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Doctrina Social de la Iglesia: definición y principios rectores

 

9 de agosto de 2024
Imagen:
de referencia - konuco.com
Sexta entrega en relación a 'The Economy of Francesco'.

La crítica aguda y contundente del papa Francisco a una economía neoliberal, que arrasa con el medio ambiente, que destruye y mata a los seres humanos; en la que se ha despojado a millones de personas de su dignidad y que les ha reducido a ser meros instrumentos para la generación de riqueza en el marco de un sistema que se supone generaría un derrame del capital hacia los sectores más vulnerables y excluidos de la humanidad, pero que en realidad solo ha reforzado las grandes desigualdades socioeconómicas en las últimas décadas, es esa voz que clama en medio del desierto y que, siguiendo el mensaje del Evangelio, se decanta en una opción preferencial por los pobres y tiene un asidero teológico importante dentro de nuestra tradición católica: la Doctrina Social de la Iglesia. 

Se trata de una enseñanza fundamentada en el Evangelio y en la praxis teológico-pastoral, que en ámbitos como lo social, lo político, lo cultural y lo moral brinda una orientación a las problemáticas y a las dificultades que afectan al ser humano como agente histórico dentro de su contexto temporal. 

Esta importante doctrina responde a los retos que se imponen en nuestra realidad, mediante la generación de crítica y planteamiento de soluciones para cada desafío específico. Se trata de una teología moral-social, que está fundamentada en la Sagrada Escritura, en el Magisterio, en la tradición apostólica y en la praxis pastoral. Doctrina que se vale de aportes conceptuales y teóricos de la filosofía y las ciencias sociales para una mejor comprensión de las realidades socio-históricas del mundo contemporáneo.

La Doctrina Social de la Iglesia apunta, -por medio de la relación entre fe y razón-, hacia una aplicación del mensaje de nuestro Señor Jesucristo que permita la manifestación de su plan de salvación y redención para la humanidad. En este sentido, promueve la promoción de la dignidad humana, su defensa y el desarrollo de principios que, como pilares, refuercen su fundamento y coherencia. 

Es pues, esta enseñanza, una contribución para la búsqueda de la verdad sobre el sentido y el rol del hombre en el mundo, orientada a la construcción social de un orden más justo y fraterno que garantice la dignidad humana de las personas. 

Teniendo presente esta modesta definición, examinemos algunos principios que corresponden a esta doctrina:

La solidaridad marca una pauta hacia la fraternidad humana, hacia el apoyo interpersonal; logra mover a las personas a un sentido de comunidad, que nos hace conscientes de la necesidad del bienestar colectivo para poder coexistir. Se trata de un compromiso y empeño para la promoción común de un sentimiento de corresponsabilidad, que implica el ejercicio de la misericordia y del amor fraternal, aspecto que ha de sobrepasar cualquier barrera de índole humano, dado que nos lleva a reconocer la hermandad que nos une en el amor universal de Cristo. 

Aunado a la solidaridad, es menester la articulación de esfuerzos que conlleven al fomento de la dignidad humana y del bien común, aspecto que a su vez fundamenta la construcción de la comunidad humana; estamos hablando de la participación social, principio que promueve el deber social de contribuir desde nuestra humanidad y como hijos de Dios al progreso y desarrollo de los pueblos.

Social e individualmente, los seres humanos tenemos la responsabilidad de procurarnos condiciones materiales que garanticen nuestro bienestar, a partir de la actividad productiva. No obstante, debido a limitaciones de orden sociopolítico, a millares de personas les es imposible conseguir este objetivo. Por esta razón, el Estado debe velar por la promoción social de los excluidos. Incluso este principio impulsa a que sociedades de orden superior contribuyan al desarrollo humano, a partir del apoyo a otras comunidades que no cuentan con las mismas condiciones técnicas y materiales, en las que sus ciudadanos no tienen acceso a condiciones de vida digna. 

Esta ayuda para el progreso y el avance que es de orden global, en la Doctrina Social de la Iglesia es conocida como subsidiaridad. Las garantías que deben brindar los Estados han de apuntar, por consecuencia, a una redistribución de la riqueza generada. Desde luego, el derecho a la propiedad privada contribuye a garantizar condiciones dignas para la existencia, pero la acumulación y el acaparamiento en detrimento de la comunidad se constituye en un pecado de gravedad. 

La creación y sus bienes corresponden a todos los seres humanos y han de repartirse equitativamente. Este principio demanda un cuidado hacia los pobres, dado que están sujetos a condiciones de marginación que frenan su desarrollo. Actuar de manera contraria a este principio, - que denominamos principio del destino universal de los bienes -, implica una ofensa y una afrenta para con Dios y su Plan Divino.

Como hemos podido analizar en las anteriores entregas, la opción preferencial por los pobres está en el centro y en la esencia del Evangelio, puesto que ha sido nuestro Señor Jesucristo quien durante el ejercicio de su ministerio nos ha dado ejemplo de su aplicación: siendo rico en gran medida, siendo rey del universo, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, como se advierte en la segunda carta paulina a los Corintios. 

Por tanto, la orientación de la Doctrina Social de la Iglesia se centra en la defensa de los pobres. La solidaridad con ellos implica una fidelidad al Evangelio y a la Santa Iglesia. Este principio supone salir de nuestra zona de confort y acercarnos a los excluidos, a los mendigos, a los hambrientos, a los más vulnerables, a aquellos a quienes les ha sido arrebatada la esperanza de un futuro mejor con el fin de protegerlos y, por medio de la Buena Nueva del Plan de Salvación de Dios, contribuir a su promoción terrena y espiritual. 

Podemos, entonces, constatar que las reflexiones y denuncias proféticas del santo padre Francisco jamás transgreden la esencia del Evangelio, sino que se enmarcan en una práctica pastoral en la que se ha llegado a comprender la esencia del Plan Divino. Es el cariz de una teología moral que acomete el socorro y cuidado que debe procurar un buen pastor para la grey del Señor, cuyo fundamento radica en el amor y la gracia que nuestro buen Jesús ha extendido hacia nosotros. 

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*Por: Pbro. Fabi Said Castro, administrador parroquial Santa María de Pentecostés / Capellán Instituto San Pablo Apóstol.

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