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El drama venezolano en Colombia

27 de agosto de 2018

Colombia no se había visto jamás ante un drama de carácter humanitario como el que ahora se contempla en todo el territorio y del cual son protagonistas los ciudadanos…

Las carreteras nacionales, los parques de las ciudades, los terminales de transporte, los albergues, las calles y andenes son hoy los tristes lugares donde miles de personas llegadas del país vecino tratan de sobrevivir dignamente. El éxodo actual tiene dimensiones bíblicas pues recuerda el drama del pueblo de Israel deportado de su antigua tierra hasta Egipto o Mesopotamia u otros lugares. Pero recuerda también las escenas dantescas de la segunda guerra mundial o de la actual guerra en Siria. Es absolutamente escandaloso e inaceptable que millones de personas deban abandonar su patria de origen a causa de un tirano que los ha llevado hasta el hambre y la miseria y ante la mirada indolente de la comunidad internacional. Y el hecho cumplido e innegable es que en Colombia deambulan hoy miles de hermanos venezolanos y es imperativo auxiliarlos con prontitud.

Son varias las tareas por hacer. La primera es seguir denunciando con la mayor fuerza posible al autor o los autores de este drama que avergüenza a la humanidad entera. No caben más medias tintas ni más voces de apaciguamiento. El tirano y sus colaboradores deben ser presionados de tal manera que, o cambian sus políticas o dejan el poder para dar paso a otro gobierno democrático, justo y libre. Aunque a veces las denuncias parecen caer en el vacío, si desde diferentes sectores, instituciones, naciones, iglesias, se eleva la voz, seguramente se producirán cambios tarde o temprano. Lo que no se puede hacer en este momento es callar o ser complacientes con el gobierno venezolano pues sería tanto como favorecer su injusticia y su despiadada política de hambre y expulsión de sus connacionales.

La segunda acción es responder los más pronto posible a las necesidades más básicas de los inmigrantes: techo, comida, medicinas, transporte, seguridad. Hay que reconocer que el Estado colombiano ha dado una buena respuesta a esta oleada de personas desplazadas de su propia nación. Pero no es suficiente. Ya la Iglesia, a través de las diócesis también ha dado respuestas diversas. Pero es importante que la sociedad civil se mueva ante esta situación que estremece el corazón humano. El problema es complejo y no siempre es fácil descubrir cuál sea la mejor respuesta. Pero para no dejar que las discusiones enreden las buenas voluntades, debe decirse que gentes que atraviesan departamentos enteros y hasta países, en busca de destinos inciertos, están siempre necesitadas de albergue, de alimentos, de ropa, de medicinas, de asistencia médica y siempre de algún dinero. En torno a estas necesidades deben girar las primeras respuestas. Después hay que ensanchar nuestra nación para que los desterrados encuentren hogar definitivo, trabajo decente, oportunidades de estudio, protección social. Por donde se le mire, el problema plantea para los colombianos un reto inmenso, de esos que los colombianos sabemos resolver porque gracias a Dios nos hicieron solidarios de nacimiento.

Y tal vez la tercera acción es velar para que por ningún motivo se siembre ni mucho menos crezca un espíritu de rechazo al extranjero. Ante Dios y en la Iglesia no hay extranjeros, sino únicamente hijos que siempre deben ser acompañados, protegidos, orientados. Es cierto que las necesidades por resolver en Colombia son innumerables y hay que seguir luchando porque se resuelvan prontamente. Pero lo que ha llegado al país requiere del concurso y la buena voluntad de ciudadanos e instituciones, Con toda seguridad, de la respuesta integral que se dé a la migración masiva de venezolanos a Colombia se derivarán también muchos bienes para nuestra nación. Es un fenómeno que nos obliga a ser creativos, a invertir dinero, a abrir puertas, a dar oportunidades y todo esto suele terminar en la creación de nuevas realidades que benefician al que llega y al que recibe. Dios quiera que paulatinamente el drama de los ciudadanos de Venezuela en Colombia se transforme en una bendición para ellos y para nosotros. Seguro que será así.

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