LITURGIA Mayo 10La casa del Padre y el camino

El domingo pasado Jesús expresaba en el evangelio que el pastor saca las ovejas y cuando las ha sacado va delante del rebaño y las ovejas lo siguen; en la oración…
En este domingo entramos en la tercera etapa de la cincuentena pascual, caracterizada por la despedida de Jesús. Hoy y el siguiente domingo estaremos leyendo del evangelio según san Juan fragmentos importantes del discurso de despedida de Jesús después del lavatorio de los pies en la última cena. Ya en el Antiguo Testamento tenemos discursos de despedida de los patriarcas, de Moisés, del rey David y en Nuevo de san Pablo.
Suele darse que algunos personajes, viendo próximo el día de su muerte, reúnen a sus familiares o a la comunidad para recordar con ellos las enseñanzas impartidas durante el tiempo de convivencia y para dejar recomendaciones al grupo ante la ausencia de quien se despide.
Jesús hace algo similar con los discípulos y les recuerda cómo durante el tiempo que compartió con ellos les mostró la vida que Dios quiere para el ser humano y le advierte cómo seguir participando de esta vida en unión con Él. La separación es la ocasión para que los discípulos fortalezcan la fe en quien les ha manifestado al Padre.
La primera lectura de la misa de hoy (Hechos 6, 1-7) presenta a la primitiva comunidad de Jerusalén creciendo en número de discípulos, este aumento en la cantidad de miembros lleva a la comunidad a situaciones nuevas que piden comenzar a organizar ministerios. Los Apóstoles empiezan a responder a las nuevas situaciones seguros de que actúan como Jesús hubiera actuado.
Los domingos de Pascua de este año estamos leyendo como segunda lectura de la misa apartes de la Primera carta de san Pedro, esta carta tiene por objeto animar en la perseverancia de la fe a los cristianos de su tiempo, pues el entorno social y religioso les presenta resistencia para vivir de acuerdo con el Evangelio; en los versículos que leemos hoy (1Pedro 2, 4-9) el autor evoca la situación de algunos miembros del pueblo de la antigua alianza a quienes su falta de fe los llevó a tropezar precisamente con el fundamento que Dios les había puesto.
En el evangelio de este domingo (Juan 14, 1-12) tenemos el inicio del discurso de despedida de Jesús, en estos versículos, después de la invitación a no abandonar la fe, Jesús propone dos temas principales: la comunión con Él y el seguimiento.
El anuncio de la partida de Jesús en el párrafo anterior (final del capítulo 13) llenó de desconcierto y tristeza a los discípulos; al mencionar el estado de los discípulos, el texto griego emplea el verbo ‘tarasso’ –agitarse, conturbarse–, el mismo al que acudió el evangelista cuando refirió la reacción de Jesús ante el dolor de María y los judíos por la muerte de Lázaro (ver Juan 11, 33).
Los discípulos se enfrentan a un futuro sin el Maestro. En esta circunstancia de desolación, Jesús invita a los suyos a apoyarse en Dios y en Él.
Al final del capítulo 13 Jesús anunció las negaciones de Simón Pedro; ante la marcha del Maestro, el discípulo manifestó que está dispuesto a no separarse de Jesús, pero Él le respondió que a dónde va no lo podrá seguir, por ahora, lo hará más tarde (Juan 13, 36). Al iniciar el discurso de despedida, Jesús aclara por qué el discípulo no lo podrá seguir, por ahora: «Cuando vaya y les prepare el lugar, volveré y los llevaré conmigo».
Dos elementos para destacar en esta afirmación. En primer lugar, el anuncio del retorno: ‘volveré’. Este verbo conjugado en tiempo futuro nos llevaría, en un sentido inmediato, a pensar en el regreso de Jesús al final de la historia, sin embargo, la vida de la Iglesia nos lleva a comprender aquí una referencia a la presencia actual de Jesús en la comunidad (ver Sacrosanctum Concilium, n. 7).
El Resucitado está viniendo permanentemente a su Iglesia, a lo largo de este discurso de despedida Jesús afirma que al regresar Él al Padre se convertirá en el intercesor de los discípulos.
El otro elemento para considerar en la afirmación de Jesús es su permanente unión con el Padre, la frase dice «donde estoy yo»; Jesús siempre ha estado unido al Padre.
Jesús no ha dejado la casa del Padre, pero por su glorificación –retorno al Padre– entra en una comunión profunda con los discípulos y así los habilita para que ellos hagan las obras que hace Él y aún mayores. Por la Pascua la unión profunda de Jesús y el Padre se amplía a la comunidad de los discípulos.
El otro tema principal del evangelio de este domingo es el camino hacia la casa del Padre. La tradición bíblica acude recurrentemente a la imagen del camino para referirse a la orientación de la existencia, a la opción decisiva de la vida. En el texto que nos ocupa este camino consiste en acoger la revelación de la Palabra hecha carne: la persona, la historia y el Evangelio de Jesús. El camino para la casa del Padre es creer en Jesús.
Los discípulos han comenzado a avanzar por este camino a través de la convivencia con Jesús: «Si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre. Ahora ya lo conocen y lo han visto». Aquí ‘ver’ no se refiere a una percepción óptica, sino que ver en este caso es sinónimo de ser enseñado, de modo que seguir a Jesús es ‘ser enseñado por Dios’, recibir las enseñanzas del Padre.
La intervención de Tomás –«No sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?»– diferencia la casa y el camino y con ello pone en evidencia la dificultad que tienen los discípulos para seguir a Jesús como revelador del Padre.
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