Un anuncio gozoso para toda la humanidad. En un pequeño lugar de Galilea, no nombrado en el Antiguo Testamento, Nazaret : La Encarnación del Hijo de Dios en el seno purísimo de María Virgen, una mujer humilde que representa a “los pobres” del Israel fiel a Dios.
¡Alégrate agraciada, llena de gracia, el Señor está contigo, Dios te ha concedido su favor, concebirás un hijo y le podrás por nombre Jesús, Hijo de Dios. El reinará para siempre y su reino no tendrá fin! “Alégrate”, es lo primero que María escucha del ángel mensajero de Dios.
María se turba ante el anuncio del ángel Gabriel y se pregunta sobre el sentido del saludo, pero no le pide pruebas, simplemente pregunta sobre el modo como esto puede darse y su respuesta final es “Aquí está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho”.
La encarnación del Hijo de Dios es fruto del poder del Espíritu y del SÍ de María, y hace que ella ocupe un lugar en la historia de la Salvación, un misterio que es fruto de la misericordia infinita de Dios. María deja a Dios ser Dios dentro de ella. Nacerá una creatura como tantas otras, pero es el Hijo de Dios, su nombre es Jesús.
Hermanos: La Iglesia nos invita hoy y todos los días a contemplar el misterio de Jesús en quien se nos revela
el amor y la gracia de Dios, y el misterio de una mujer toda hermosa, “Gloria de Jerusalén, alegría de Israel, orgullo de nuestra raza”, llamada María, a la que todo el pueblo de Dios aclama, venera e implora como llena de gracia, Madre Dios y madre nuestra.
Todos nosotros debemos unirnos a María para acoger a Jesús nuestro Salvador. Ella es modelo para toda la Iglesia. Una iglesia humilde y servidora; una iglesia que vive el Magnificat, que está atenta al sufrimiento de todos y cada uno de sus hijos. De ella debemos aprender a acoger a Jesús con gozo, a ser fieles seguidores de Jesús y de su palabra, el Evangelio. A no perder la alegría de creer y de confiar en Dios en los momentos difíciles de nuestra vida.
Padre Carlos Marín G
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