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Conjura contra el Nombre

24 de abril de 2024
Imagen:
de referencia - elcomercio.pe

El otro día vi, en el perfil de Instagram Banrepcultural, una publicación que celebraba el nacimiento de Radio Sutatenza, alababa su obra alfabetizadora, su extensión y dimensiones, etc. Me pareció curioso que se referían a su abanderado con el justo nombre de “José Joaquín Salcedo, el llamado Quijote de los medios”.  En uno de los comentarios, un seguidor desenfadado, no sin algo de ironía, pone en mayúscula: “MONSEÑOR José Salcedo.  Radio Sutatenza fue una gran obra de la Iglesia católica en pro de la educación de las gentes del campo”. Quizá este ejemplo no termina de ser muy claro. Aquí va otro.

En el Instituto Caro y Cuervo tienen como cometido no dejar morir nuestra identidad americana, colombiana, por eso se empeñan en rescatar y conservar nuestras raíces, nuestras tradiciones. No es un lugar confesional, obviamente, se declara laico – porque en este país del Sagrado Corazón el rubor de las mejillas nos lo irriga el cerebro-. Y eso está bien. Pero vamos a ver un asunto: ¿Podemos ver tradición quechua, cosmovisiones ancestrales y religiones indígenas sin miedo a romper las gloriosas tablas de la laicidad, pero no podemos proponer cursos de cristianismo? ¿No nos constituye? No, porque es una religión. 

Pero al menos para salir de la ignorancia, al menos para saber en qué creyeron los que dieron nombre a sus propias instituciones, ¿no podríamos ver algo de cristianismo? De libros sí podemos hablar, pero no de fe. De pueblos sí podemos hablar, no de leyes que brotan de ideas cristianas. De lenguas si podemos hablar, no de los misioneros que escribieron sus gramáticas. Podemos hablar de muchas cosas, pero no del Nombre.

Alguno creerá que tengo tendencias conspiranóicas, pero a mí esto me parece pura ingeniería, y no puedo dejar de mirar con sospecha el que se amputen trozos esenciales en la historia, que se nos cargue siempre con un aura densa que resumen con la palabra oscurantista

El legado cristiano es sometido a un juicio desigual. Son el principal objetivo de tantos estudios que sacan pecho por liberarse de las opresiones del sur, por llamarse decolonialistas, pero que leen la historia con las herramientas inglesas y anticatólicas. En esta actitud aclamada como liberadora no hay culpables, aquí lo que se pretende es “sacudir esa herencia nefanda que ha dejado el cristianismo”

No pronunciar el Nombre era una orden, es una orden que siempre, desde los apóstoles, reciben los cristianos. Pero dejo –siembro esa duda- que nuestros padres fueron creyentes: lo fue Galileo, lo que fue Kepler, Vico, Dante, Miguel Ángel, Rufino Cuervo, Saavedra- y su Quijote-. Lo querían ser Borges, Unamuno y Weil, pero no les dio; lo son muchos científicos ganadores del Nobel. Lo son mareas de gentes sencillas y algunas que no tanto… Pero ahora parece de más cultura el que no cree. Es más chic ser ateo, “no asociarse a esa comunidad oscura, retrograda de la Iglesia”, aseguran no pocos. Ahora es más alabado soltar esa fraternidad, abandonar esa esperanza. En temas de religión la moda está en hacernos agnósticos, y en temas de agenda internacional se nos empuja al radicalismo. 

 En fin. Digo que en ese entusiasmo negacionista hay mucho complejo, mucho engaño, y mucha hipocresía. El mismo Papini (se me olvidaba: primero ateo furibundo, luego ferviente católico) lo dice mejor que yo: 

 

Rascad los frescos de las iglesias, no dejéis ni un cuadro ni en el templo ni en las casas; pero la vida de Cristo llena los museos y las galerías de cuadros. Arrojada a la hoguera misales, breviarios y libros de rezos y volveréis a tropezar con su nombre y con sus palabras en todos los libros de la literatura. Las blasfemias mismas son un recuerdo involuntario de su presencia”. (Historia de Cristo).

 

En fin, crean o no crean, sean cristianos, musulmanes, hindúes…, si nuestro pueblo se ha de transformar, por el peso de los años, por la fuerza de este gregarismo ilustrado, si se han de hacer ateos los hijos de los que creyeron, ¡que sea!, pero que no se digan mentiras: ¡También fuimos cristianos!. Y todo lo que fue cristiano y bueno, no se nos roba, nos enorgullece, y nos pertenece. Antes dije que Dante, Miguel Ángel, fueron cristianos. Me equivoqué. Lo son todavía. y lo serán ya siempre.

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*Por: Pbro. Jesús Arroyave Restrepo, párroco en San Mario - capellán del colegio Adveniat.

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