LITURGIA Septiembre 15 La ausencia de palabra da origen a la idolatría

El domingo anterior el leccionario de la misa presentó a Jesús invitando a la multitud a decidirse a ser discípulos, para ello el Maestro señalaba la necesidad de ser…
El texto de la primera lectura (Éxodo 32, 7-11.13-14) refiere la crisis de la idolatría del pueblo de la antigua Alianza en el desierto. Moisés ha subido al monte para recibir las orientaciones de Dios con las que guiará al pueblo; la comunidad, desesperada por el prolongado silencio de Dios y la ausencia de su caudillo, ha querido tener una representación tangible de Dios. Al silencio de Dios el pueblo responde haciéndose una ‘imagen’ de la divinidad que se adecúe a sus esperanzas.
El evangelio de la misa de este domingo (Lucas 15, 1-32) es un poco prolongado y por ello propicio para extraviar la reflexión por alguno de los muchos detalles. Si se atiende a la lectura secuencial de relato de Lucas que viene ofreciendo el leccionario de la misa y si se asume la pista orientativa de la primera lectura se puede contrarrestar este riesgo.
La primera lectura presenta el episodio de la idolatría como respuesta de una fe impaciente delante del silencio de Dios. La secuencia de la lectura del relato del evangelio según San Lucas viene formando a la asamblea dominical sobre el sentido de la salvación que ofrece Jesús, y esta enseñanza como desarrollo de la confesión de Pedro: «Tú eres el Ungido de Dios». Teniendo en cuanta el relato continuo, el inicio del evangelio de hoy puede ser entendido como la reacción de los fariseos y escribas a la propuesta de Jesús que se leyó el domingo anterior. Para la religiosidad de fariseos y escribas resulta un absurdo la propuesta de salvación que realiza Jesús.
El evangelio de hoy principia recordando la actividad docente de Jesús y la respuesta de los marginados religiosos de su tiempo: los recaudadores y pecadores. Lucas escribe: «Todos los recaudadores y pecadores se acercaban a escuchar a Jesús». En este breve resumen de la actividad de Jesús llama la atención el adjetivo ‘todos’, ‘todos los pecadores’, lo que lleva a interpretar que quien se acerca a escuchar a Jesús reconoce la necesidad de conversión. Esta es también la misión de la Iglesia: anunciar el kerigma para suscitar la conversión.
La segunda frase del inicio presenta la reacción de los fariseos y los escribas; desde su manera de concebir la relación con Dios les resulta del todo inadmisible el comportamiento de Jesús. Entonces critican lo que él hace y en una frase describen su manera de actuar: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Para un fariseo, que rehúye el trato y aún el contacto físico con los paganos para no quedar impuro (véase Juan 18, 28), resulta desafiante ver que Jesús acepta a los pecadores y llega incluso a conformar la comunidad de la mesa con ellos.
A la crítica de fariseos y escribas responde Jesús con tres historias, las dos primeras, más breves, son una ambientación para oír el relato de los dos hijos. Las dos primeras historias buscan explicar el talante de Dios repitiendo que sale en búsqueda y que se alegra por haber encontrado. Expuesta la manera como Dios actúa frente al pecador, la tercera historia viene a presentar la manera como el ser humano puede corresponder a este quehacer de Dios.
Desde esta perspectiva, la tercera historia presenta en la actitud del hijo mayor la situación de los críticos de Jesús, ellos se enfadan y se niegan a participar del gozo de Dios que se alegra porque los pecadores son acogidos y rehabilitados en su condición de hijos. El hijo mayor argumenta una fidelidad de largos años que no ha sido recompensada debidamente, fidelidad que ahora parece afrentada con la gran fiesta que el padre ofrece por el retorno del hermano que malgastó la herencia.
Al final se hace necesaria la palabra del padre aclarándole a su hijo mayor que siempre ha estado ahí con él y que todo lo tiene en común con él; pareciera que el hijo mayor hubiera vivido en silencio su relación con el padre y esta falta de palabra la ha suplido imaginando que lo suyo es cumplir órdenes para obtener al final una recompensa.
Se pone en evidencia que en el origen de la crítica de fariseos y escribas hay una representación idolátrica de Dios, ellos se ‘imaginan’ cómo debe actuar Dios. Para no resultar postrados ante una ‘imagen de Dios’ se hace necesario acercarse a Él a través de la palabra de Jesús y atender su invitación a ser discípulos.
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