Parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón, presencia de fe y esperanza en distrito universitario de Bogotá

Por las calles que rodean la Universidad Javeriana, entre el ir y venir de jóvenes, docentes y trabajadores, se levanta un templo que desde 1949 ha sido signo de esperanza. Allí, el padre José Hernando Gómez Ojeda anima con entusiasmo y un especial carisma pastoral, que se resume en la palabra «compasión», a una comunidad tradicional de la capital colombiana asentada en el barrio Sucre, que con el pasar del tiempo fue cambiando sus características y hoy día se encuentra ampliamente marcado por la presencia universitaria.


“Uno tiene que sentirse joven con los jóvenes, comprenderlos, ponerse en sus zapatos. Eso es lo que nos enseña Jesús: ser con los otros”, afirmó sacerdote, quien desde hace 8 años acompaña espiritual y pastoralmente este territorio.
Una historia que nació de la fe
La parroquia fue erigida el 9 de julio de 1949, un año después del “Bogotazo”, en un contexto social convulsionado, pero lleno de anhelos de reconstrucción. Desde entonces, ha sido presencia de Iglesia en salida que camina de la mano del crecimiento del sector y de sus familias.
Hoy, alrededor de 350 familias conforman su base comunitaria, junto con comunidades religiosas como las Hermanas Juanistas, encargadas de un ancianato, y las Hermanas de Cardenal Sancha, quienes viven dentro de la parroquia y apoyan diversas labores pastorales. Pero el sello distintivo de esta comunidad está en su entorno: un territorio universitario, dinámico, desafiante y fértil para la evangelización, así lo reconoce el padre José.

Fe que florece entre jóvenes
Ubicada en pleno corazón académico de la ciudad, la parroquia convive con instituciones como la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Distrital, la Universidad Piloto, Inesco y Unitec. Esto convierte su acción pastoral en una tarea viva y en constante renovación.
“Es una bendición estar en medio de jóvenes universitarios. Ellos son una riqueza inmensa, aunque el trabajo pastoral con ellos es todo un reto. Nuestra misión es sembrar la semilla y confiar en que dará fruto”, explicó el padre Gómez.
Desde esa visión nació el grupo ‘Jóvenes sin medida’, un espacio donde los estudiantes comparten la fe, el servicio y la amistad, con un lema inspirador: “No hay medida para el amor”.
A este se suma un grupo de profesionales creyentes: médicos, ingenieros, psicólogos, biólogos, enfermeros, que viven su fe desde su vocación laboral y familiar. Ambos grupos son testimonio del dinamismo pastoral que brota del templo y se extiende a la vida cotidiana.
Una parroquia que comunica esperanza
Durante la pandemia, la parroquia fortaleció su presencia digital. Las transmisiones de Eucaristías y mensajes espirituales permitieron mantener el vínculo con los fieles, especialmente en los momentos de pérdida o duelo.
“Nuestra parroquia es una parroquia de esperanza”, expresó el sacerdote, agregando que “cuando alguien llega al cenizario tratamos, en medio de su dolor, de ayudarlos en el camino a comprender que la muerte no es el fin, sino el comienzo de algo hermoso", precisó el sacerdote, insistiendo en la frase: «Si me vas a recordar llorando, no me recuerdes; si me vas a recordar con alegría, recuérdame todos los días de tu vida».

Esa visión ha hecho de esta comunidad un espacio de consuelo y acompañamiento. Desde su pastoral del duelo y la escucha, el padre Gómez y su equipo, también, visitan clínicas y hospitales del sector, entre ellos: Remeo, Esencial y el Hospital San Ignacio, donde acompañan a enfermos y familiares en procesos de enfermedad avanzada o en el fin de su vida terrenal.
“Es allí donde uno se encuentra verdaderamente con el dolor humano”, dice el párroco. “Pero también con la fe más pura: la que confía en las palabras de Jesús, ‘Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré.’”
“Abogada de las causas difíciles y desesperadas”
La comunidad tiene como patrona a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, representada con el Niño Jesús señalando su corazón.

“Ella es la patrona de las causas difíciles y desesperadas”, comentó el sacerdote con devoción. “Siempre pongo en sus manos a quienes están enfermos o tristes. Sé que ella intercede por nosotros y nunca abandona a sus hijos”.
Esa confianza mariana se traduce en obras concretas: oración constante, solidaridad y servicio. En el templo, cirios encendidos permanentemente recuerdan las intenciones por los enfermos, por las familias y por la vida de la comunidad.
Una familia que ora y camina unida
En la parroquia colaboran cerca de 25 animadores pastorales y catequistas, junto con un equipo de laicos comprometidos a quienes el sacerdote llama con cariño su “súper equipazo”.
Son personas que desde distintas profesiones: ingeniería, nutrición, pedagogía y calidad aportan su conocimiento al servicio de la evangelización, la liturgia y la comunicación.
“Cuando uno sirve y ve la gratitud de la gente, siente que todo vale la pena”, afirmó el párroco. “Aquí nos alimentamos de la oración, del optimismo y de la alegría de sabernos vivos y amados por Dios.”
Esta acción pastoral es apoyada, además, por el padre Henry Espinoza, vicario parroquial.
Una Iglesia viva en el territorio, de puertas abiertas
El templo, con capacidad para unas 600 personas, se distingue por sus grandes arcos y columnas que evocan el sentido simbólico de una Iglesia abierta al encuentro.
Cada columna recibe un nombre en los tiempos fuertes del año litúrgico: fe, esperanza, caridad, fraternidad, solidaridad.
“Los arcos significan entrada hacia algo, explicó el padre Gómez, y esa es nuestra misión: abrir siempre las puertas a quien busca consuelo, verdad y amor.”
Frutos y desafíos
Los frutos de esta comunidad son visibles: jóvenes que descubren su vocación, familias acompañadas, enfermos consolados y una espiritualidad mariana que inspira.
Pero también hay desafíos: sostener la pastoral juvenil en un ambiente cambiante, fortalecer la comunicación digital y mantener viva la esperanza en medio de las dificultades urbanas.
“Estamos llamados a seguir sembrando, precisó el sacerdote. Aunque el terreno sea difícil, la semilla siempre encuentra cómo florecer”.

Presencia viva de la Iglesia que sigue sembrando fe, consuelo y alegría
A más de siete décadas de su fundación, la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón sigue siendo una Iglesia viva, en salida, que acompaña, comprende y comunica esperanza.
Entre jóvenes, familias, enfermos y fieles de toda condición, late un mismo corazón: el Sagrado Corazón de Jesús, que impulsa a servir y amar sin medida.
A continuación, el padre José Hernando amplía detalles sobre la presencia de Iglesia en este territorio de la capital colombiana:
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