Comunicar con sabiduría y eficacia
El papa Francisco ha resultado ser un comunicador de primer orden, capaz de cautivar con sus palabras y gestos tanto a los miembros de la Iglesia como a muchas otras…
Nadie podría negar que la gran característica de la época presente es la comunicación llevada a unos niveles insospechados. No hay peor mal hoy en día que estar incomunicado pues equivale prácticamente a no existir. Y es grave problema no saber comunicar, bien sea a nivel personal o institucional. Por eso, la comunicación ha dejado de ser algo simplemente natural y se ha convertido en todo un arte que da ventajas a quien lo practique bien y dejará rezagado a quien no sea hábil en este campo. El papa Francisco ha resultado ser un comunicador de primer orden, capaz de cautivar con sus palabras y gestos tanto a los miembros de la Iglesia como a muchas otras personas en todo el mundo.
Precisamente esta virtud del pontífice ha planteado un enorme reto para el resto de la Iglesia. No basta con predicar día y noche, semana tras semana, mes a mes. Hay que hacerlo de tal manera que produzca enormes frutos en los oyentes. No son suficientes las obras de caridad si no llevan un claro toque de amor y misericordia cristianas. Es inútil seguir escribiendo extensos documentos si el lenguaje utilizado no logra sintonizar con el que usan el hombre y la mujer de nuestro tiempo. Tampoco se trata de acumular estaciones de televisión y radio, o canales en las redes. Todo esto, a nivel de Iglesia, debe hacerse con tal gracia y sabiduría que logre llevar la alegría de Jesucristo a cada oyente o televidente o usuario de redes. Y hasta los medios más elementales usados en parroquias, tales como carteleras, boletines, avisos parroquiales, deben pensarse hoy en términos de efectividad y no simplemente de una oferta sobre la cual no se conocen sus resultados para la comunidad cristiana.
El reto par al Iglesia es inmenso, al menos por dos razones. La primera, la infinita cantidad de información que llega hoy a todas las personas o que está a su disposición. ¿Cómo hacer, pues, para que lleguen a las fuentes de la evangelización? La segunda, el duro corazón de muchas personas en la actualidad respecto al Evangelio y a la Iglesia. ¿Cómo hacerles ver un mensaje vivificador y dador de esperanza que realmente las atraiga y cautive? Ninguna fuente eclesiástica, llámese predicación, curso, taller, seminario, retiro, clase, puede decir que tiene la audiencia totalmente cautiva y siempre atenta. Al contrario, cada vez se requiere más empeño para que los sujetos de la evangelización atiendan la voz de la Iglesia. Y tampoco se puede afirmar que hoy en día sea cosa lograda la conversión de los corazones hacia Cristo por la sola predicación. Allí hay mucho terreno por recuperar pues a veces se produce el efecto contrario.
Entre los muchos esfuerzos de renovación que hoy se están tratando de realizar en la Iglesia, se requiere darle prioridad total al de la comunicación que desde ella se da. Nadie puede conformarse con las personas que van a la misa o a grupos parroquiales. Son parte muy pequeña del cuerpo eclesial. Es necesario plantearse la manera más efectiva y más evangélica de llegar a tantas personas que se saben parte de la Iglesia, pero no participan de su vida de crecimiento y conversión. Es una epopeya comunicativa la que hay que plantear hoy en todas las huestes evangelizadoras para llevar todos los bienes espirituales dados por Cristo a la multitud. Y hacerlo con capacidad de transformar vidas, suscitar la fe, incrementar el amor a Dios. Quiere esto decir que hay que volver a fijarse bien cómo hizo Jesús su labor de comunicar la buena nueva, cómo lo hizo la Iglesia en sus mejores momentos y qué herramientas están hoy a disposición para que nadie se quede al margen del anuncio de la salvación
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