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LITURGIA Julio 26 - Una oportunidad que no hay que dejar escapar

24 de julio de 2020
Evangelio
Terminamos la lectura del sermón en parábolas que hemos seguido en el evangelio de la misa en estos tres últimos domingos

Venimos escuchando una serie de historias en las que Jesús nos deja entrever su experiencia como evangelizador y también la manera como los discípulos han comenzado a participar del Reino.

Por la manera como se organiza el leccionario de la misa, en los domingos del tiempo corriente (‘Per annum’) la primera lectura nos ofrece una clave para interpretar el episodio del evangelio. En el día de hoy, la primera lectura (1Reyes 3, 5-7-12) relata la manifestación de Dios al rey Salomón en el inicio de su reinado. Al asumir la conducción de la comunidad de Israel, el rey le hace una petición a Dios: «Concede a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal».

A Dios le satisfizo la solicitud de Salomón por el desprendimiento personal no pidiendo larga vida, riqueza o la muerte de los enemigos. Este reconocimiento de Dios nos hace pensar en la necesidad del despojo total para poder llevar a feliz término el proyecto de Dios en cada uno de nosotros.

En el evangelio de la misa de hoy (Mateo 13, 44-52) reconocemos dos partes, en la primera escuchamos tres nuevas historias mediante las cuales Jesús expone el proyecto del Reino y en la segunda parte, muy breve, tenemos el epílogo de la enseñanza en parábolas. Las tres historias guardan cierta semejanza en su estructura, pues inician con una breve presentación del objeto de comparación ‒sujeto‒, luego se pasa a narrar unas acciones ‒predicado‒.

Los sujetos de la primera y la tercera historias son objetos inanimados: un tesoro escondido y una red lanzada al mar, mientras que el sujeto de la segunda historia es un hombre comerciante.

Al escuchar la historia del tesoro escondido e inmediatamente después la del hombre comerciante la secuencia nos lleva a pensar en primer lugar en el Reino como una oportunidad que no hay que dejar escapar, ello exige actuar con prontitud y resolución. En cada una de estas dos historias se repite «va a vender todo lo que tiene». La expresión ‘vender todo’ es también la exigencia al joven rico (véase Mateo 19, 21) y la recibimos como una invitación a la radicalidad en el seguimiento. Vender todo tiene un sentido metafórico más amplio en la historia del siervo que no acoge la gracia del perdón (véase Mateo 18, 25).

El horizonte que plantea el elogio a la actitud mostrada en la petición de Salomón nos lleva a reconocer en estas dos historias del evangelio una llamada a posponer los intereses inmediatos delante del acontecimiento del Reino. La revelación del Reino engendra una nueva escala de valores.

Por otra parte, la proximidad de la expresión ‘vender todo’ con el término ‘tesoro’ en la respuesta al joven rico (Mateo 19, 21) nos permite reconocer también en la primera de las historias de este domingo la recurrente exigencia del Reino: la pobreza. No se puede participar del proyecto del Reino sin estar dispuestos a asumir la pobreza como elección libre y gozosa: «lleno de alegría va a vender todo lo que tiene».

La enseñanza en parábolas dentro del relato del evangelio según san Mateo se cierra con una pregunta de Jesús a sus discípulos y la confirmación con una breve comparación. Esta manera de concluir el sermón en parábolas no lleva a pensar en su inicio, pues la primera historia (la del hombre que salió a sembrar) como la breve comparación del final (la selección de los pescados) no tienen por objeto exponer el proyecto del Reino sino llamar la atención sobre los receptores del mensaje; la historia de las semillas que van a parar a diferente clases de terreno planteó el tema del entender: «lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende», la comparación del cierre busca confirmar la respuesta de los discípulos que dicen haber entendido toda la enseñanza en parábolas.

Sorprende que Jesús refiera la breve comparación de la selección de pescados a «un escriba que se ha hecho discípulo del Reino» y no a los discípulos. Primeramente, se podría pensar en los maestros judíos de la Ley que han acogido el Evangelio, pero también en los que van acompañando y orientando a los hermanos en las comunidades cristianas. Tanto en uno como en otro caso la imagen se puede aplicar al valor de la Tradición en la conformación del discípulo.

La conformación del discípulo conlleva el doble movimiento de recibir y entregar. Recibir de las experiencias de quien lo ha precedido y apersonarse de aquello recibido para luego entregarlo a quienes vienen detrás (véase 1Corintios 15, 3). Aquello que se recibe de los que nos han precedido es lo que constituye la ‘memoria común’ de la comunidad, pero esta memoria, así como se ha acumulado con las experiencias de las generaciones precedentes, también se enriquece con la vivencia de la presente generación.

Ir «sacando lo nuevo y lo antiguo» es todo lo opuesto a vivir con recetas que sirvieron a otros en otros tiempos y con otras circunstancias; la enseñanza en parábolas nos estimula a descubrir el Reino como la acción de Dios escondida y que como fruto de la evangelización se va acompañando conscientemente, entonces la pobreza se vive como un valor, la alegría como una característica de ser discípulo, el perdón como expresión de haber acogido la gracia…

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