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"Y seréis odiados - odiados - de todos por causa de mi nombre" (Mt 10:22)

28 de junio de 2017
"Y seréis odiados - odiados - de todos por causa de mi nombre" (Mt 10:22)

Los cristianos son, por tanto, hombres y mujeres "contracorriente". Es normal, porque el mundo está marcado por el pecado, que se manifiesta en diversas formas de…

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy reflexionamos sobre la esperanza cristiana como fuerza de los mártires. Cuando, en el Evangelio, Jesús envía a sus discípulos en misión, no los engaña con espejismos de éxito fácil; por el contrario, les advierte claramente de que el anuncio del Reino de Dios siempre implica una oposición.  Y también utiliza una expresión extrema: "Y seréis odiados - odiados - de todos por causa de mi nombre" (Mateo 10:22). Los cristianos aman, pero no siempre son amados. De inmediato Jesús nos pone frente a esta realidad: en una medida más o menos fuerte la profesión de fe se lleva a cabo en una atmósfera de hostilidad.

Los cristianos son, por tanto, hombres y mujeres "contracorriente". Es normal, porque el mundo está marcado por el pecado, que se manifiesta en diversas formas de egoísmo y de injusticia; los que siguen a Cristo caminan en la dirección opuesta. No por espíritu polémico, sino por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús.

Y la primera indicación es la pobreza. Cuando Jesús envía a los suyos en misión, parece poner más atención en  "desnudarles" que en  "vestirles". Efectivamente, un cristiano que no sea pobre y humilde, desprendido de riquezas y poder y, especialmente, desprendido de sí mismo, no se parece a Jesús. El cristiano recorre su camino en este mundo con lo esencial para el viaje, pero con el corazón lleno de amor. La verdadera derrota para él o ella es caer en la tentación de la venganza y la violencia, responder al mal con el mal. Jesús nos dice: "Yo os envío como ovejas en medio de lobos" (Mateo 10:16). O sea, sin fauces, sin garras, sin armas. El cristiano, más bien, debe ser prudente, a veces incluso astuto: éstas virtudes son aceptadas de la lógica evangélica. Pero nunca la violencia. Para vencer el mal, no se pueden compartir sus métodos.

La única fuerza del cristiano es el Evangelio. En tiempos difíciles, hay que creer que Jesús está delante de nosotros, y nunca deja de acompañar a sus discípulos. La persecución no es una contradicción con el Evangelio, sino que forma parte: si han perseguido a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que nos ahorren la lucha? Pero, en medio de la tempestad, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando que ha sido abandonado. Jesús nos tranquiliza diciendo: "Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados" (Mateo 10:30). Como para decir que ninguno de los sufrimientos humanos, ni siquiera los más diminutos y ocultos, son invisibles a los ojos de Dios. Dios ve, y sin duda protege; y dará su rescate. En efecto, hay entre nosotros Alguien que es más fuerte que el mal, más fuerte que las mafias, que las tramas oscuras, que los que se lucran sobre la piel de los desesperados, que los que aplastan a los demás con la arrogancia ... Alguien que escucha desde siempre la voz de la sangre de Abel que clama desde la tierra.

Los cristianos deben, por lo tanto, encontrarse siempre en ''la otra orilla” del mundo, la elegida por Dios, no perseguidores sino perseguidos; no arrogantes, sino mansos; no vendedores de humo, sino sumisos a la verdad; no impostores, sino honestos.

Esta fidelidad al estilo de Jesús - que es un estilo de esperanza - hasta la muerte, será llamada por los primeros cristianos con un hermoso nombre: "martirio", que significa "testimonio". Había muchas otras posibilidades ofrecidas por el vocabulario: se podía haber llamado heroísmo, abnegación, sacrificio. En cambio, los primeros cristianos lo llamaron por un nombre que perfuma de discipulado. Los mártires no viven para sí mismos, no luchan para hacer valer sus ideas y aceptan morir sólo por fidelidad al Evangelio. El martirio tampoco es   el ideal supremo de la vida cristiana, porque por encima de él está la caridad, es decir, el amor a Dios y al prójimo. Lo explica muy bien el apóstol Pablo en su himno a la caridad, entendida como el amor a Dios y al prójimo…

Lo explica muy bien el apóstol en el himno a la caridad "Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me aprovecha" (1 Cor 13,3). Repugna a los cristianos la idea de que los atacantes suicidas puedan ser llamados "mártires": no hay nada en su fin que pueda acercarse a la actitud de los hijos de Dios.

A veces, leyendo las historias de tantos mártires de ayer y de hoy - que son más numerosos que los mártires de los primeros tiempos -, nos sorprende la fortaleza con que se enfrentaron a la prueba. Esta fortaleza es un signo de la gran esperanza que los animaba: la esperanza segura de que nada ni nadie podía separarlos del amor de Dios que se nos da en Jesucristo (Rm 8,38 a 39).

Que Dios nos dé siempre la fuerza para ser sus testigos. Que nos conceda vivir la esperanza cristiana, especialmente en el martirio oculto de cumplir bien y amar nuestros deberes diarios. Gracias.

Salud en español

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.

Mañana celebraremos la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, que dieron su vida por amor a Cristo. Pidamos a Dios por su intercesión que nos concesa el don de la fortaleza para seguirle y ser sus testigos viviendo la esperanza cristiana, sobre todo en ese martirio continuo y escondido de hacer bien y con amor nuestras obligaciones de cada día.

Muchas gracias.

 

 

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