro, sino también y, sobre todo, continuador de la obra de Jesucristo, quien ha prometido fortalecerlo en toda circunstancia y darle palabras a las que nadie podrá resistirse.

La vida de Pedro y Pablo, una vez se han encontrado con el Cristo Resucitado, ya no es la misma. Por el contrario, se hace más exigente y difícil. Llena de controversias, acusaciones, expulsiones, actos heroicos por la fe, muerte en la cruz. Nunca ha sido diferente la vida de los papas y no lo será en nuestra época. 

Como pocas veces, al mundo, no solo a la Iglesia, le conviene tener obispo de Roma, un papa, que siga siendo vocero claro del Jesús de los Evangelios, voz de los pobres, escrutador de los corazones de los poderosos, signo inconfundible del Dios vivo y verdadero que mora entre los hombres. Y esa es la persona que, por medio del servicio de los cardenales, Dios dará a su Iglesia, sin que los creyentes, los bautizados, los que vivimos en Iglesia, tengamos la menor duda de ello. El Buen Pastor ha prometido estar siempre con su Iglesia: así ha sido y lo seguirá siendo.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección- El Catolicismo.com.co
Aumentar
Fuente
Disminuir
Fuente

Otras noticias

#007300

Otros editoriales y opiniones