LITURGIA Mayo 6 Permanecer en el amor de Dios

Continuamos celebrando estos días de alegría en honor del Señor Resucitado y de esta celebración esperamos la gracia de Dios para que la novedad de la Pascua se…
Desde esta página venimos conociendo cómo la liturgia de estos domingos nos viene apremiando para que profundicemos en la comunión con Cristo como el fruto de la Pascua en cada uno de nosotros, de la imagen del pastor y el rebaño pasamos a la de la vid y los sarmientos, ahora se nos revela que esta comunión se da en el amor de Dios.
Los textos bíblicos de la celebración de este domingo nos llevan a considerar en primer lugar la iniciativa de Dios; no puede ser de otra manera pues en Él está la fuente de nuestra vida. La primera lectura (Hechos 10, 25-26.34-35.44-48) narra la presencia del apóstol Pedro en casa del centurión Cornelio para hacer el primer anuncio del Evangelio –el kerigma cristiano–, pero antes la gracia de Dios ya ha preparado a Cornelio y su familia para acoger la salvación; en esta familia romana se manifiesta el amor a Dios por toda la humanidad: ellos reciben el Espíritu Santo, ya antes del bautismo.
En los versículos de la primera carta de San Juan que escuchamos en la segunda lectura (1Juan 4, 7-10) volvemos a encontrar el tema de la iniciativa de Dios, esta vez manifestada en el envío del Hijo para darnos vida, de manera que «en esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó» y, aun siendo pecadores, Él nos reconcilió entregando a su Hijo para liberarnos.
Esta iniciativa de Dios que se manifiesta en la entrega y resurrección de Jesucristo alcanza a cada uno de los seres humano, «de cualquier nación que sea», en su historia personal, y no sólo lo libera del sometimiento al pecado sino que además lo habilita para obrar en justicia, esta habilitación o capacitación para obrar el bien es real y eficaz porque el amor de Dios se hace presente y actúa en el mundo a través de quien recibe este amor divino y se deja transformar por él.
De esta presencia del amor de Dios en la persona que lo acoge habla Jesús en el evangelio de la misa (Juan 15, 9-17). En este texto reconocemos dos partes, en la primera Jesús nos revela de qué amor se trata esta realidad que libera y dispone al creyente para obrar el bien; en la segunda parte escuchamos lo que podemos entender como la responsabilidad del discípulo ante el don recibido.
Principiemos por advertir el sentido con el que en el evangelio según san Juan se asume el adverbio ‘como’. Con este adverbio, más que una alusión a un ‘modelo para imitar’, se hace referencia a la identidad, a la naturaleza. De modo que podemos entender que Jesús afirma al inicio del evangelio de la misa de este domingo que el Padre le participó –le dio– su amor, es decir, Jesús recibe amor del Padre. Ese amor del Padre que recibe Jesús, Él a su vez lo participa –lo da– a los discípulos. Algo así como una cascada: el Padre comunica su amor a Jesús y este mismo amor que Jesús recibe del Padre, lo comunica a sus discípulos. De aquí deducimos que el cristiano ama con amor divino, con amor de Dios.
En este contexto, la frase que sigue –«permanezcan en ese amor»– tiene el sentido de una llamada al discípulo a hacerse responsable del don recibido.
Aquí hay un avance respecto al domingo anterior. Este permanecer ya no es únicamente por la fe, como leímos hace ocho días en la imagen de la vid –«si mis palabras permanecen en ustedes…»– ahora la invitación a permanecer significa vivir en el amor recibido, vivir amando con este amor divino.
En la segunda parte del evangelio, a través del mandamiento de actualizar el amor concedido, se profundiza en la responsabilidad de los discípulos. El amor insuperable –dar la vida por los amigos– es el horizonte que Jesús propone a los suyos. Fijémonos en donde principia el amor cristiano y a qué está llamado: se inicia en el amor de Dios y halla su cumplimiento en llevar una vida como la de Jesús. Cuidemos de que este amor no se quede estéril, para ello es preciso alimentarlo y ponerlo por obra. Alimentarlo por la comunión con Cristo y ponerlo por obra actuando en justicia. Este es el contenido de la existencia cristiana
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