Sobre una película
No tengo ninguna credencial que diga que mi juicio es objetivamente bueno. Aun así, por amistad, por sugerir las cosas excelentes, les recomiendo una película que acabo de ver. La encontré por casualidad, e inmediatamente supe que era de lo mejor que he visto en mucho tiempo.
No sé de cine casi nada, eso me absuelve de toda culpa, además me autoriza para darle a esta recomendación el tono más familiar. Por lo mismo, me he abstenido de buscar fichas técnicas, nombres, estudios de los juiciosos de siempre, para dedicarme a las impresiones más inmediatas.
¿Qué vemos cuando miramos al cielo? Es, sí, una especie de romance, pero muy lejano a esas melcochas melodramáticas, herencia de la telenovela mexicana y la mentira gringa a la que estamos acostumbrados. Este romance liviano, que es casi el prólogo de la película, aparece después reducido a un excelente pretexto para desenvolver la magia de una ciudad, Kutaisi.
Va más o menos así: una pareja joven se conoce de forma casual, como casi todas, mientras coinciden en el camino. Detrás de la dicha aparece la envidia, y un encantamiento los separa haciéndolos parecer otros, mudándoles las apariencias. Los enamorados ya no se reconocen, ya son otros, deben esperar y descubrirse detrás de nuevas formas. En fin, un toque mágico, sin chispitas, y que genera la tensión a lo largo del film.
Hay otros detalles: no sé por qué pensé tanto en Amélie durante toda la cinta (sí, Amélie, lo siento, ¡tengo pocos recursos!): las voces del narrador que desentraña la historia y que nos conduce; los juegos de cámaras; la búsqueda por definir y darle un rostro al amor que ya se ha sentido pero que se escabulle; la ciudad protagonista. No obstante, esta referencia, de existir, es solo un guiño, para después desplegar todo el vuelo del que nos hará disfrutar.
Esta película hermosa, llena de rostros, se puebla de personajes anónimos: niños, perros, balones, etc., y plagada de gestos deliciosos que no se le ocurre a uno de dónde los sacan, haciendo que todo se cargue de narrativa. Hay historias inconclusas, escenas fugaces de vidas que se cruzan y no nos queda más que añorar un desenlace.
Algo más: esta magia -hechicería- que sobrevive y flota sobre una ciudad de fútbol y proyectores, es apenas malvada, y es que en toda la obra abunda la esperanza: esa tensión optimista nunca es artificial ni empalagosa como los enlatados de Disney.
La esperanza está de fondo, dada por descontado, natural. No sé si detrás del título se esconde alguna intención de inmanentismo, no sé ni siquiera si está bien traducido. Sé que me gustó, y que podría gustarles.
Esta película desenfoca la historia supuestamente principal, para arrojarnos a la vida de una ciudad, pero, sobre todo, la vida de un verano. Los juegos, el parque, el café, los árboles, las parejas...todo está bañado por un sol -y una lluvia de verano- que proyecta una vida alegre sobre todo cuanto nace.
Con un mundial de futbol como telón de fondo, que nos recuerda los cuentos de Sacheri, esta película es también una nostalgia al sol que transforma las percepciones, la nostalgia optimista de un Verano Italiano.
En conclusión: el esfuerzo por presentar algo bello a veces sale mal, escurre lágrimas negras de esfuerzo. Pero esta película, sin miedo de parecer ridícula por su sensibilidad dedicada, es tranquilamente bella. Bella, sin esa afectación encriptada de ese cine que nos deja por fuera por ser culto.
Quiero decir, no te agobia con diálogos empachados en existencialismo francés, ni la verdad rivaliza con la alegría, ni las calles y los diálogos están manchados de ideologías trasnochadas. Aquí lo bello se te encarama a los ojos. El miedo te viene después, no viene con el film, porque te asusta que algo tan sublime exista, y de existir, sufre amenazas de este lado de la realidad.
Y como los favores son completos, aquí les va el link de la película:
https://cinefiliamalversa.blogspot.com/2021/11/ras-vkhedavt-rodesac-cas-vukurebt-que.html
Y para escuchar en Spotify algo sobre Eduardo Sacheri:
https://open.spotify.com/episode/74oCojIwykt2cLzFtEshc6?si=cnTP76QoTW6YQ9xkARwmcQ
Por: Pbro. Jesús Arroyave Restrepo, párroco en Santa María Micaela y San Mario - capellán del colegio Adveniat
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