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LITURGIA Marzo 3 Más que de hacer obras, se trata de ser realmente buenos

28 de febrero de 2019
LITURGIA Marzo 3 Más que de hacer obras, se trata de ser realmente buenos

Tenemos en este domingo en el evangelio de la misa la tercera y última parte del sermón de la llanura en el que Jesús viene exponiendo algunas notas desafiantes que…

 

En la parte del sermón de la llanura que leemos hoy, Jesús dice que la manifestación del Reino en la historia no obedece a determinismos, sino que es decisión del corazón, de la conciencia de la persona, de modo que todo se juega en el interior de la persona: el reino viene a ser un asunto de conversión que realiza el amor de Dios en el corazón del ser humano.

Para una interpretación profunda del texto del evangelio de hoy (Lucas 6, 39-45) tenemos una buena clave en la relación interior / exterior, toda vez que la recomendación de Jesús se la puede entender como traducir en la vida la relación profunda en el amor que debe existir entre el discípulo y el Padre del cielo; más que de hacer obras buenas, se trata de ser buenos desde el interior, pues las obras vienen a ser manifestación de lo que hay en el interior de cada ser humano.

Reconocemos dos temas principales en el evangelio de hoy: una invitación a madurar en la vida cristiana y la necesidad de la formación para, precisamente, madurar la fe.

El texto del evangelio se abre con una imagen temeraria (una parábola ‒llama el texto‒ que presenta una temeridad): un ciego que guía a otro ciego, de esta imagen temeraria el texto pasa a la exageración de la visión impedida por una viga en el propio ojo. La enseñanza derivada de estas dos comparaciones, lejos de proponer asumir un estado fatalista de ignorancia o de ceguera, invita a salir de las tinieblas o a quitar la viga del ojo.

Desde esta perspectiva, la maduración en la fe tiene que ver con el hecho de salir de las tinieblas para construir, como les sucedió a los discípulos que en el camino hacia Emaús eran incapaces de reconocer a Jesús, pero luego se les abrieron los ojos y este alumbramiento los lleva a ser testigos de la resurrección; o como la experiencia de Saulo camino de Damasco y su iniciación cristiana en esa ciudad. En este contexto de maduración de la fe, Jesús da a entender un proceso que lleva a parecerse al Maestro. Parecerse al Maestro es configurarse con él hasta estar dispuesto a entregar la propia vida.

La segunda parte del evangelio de este domingo, que se puede entender como formación (o iniciación), principia por tomar conciencia de la propia doblez y trabajar sobre uno mismo. Estamos ante la posibilidad de un interior sano o un interior dañado. Con realismo Jesús propone trabajar en el interior, entonces vemos que no se trata tanto de presentar buenos resultados u obras como sí de buscar sanear el interior.

En este caso vemos que el trabajo de la vida cristiana no debe estar tanto entre lograr coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, sino en establecer y mantener una comunión en el amor con el Padre, esta comunión es la que hace sano el interior del hombre y a partir de ella la existencia cristiana se manifestará en los frutos que el Padre quiere.

Nuestra cultura influenciada por las categorías de la productividad privilegia los resultados, todo parece sacrificarse por el interés en el producto terminado y, en ocasiones, sin cuidar que los procesos pueden dejar secuelas irreparables en las fuentes de recursos; este afán por el producto final se puede trasladar a la vida cristiana y resultamos hablando de las obras, del testimonio, de la eficiencia. Para el cristiano los frutos de buenas obras no son un logro personal ni pueden ser el resultado de aplicarse disciplinas. Las buenas obras que el mundo espera del cristiano

fundamentalmente han de ser el resultado de una relación en el amor con el Padre, que es quien nos hace realmente sanos para que produzcamos frutos sanos.

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