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LITURGIA Febrero 3 La crisis que desata el profeta

31 de enero de 2019
LITURGIA Febrero 3 La crisis que desata el profeta

El domingo anterior el leccionario de la misa presentó el prólogo del relato del evangelio según San Lucas y el inicio de la actividad pública de Jesús luego del…

El Espíritu, que descendió sobre Jesús en el bautismo, lo impulsa a realizar la misión de anunciar y realizar en medio de su pueblo el proyecto de Dios; se dejó la lectura del evangelio hace ocho días con el anuncio de Jesús: «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír».

La semana pasada, en el comentario de esta página, se hacía notar la relación entre la fe y la historia, es decir, entre la Escritura que revela el proyecto de Dios y la historia concreta del ser humano, de cada uno de nosotros; en la continuación del relato de Lucas que se lee este domingo (Lucas 4, 21-30), se pone de manifiesto la tirantez entre fe e historia, tensión entre la promesa de Dios y el hoy cotidiano de las personas. La misión de Jesús como profeta se la puede entender como quien acompaña a los hombres a desentrañar de qué manera se viene realizando entre ellos la salvación anunciada por Dios.

La primera lectura de la misa de este domingo (Jeremías 1, 4-5.17-19) ambienta la liturgia de la palabra en el contexto de la vocación y misión del profeta; la existencia del profeta tiene su origen en la iniciativa de Dios que elige, consagra y envía; sin embargo, la misión del profeta va a encontrar resistencia en el ambiente, y es precisamente esta tirantez la que pone de manifiesto la fidelidad de Dios y su voluntad de salvar al pueblo.

En la sinagoga de Nazaret Jesús da inicio a su misión profética anunciando que la promesa de salvación se cumple cuando el hombre acoge en su historia personal el proyecto de Dios; ahora Lucas pasa a referir la resistencia de los nazarenos al anuncio de Jesús. Para poner en evidencia la tensión que genera la profecía, el evangelista hace notar en primer lugar la aceptación del mensaje: «Todos [en la sinagoga] le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios».

Cuando el texto griego expresa la reacción inmediata de los nazarenos, acude al verbo ‘martyreo’ –de donde proviene el término ‘mártir’, testigo– y que la traducción del leccionario vierte por ‘aprobación’, en el sentido de dar testimonio favorable. Parece que llegados hasta aquí no hay dificultad alguna, todos los oyentes de la sinagoga comprenden, aceptan y reconocen lo expresado por Jesús como mensaje de salvación.

Es oportuno recordar que lo expresado por Jesús es el anuncio de la salvación, la buena noticia del favor de Dios para con los necesitados de salvación, y esto resumido en la tradición del año de gracia, contenida en el libro del Levítico (25, 8-17).

Enseguida el narrador de la escena en la sinagoga de Nazaret introduce una segunda reacción en quienes acaban de oír a Jesús: la desconfianza; incredulidad que surge desde lo que es humanamente es previsible: «¿No es éste el hijo de José?». Quienes han dado un testimonio favorable sobre las palabras de Jesús, ahora intentan descalificarlo. Lo central del evangelio de la misa de este domingo es la interpretación que ofrece Jesús de este paso desde la aprobación del mensaje hasta el intento de descrédito del anunciador y la intención de matarlo. Para Jesús se trata de la crisis que desata la profecía.

El profeta, es útil recordarlo, es un hombre de Dios que va ayudando a comprender cómo la promesa de salvación se va cumpliendo en la historia y este cumplimiento implica que los creyentes ajusten su vida al proyecto de Dios y quizá para ello tengan que renunciar a aquello que ‘siempre ha sido así’. En su misión el profeta invita a comprender la vida cotidiana como un acontecimiento de salvación.

Este episodio de la reacción de los nazarenos ante el mensaje y misión de Jesús devela que, al interior de la comunidad cristiana, en muchas ocasiones la dificultad de la evangelización quizá no está en el mensaje, en el dogma, o en la mayor o menor cantidad de personas que asisten a las celebraciones; el reto de la llamada nueva evangelización surge desde la historia concreta que las personas viven día a día.

La escena del evangelio de la misa de este domingo presenta a Jesús profeta invitando a dejar de querer prolongar formas antiguas de religiosidad para a buscar comprender cómo es que hoy, en lo concreto de la cultura y sociedad actual, se ha de vivir el seguimiento del Evangelio.

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