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Corrupción, sistema y conciencia

21 de agosto de 2018

El solo hecho de que los ciudadanos digan en voz alta que están agotados de ver cómo se saquea impunemente al país, es ya un avance en muchos sentidos

Los colombianos están siendo convocados a una votación el día 26 de agosto de 2018 para eliminar de la vida política nacional prácticas que han dado paso a una imparable corrupción en todos los niveles. Aunque hay muchas dudas sobre los efectos prácticos y legales que la consulta pueda tener, el solo hecho de que los ciudadanos digan en voz alta que están agotados de ver cómo se saquea impunemente al país, es ya un avance en muchos sentidos. Las cifras de lo que pueden estar robando los corruptos cada año del erario público es tan alto que no falta quien se pregunte si son números reales o meras suposiciones. Son verdaderas y la prueba de ello es la cantidad de necesidades básicas que en cualquier nación medianamente civilizada ya deberían estar resueltas, pero que entre nosotros mantienen en agonía a amplios sectores de la población.

¿Cuál es o cuáles son las causas de este desenfreno que ha convertido en verdaderos ladrones a tantas personas? Algunos postulan la cultura generada por el narcotráfico y que tiene como única consigna el conseguir dinero al precio que sea y en la mayor cantidad posible. Otros hablan de una dificultad casi invencible para derrotar la pobreza con el solo trabajo honrado de toda una vida, aunque en realidad la mayoría de corruptos están lejos de pertenecer a los pobres de Colombia. También se argumenta que desde hace mucho tiempo desapareció en Colombia cualquier tipo de educación ética y moral y quienes acceden al poder se sienten situados allí para sacar tajada y poco más. Cualquiera sea la razón, el daño que está haciendo la corrupción al país es de proporciones inimaginables. Mientras se encuentran las causas y las soluciones, un grito de la ciudadanía para detenerla no sobra ni es superfluo.

En la Iglesia siempre ha habido una especie de escepticismo respecto a las culpas del sistema o de las estructuras. En sí mismo ni el uno ni las otras hacen corrupto a nadie. La corrupción es una actividad humana, de personas concretas, con nombre y apellido y solo ellas son responsables. Sistemas y estructuras son lo que las personas hagan de ellos. La Iglesia propugna por la necesidad de formar la conciencia de las personas en el recto obrar, cualquiera sean las circunstancias en que transcurran sus vidas. Desde tiempos inmemoriales la fe judeo-cristiana ha enseñado a no robar y lo sigue haciendo. Mientras no se llegue al corazón de cada hombre y cada mujer para que haga de la honestidad un principio rector de su vida, siempre existirá un riesgo mayor de que la corrupción se haga presente. No se puede vigilar a nadie todo el día, no es posible ni deseable que en cada despacho público y privado haya una cámara escondida para pescar al delincuente que quiere apropiarse de aquello que pertenece a todos. Esto es lo que tiene que hacer la conciencia personal, pero si no está despierta y bien formada, de poco y nada sirve.

Para no delegar estos imperativos en otros, tendríamos que decir que la Iglesia y todas las iglesias cristianas, amén de las demás religiones y quizás el sistema educativo y la familia, tienen que ponerse la mano en el corazón y sentir la debilidad ética de la ciudadanía colombiana para ver cómo asumimos de lleno la tarea de darle sustento ético a nuestra vida social. Esta formación ética y moral se ha debilitado un poco en la Iglesia por temor a ser vistos como moralizantes o cosa parecida y con eso nos han neutralizado. La fe cristiana tiene un componente ético muy fuerte y muy lógico como derivado de la enseñanza de la Sagrada Escritura y del mismo Jesucristo. Se hace necesario retomarlo y volver a incluirlo en el habitual discurso eclesial pues actualmente es un discurso muy humano, muy amoroso, muy comunitario, pero le puede estar haciendo falta ese carácter imperativo que ayuda a las personas a orientar su vida con honestidad y rectitud. Demos, pues, este primer paso: enseñar de nuevo lo que ante Dios es recto y es obligatorio: no robar.

 

Imagen: cadena de Whats App

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