LITURGIA Marzo 31 De oyentes a pecadores y de pecadores a comensales

Avanzando en los días de la Cuaresma, la liturgia nos viene introduciendo en la dinámica de la Pascua; en este domingo –llamado ‘Laetare’, alégrate, por la primera…
La oración colecta de la misa de hoy confiesa que la reconciliación es obra de Dios en la humanidad a través de Jesucristo, la Palabra hecha carne y, sobre esta certeza, la Iglesia espera que esta obra nos conduzca a la celebración de las fiestas de Pascua. La colecta de la misa insiste en presentar la salvación a través del dinamismo de la acción de Dios y la recepción agradecida del don de Dios por parte del hombre.
La primera lectura de la misa este domingo (Josué 5, 9a.10-12) refiere la celebración, por vez primera, de la fiesta de Pascua en la tierra prometida; ha concluido para los hebreos la travesía del desierto, dejan de alimentarse del maná y comienzan a gustar los frutos que produce la tierra que Dos les da. Empieza a ser realidad la promesa que había sostenido en el desierto al pueblo liberado de la esclavitud.
Este acontecimiento de llegar el fin de una situación para iniciar otra nueva lo recoge el texto de la segunda lectura (2Corintios 5, 17-21) para aplicarlo a la situación de quien se ha unido a Cristo por el bautismo. En el bautizado «lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo». Esta presentación del bautismo como Pascua queda un poco distante de los cristianos de hoy que tenemos en el horizonte inmediato del bautismo de niños. En los primeros siglos de cristianismo la situación fue otra, entonces lo más corriente era el bautismo de adultos; en esa condición quien llegaba al bautismo lo hacía luego de un camino de catequesis que estimulaba y acompañaba un proceso de conversión personal.
Sin embargo, los cristianos de hoy –en su mayoría bautizados en la infancia– tenemos en la Cuaresma la oportunidad de tomar consciencia y profundizar en el sentido del bautismo: a través de la Iglesia, Dios realiza, mediante este sacramento, la vinculación de cada uno de nosotros con el acontecimiento de la Pascua, de manera que la vida nueva es una realidad en la existencia concreta de cada bautizado.
Las dos primeras lecturas nos llevan a contemplar la Pascua y de esta manera nos preparamos como asamblea para penetrar en el episodio del evangelio (Lucas 15, 1-3.11-32). Antes de ir a la historia narrada en la parábola, conviene detenerse en los dos primeros versículos del capítulo 15, pues con la parábola Jesús responde a la crítica de los fariseos y escribas, desde esta perspectiva en la historia narrada por Jesús se destaca la actitud del hijo mayor que se enfada por la fiesta de la reconciliación.
Al inicio del capítulo, Lucas señala dos grupos, en el primero están Jesús y los pecadores, en el otro los fariseos y los escribas. El primer grupo se ha conformado en torno a la palabra de Jesús; Lucas ha dicho antes (5, 1) que Jesús expone la palabra de Dios. El texto de hoy afirma que «solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo»; inquieta el adjetivo ‘todos’ calificando al sustantivo ‘pecadores’ (que debe incluir a los publicanos). Todos los que se acercan a escuchar a Jesús son pecadores.
Aquí hay una revelación importante: todo aquel que se acerca a Jesús y escucha su palabra, llega a ser consciente de su condición de pecador. Ciertamente no es que Jesús exponga una lista de pecados, de lo que se trata es que quien comprende la vocación del ser humano a partir del Evangelio de Jesucristo, descubre a qué está llamado y entonces se hace consciente de los obstáculos y ataduras que encuentra para vivir el seguimiento de Jesús.
En el grupo que presenta Lucas están los fariseos y escribas, hostiles a la liberación que actúa Jesús. Fariseos y escribas no comprenden el designio salvador de Dios y se expresan murmurando, de Jesús critican dos hechos que consideran habituales en él: que acoge a los pecadores y que come con ellos.
En el fondo esta confrontación deja claro que la palabra de Jesús es eficaz para hacer pasar a los hombres de oyentes a pecadores y de pecadores a comensales, mientras que la palabra de los fariseos descalifica, margina y condena. En la historia narrada por Jesús la actitud del hijo mayor, enfadado por la fiesta con motivo del regreso del hermano, coincide con la de los contradictores de Jesús.
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