LITURGIA Mayo 31 Comunión para misión

Durante las primeras semanas del tiempo pascual la liturgia de la Iglesia nos ayudó a profundizar en los frutos de la Pascua de Jesucristo en la vida de los discípulos a…
Estas dos temáticas, la iniciación cristiana y la acción del Espíritu Santo en el creyente, conforman lo que podemos llamar ‘espiritualidad pascual’ y nos descubren el fundamento de la vida de un discípulo de Jesús: la comunión de vida con Jesucristo y por Él con el Padre y con el Espíritu Santo. Desde esta perspectiva contemplamos que por la Pascua de Cristo el Padre celestial abre para cada ser humano la posibilidad cierta de participar en la comunión de las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En el discurso de despedida de Jesús, que hemos venido siguiendo en el evangelio según san Juan, descubrimos dos miradas de Jesús, una hacia el pasado y otra hacia el futuro. Mirando hacia el pasado reciente, Jesús hace memoria de la convivencia con los discípulos como experiencia comunitaria del Reino de Dios. Al divisar el tiempo por venir, Jesús les confía a los discípulos la misión de extender en el tiempo y en todos los lugares del mundo esta misma experiencia de comunión en el amor de Dios. Para realizar este servicio a los hombres de prolongación en la historia y en la geografía del mundo el Señor entrega a sus discípulos el Espíritu Santo, fruto de su Pascua.
La confesión de fe y la plegaria de la Iglesia en la oración colecta de la misa de este día así lo expresa: que «aquellas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica», por el don del Espíritu que actúa en el corazón de los fieles, se continúen realizando en nuestro tiempo.
Desde el acontecimiento del primer Pentecostés (Hechos 2, 1-11) precisamente por el don del Espíritu, la experiencia de comunión de Jesús con los primeros discípulos se viene actualizando de manera creativa y original en las diferentes comunidades de cristianos con el paso del tiempo, de modo que los hombres de todas las culturas lleguen a decir: «cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa».
La experiencia de comunión de Jesús con los primeros discípulos, en la que sus contemporáneos fueron descubriendo la presencia del Reino de Dios en el mundo, se reconstruye hoy a través de hombres y mujeres que, por su vocación cristiana, viven unidos en el amor de Dios con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y por esta comunión realizan las acciones de Jesús en el sentido de restablecer la dignidad de las personas, como cuando liberó al leproso del que todos huían (Marcos 1, 40-42); o cuando le abrió un camino hacia el futuro a la mujer que fue sorprendida en adulterio al decirle: ‘De ahora en adelante…’ (Juan 8, 11).
Aquellas experiencias de la convivencia en las que los primeros discípulos descubrieron la cercanía de la misericordia del Padre se continúan realizando también en la comunidad de los discípulos por el Espíritu que congrega a los cristianos en asamblea para la acción litúrgica, o bien despertando en el penitente el amor que lo lleva a reconocer su pecado y emprender el camino de la reconciliación, o bien, reuniéndonos como miembros de una misma familia para rememorar la entrega de Jesús y su resurrección en la Eucaristía y nutrir nuestra vida cristiana.
En el texto de la segunda lectura de este domingo (1Corintios 12, 3b-7.12-13) san Pablo expresa que el Espíritu crea y mantiene la unidad de los discípulos. A los cristianos de Corinto, que vivían divididos por favoritismos particulares hacia los evangelizadores ‒unos que dicen que están con Pablo, otros que dicen que están con Apolo…‒ y que rivalizaban por tener uno u otro carisma, el Apóstol les
recuerda que es el mismo Espíritu el que se manifiesta de diversas formas en cada uno para el bien de la comunidad.
Así como en la primera lectura el Espíritu lleva a que personas de diferentes pueblos entren en la confesión de una misma fe, al interior de la comunidad cristiana el Espíritu crea y mantiene la unidad de los diferentes miembros. En la segunda lectura san Pablo, por medio de la imagen del cuerpo, afirma que la Iglesia, teniendo muchos miembros, no por eso deja de ser un solo cuerpo.
Por su parte el texto del evangelio de la misa de Pentecostés (Juan 20, 19-23) presenta a Jesús, vencedor de la muerte, dejándose ver en medio de los discípulos en la tarde del mismo día de la resurrección. El que ha vuelto de la muerte anuncia a los suyos dos noticias; en primer lugar, que les trae el ‘Shalom’: «¡Les traigo la paz!» En el lenguaje bíblico ‘Shalom’ es la suma de los bienes que Dios otorga al ser humano, lo que nos lleva a comprender que con la resurrección de Cristo Dios ha restablecido para el mundo la bondad con la que las creaturas salieron de las manos del Creador.
En segundo lugar, el Resucitado traspasa a la comunidad de sus discípulos la misión que Él recibió del Padre y que realizó plenamente cuando en la cruz dijo «Todo está cumplido». Para ese traspaso de la misión Jesús hace un gesto que evoca la creación del primer hombre: «Sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo’». Por el don del Espíritu, los discípulos entran en comunión de vida con Jesús y participan de su misión, la misma que el Padre le encomendó.
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