La paradoja del dar: un enfoque teológico, filosófico y político
Había una vez un padre llamado Dádivo, un hombre de gran corazón que tenía dos hijos: Diling y Pérezum. Ambos crecieron bajo su techo y recibieron el mismo amor y apoyo, pero tomaron caminos muy distintos en la vida.
Por una parte, Diling, lleno de grandes aspiraciones y de determinación, se afianzó en el respaldo de su padre para estudiar y emprender. Con cada oportunidad creció, creando un negocio que benefició a toda la comunidad. Entendía que el apoyo de Dádivo era una inversión en su potencial y que, en la medida en que más lograba, más podía ganar. Su progreso se convirtió en un círculo virtuoso de esfuerzo y recompensa, reflejando la sabiduría bíblica: "Al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia".
Pérezum, por otra parte, se convirtió en un símbolo de la pasividad. A pesar de recibir el mismo apoyo, nunca aprovechó las oportunidades que le brindaba su padre. Cada vez que Dádivo le ofrecía ayuda, él la dilapidaba, convencido de que siempre habría más. Y así, en lugar de crecer, se estancó en su comodidad y en su desidia. El texto bíblico vuelve a reflejarse aquí con mayor contundencia: "Pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". La ayuda, que podría haber sido una bendición, se convirtió en una maldición, perpetuando su dependencia y condenándole a la mediocridad.
Desde una perspectiva filosófica, la situación de Dádivo y sus hijos nos remite al valor ético de la responsabilidad. Aristóteles advertía que la virtud reside en el equilibrio, en encontrar el justo medio entre los extremos.
Dádivo, con sus buenas intenciones, cayó en la trampa de los excesos: dio demasiado a quien no estaba dispuesto a cambiar, y al hacerlo perpetuó la falta de virtud en Pérezum. Tan solo si Dádivo hubiese permitido que su hijo afrontara situaciones que le resultaran desafiantes, éste hubiese podido desarrollar una capacidad de resiliencia, que conllevase a una determinación por mejorar y hacerse responsable de su vida, en beneficio incluso de sus relaciones sociales, tal como ocurrió en la parábola del hijo pródigo, reseñada en el Evangelio según san Lucas: El hijo pródigo, al verse aislado de su casa, habiendo derrochado su herencia y al atravesar grandes adversidades tuvo un arrepentimiento genuino.
Justamente es la dificultad, como sugirió el filósofo colombiano Estanislao Zuleta, la que permite asumir la complejidad de la vida y conlleva a aceptar que el esfuerzo es esencial para cualquier proceso en la experiencia de vida; ésta no es un enemigo, sino que se constituye en un pilar fundamental que permite que la vida se nutra y sea más plena, en otras palabras, el crecimiento y el desarrollo personal y social requiere de enfrentar dificultades y problemas dado que contribuyen a forjar el carácter.
Kant, con su énfasis en la autonomía y la dignidad humana, diría que Pérezum nunca actuó de manera autónoma, jamás alcanzó la mayoría de edad ni las luces de la ilustración. Se convirtió en un simple receptor de la voluntad ajena, sindesarrollar su propia capacidad de decisión y acción. Por lo tanto, el imperativo categórico de Kant, que nos insta a actuar de manera que nuestras acciones puedan ser una ley universal, se quiebra aquí. Si todos actuaran como Pérezum, la sociedad colapsaría bajo el peso de la dependencia.
Nietzsche, con su crítica a la moral de los débiles, vería en Pérezum un ejemplo de lo que él llamaba "el último hombre": Alguien que evita el dolor y el esfuerzo a toda costa, satisfecho con el placer inmediato y el mínimo esfuerzo.
Para Nietzsche, el verdadero poder está en la superación personal, en la voluntad de poder que impulsa a Diling a trascender sus circunstancias y crear algo nuevo.
El Estado, los subsidios y el ciudadano
En el ámbito político, la historia de Dádivo representa una alegoría de las políticas públicas y la intervención estatal. El dilema de Dádivo se refleja en los debates sobre el papel del Estado en la vida de los ciudadanos: ¿Debe el gobierno ser un proveedor constante o un facilitador de oportunidades? Pérezum es el producto de una política que, aunque bienintencionada, perpetúa la pobreza.
Las políticas asistencialistas, basadas en subsidios incondicionados, buscan aliviar el sufrimiento inmediato, pero a menudo fallan en abordar las causas profundas de la pobreza. En su libro Camino de servidumbre, Hayek advertía que la dependencia excesiva del Estado podía llevar a la erosión de la libertad individual y al estancamiento económico. La ayuda sin condiciones convierte al Estado en un padre sobreprotector que, en lugar de fomentar el crecimiento, sofoca la iniciativa personal.
Diling es el ejemplo de un enfoque diferente: El Estado como catalizador del desarrollo. Este tipo de políticas no solamente proporcionan recursos, sino también condiciones para que los individuos crezcan: Educación, capacitación, apoyo a emprendedores.
John Stuart Mill, en su defensa de la libertad individual, argumentaba que el mejor gobierno es aquel que, en lugar de interferir en la vida de los ciudadanos, crea las condiciones para su florecimiento. En este sentido, el apoyo que recibió Diling se parece más a una inversión que a un subsidio, fomentando su autonomía y su capacidad de contribuir al bien común.
Cuando Dádivo, exhausto y sin recursos, anunció que no podía seguir manteniéndolos, Diling aceptó el reto. Había aprendido a valerse por sí mismo y a multiplicar lo que se le daba. Pero Pérezum, que nunca se había enfrentado a la necesidad, se sintió traicionado y perdido. La frase bíblica "aun lo que tiene se le quitará" aplicó de forma tajante: lo poco que tenía, su dependencia, también se desvaneció.
Dádivo, en un último intento por ayudar a Pérezum, le pidió a Diling que lo sostuviera. Este, con el deber filial en mente, aceptó. Pero pronto se dio cuenta de que el peso de la inacción de su hermano amenazaba con destruir lo que con tanto esfuerzo había construido. Adam Smith, en su Teoría de los Sentimientos Morales, argumentaba que la compasión tiene un límite cuando se enfrenta a la propia supervivencia. Diling, agotado y frustrado, finalmente se negó a seguir manteniendo a su hermano. La justicia, tanto en la ética personal como en la economía, requiere límites.
La parábola de los talentos en la Biblia nos enseña que a quien se le da, se le exige, y a quien multiplica, se le recompensa. El error de Dádivo no fue dar, sino dar sin exigir responsabilidad. El verdadero acto de amor no está en proporcionar recursos incondicionalmente, sino en inspirar la capacidad de crear, de multiplicar.
Desde una perspectiva filosófica, la historia de Diling y Pérezum nos recuerda que la verdadera libertad implica responsabilidad, asumir las consecuencias de las acciones propias y cumplir con los compromisos asumidos con otros. Jean-Paul Sartre decía que estamos condenados a ser libres, y esa libertad conlleva la responsabilidad de nuestras elecciones. Diling eligió crecer; Pérezum eligió estancarse. Desde una perspectiva cristiana, la ayuda del padre, como la gracia divina, está ahí para todos, pero solo quienes la aceptan con un corazón dispuesto a crecer pueden realmente beneficiarse de ella.
Reflexión final: La política, la filosofía y el espíritu humano
La historia de Dadivo, Diling y Pérezum es una metáfora rica en significados teológicos, filosóficos y políticos. Nos enseña que la verdadera caridad no es dar sin medida, sino dar con sabiduría. Un Estado benefactor no es el que protege a todos eternamente, sino el que empodera a cada uno para que encuentre su propio camino, aquel que posibilita los medios para potenciar habilidades y destrezas en la ciudadanía, que a futuro contribuyan a la generación de riqueza y al desarrollo social.
El verdadero amor no es evitar el sufrimiento, sino permitir que cada individuo crezca a través de sus desafíos.
En última instancia, el desafío para Dádivo, como para cualquier gobierno o padre, es saber cuándo ayudar y cuándo dejar ir. Solo así podemos construir una sociedad donde todos, como Diling, puedan florecer, y donde, incluso aquellos como Pérezum, puedan encontrar su propio camino hacia la redención y la autosuficiencia.
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*Por: Pbro. Fabi Said Castro, administrador parroquial Santa María de Pentecostés / Capellán Instituto San Pablo Apóstol.
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