Sagrado Triduo pascual

La Iglesia celebra la fiesta anual de la Pascua en el período de tiempo que se llama Triduo pascual. San Agustín (muerto en el año 430) acuñó este término denominándolo «Triduo del Señor crucificado, sepultado y resucitado» (Carta 55, 24).

La celebración más importante es la Vigilia pascual, y ello debe remarcarse en el ornato de la iglesia, en los cantos y, por su puesto, en la participación de los fieles. Si seguimos con el ejemplo de un día de setenta y dos horas, se puede considerar que la misa de este gran día es la misa de la Vigilia pascual.

En los primeros siglos, se ponía fin a la Cuaresma en la mañana del jueves santo con la liturgia penitencial en la cual el obispo reconciliaba a los penitentes públicos, quienes durante varios años habían permanecido en una especie de excomunión; después de realizar obras de penitencia y, habiendo dado señales de conversión, eran reincorporados al seno de la comunidad para celebrar las fiestas pascuales.

Antes de la reforma litúrgica del Vaticano II, se solía decir que la Cuaresma tiene como objetivo la preparación para la celebración de la Semana Santa; pero ya es más frecuente escuchar entre nosotros que durante la Cuaresma nos preparamos para participar en la Pascua. Si nos fijamos bien, la Semana santa (del Domingo de ramos hasta el Domingo de Resurrección) está dividida entre el tiempo de cuaresma y el tiempo pascual, pues los primeros cuatro días (desde el Domingo de ramos hasta el mediodía del Jueves santo) hacen parte de la Cuaresma.

El Triduo pascual no pertenece a la cuaresma, por ello creemos que hay que preferir la denominación ‘Celebración cristiana de la Pascua’ (o ‘Celebración de la Pascua cristiana’) a la de ‘Semana Santa’. Esto favorecerá el reconocimiento de la centralidad del Triduo pascual dentro del conjunto de las celebraciones de la Iglesia.