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LITURGIA Septiembre 2El punto de partida de la relación con Dios está en el interior de la persona

30 de agosto de 2018
LITURGIA Septiembre 2El punto de partida de la relación con Dios está en el interior de la persona

Este domingo retomamos el relato del evangelio según san Marcos que venimos siguiendo en la lectura del evangelio de la misa, y lo hacemos con un episodio de…

 

Diferenciamos dos partes en el evangelio de hoy; la primera parte se inicia con el reproche de los fariseos y escribas al comportamiento de los discípulos de Jesús, este reparo deriva hacia una controversia sobre las tradiciones de los antepasados. En la segunda parte del texto Jesús lleva a un auditorio más amplio –la multitud– la aplicación concreta de lo que ha denunciado en la divergencia con fariseos y escribas. Tanto en la primera como en la segunda parte sobrevuela el tema de la tradición.

Entonces, para lograr una visión más honda del evangelio de este domingo resulta útil comprender qué es tradición. En la Primera carta a los Corintios hallamos dos lugares en los que se puede ver cómo entiende san Pablo aquello de ‘tradición’: en 1Corintios 11, 23, referido a la Eucaristía y en 15, 3, hablando del primer anuncio del Evangelio –kerigma–; en cada caso encontramos los verbos recibir y entregar: Yo les entregué (o transmití) lo que a mi vez recibí.

Lejos de ser algo rígido o inmodificable, tradición es una actividad que implica ‘entregar lo que se ha recibido’. En el ámbito de la fe aquello que se recibe y luego se entrega es la experiencia de Dios, ¡nada menos! Se trata, pues, de una persona o una comunidad que en su historia experimenta la presencia de la salvación y de ahí que pueda sentirse en comunión con Dios.

No olvidemos que es en la experiencia de vida –en la ‘propina biografía’– en donde el creyente descubre, acoge y experimenta que Dios está realizando la salvación. San Pablo escribirá: «lo que recibí del Señor» (1 Corintios 11, 23).

Esta experiencia de comunión con Dios, y por ello de acogida de la salvación, es don, y esto recibido por el discípulo él a su vez quiere compartirlo con otro u otros, entonces «entrega lo que a su vez ha recibido».

En la experiencia de fe lo recibido no son cosas, lo recibido es la gracia acogida. De modo que transmisión (o entrega) de la fe no se puede reducir a pasar cosas de uno a otro. Habrá cosas, elementos, ambientes, textos, celebraciones que han ayudado a acoger la gracia y a asumir el seguimiento del Evangelio; y puesto que la tradición consiste en entregar a otros lo recibido, es claro que la auténtica tradición pretende mucho más que entregar cosas o recrear con fidelidad ambientes celebrativos.

Los elementos y medios que les sirvieron generaciones anteriores para acoger la salvación pueden servirnos ahora a nosotros para propiciar y llegar a realizar la comunión con Dios, sin embargo, lo que pretende auténticamente la tradición es que acojamos la experiencia de Dios en nuestra historia.

Sobre esta manera de comprender la tradición nos asomamos a la dura respuesta de Jesús a sus contradictores en el evangelio de hoy: [Ustedes] «dejan a un lado el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres». Es dura esta acusación de Jesús a los fariseos y escribas de su tiempo: denuncia que por querer asegurar la manera como se les ha transmitido la experiencia de Dios llegan a abandonar a Dios, de modo que terminan siendo cumplidores de ritos y prescripciones a riesgo de quedar vacíos de Dios. Ponen su atención solo en los elementos que han permitido la experiencia de acoger el don de Dios, pero no experimentan el don de Dios.

En la segunda parte del evangelio de este domingo Jesús comparte a la multitud la denuncia que ha aflorado en la controversia y la propone con fuerza: «Escuchen y entiendan todos». En la forma como leemos el texto en el leccionario de la misa la aplicación de la recriminación a fariseos y escribas se hace comenzando por plantear la relación dentro / fuera, para pasar a fijar la atención en el interior de la persona. Para Jesús el punto de partida de la relación con Dios está en el interior de la persona.

Allí, en la intimidad, el hombre decide, el hombre es capaz de deliberar: porque dentro, en su propio corazón, concibe el ser humano el propósito de hacer cosas buenas o malas. Jesús declara que el hombre es capaz de un diálogo interno deliberativo para obrar el bien o el mal y estas decisiones personales, internas, son importantes en la relación de cada uno con Dios, pues la comunión con Dios debe partir de un corazón puro.

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