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LITURGIA Diciembre 10 Darnos cuenta de que el Señor ha comenzado a recorrer nuestro camino

7 de diciembre de 2017
LITURGIA Diciembre 10 Darnos cuenta de que el Señor ha comenzado a recorrer nuestro camino

En estas semanas la gracia del Adviento viene avivando nuestra fe para llegar reconocer la venida del Señor a la realidad personal de cada uno de nosotros; este quehacer…

El bautismo es el inicio de la vida cristiana, es la «puerta del camino a la santidad». Ahora bien, para recorrer el camino es preciso identificarlo, esta es precisamente la tarea del profeta, reconocer el camino por el que Dios está viniendo a nosotros. En el bautismo Dios ha consagrado a cada uno de nosotros como sacerdote, profeta y rey. Resulta provechoso que en este contexto del Adviento ahondemos en nuestra condición de profetas, desde esta perspectiva abordamos los textos de la misa de este domingo.

Principiemos por la oración colecta de la misa –la oración con que se concluyen los ritos iniciales– en ella se reconoce que nuestra consagración como profetas corre el riesgo de apagarse o desvirtuarse porque «tropezamos con impedimentos terrenos», es decir, que en ocasiones somos tentados a orientar la vida según criterios y valores que se oponen al Evangelio, para ello la misma oración presenta la gracia del Adviento como «sabiduría divina» para no extraviar nuestra vocación a la santidad.

Vamos deduciendo que el profeta es el hombre o la mujer de la «sabiduría divina», pero ¿cómo llegamos a adquirir esta sabiduría? Los textos bíblicos nos remiten al desierto como el lugar dónde se forja un profeta. La primera lectura (Isaías 40, 1-5.9-11) se abre con un pregón lleno de esperanza al tiempo que es llamada al profeta: «Consuelen, consuelen a mi pueblo», déjenlo aspirar a la libertad, «grítenle que se ha cumplido su servicio». A continuación el texto presenta la labor del profeta: «Una voz grita: “En el desierto prepárenle un camino del Señor”».

En la tradición bíblica del libro del Éxodo, el desierto es lugar donde el pueblo correspondió a la liberación de Egipto y aceptó la alianza; en el anuncio del libro de Isaías el desierto es el lugar donde se reconoce el camino de retorno después del castigo que representó el destierro a Babilonia. La supervivencia de Israel en el desierto no depende de las cosas, pues allí no las hay, la vida se funda solo en Dios, por ello el desierto es el lugar privilegiado donde se experimenta la proximidad de Dios salvando y es precisamente por ello que allí se gesta la sabiduría del profeta. Esta situación de profunda libertad frente a las cosas es la situación óptima para que el profeta descubra la sabiduría divina y así contemple la realización del proyecto de Dios.

En el evangelio de la misa de este domingo (Marco 1, 1-8) leemos el inicio del libro de Marcos, este se abre con especie de título: «Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios». Es importante entender aquí el término ‘evangelio’. Literalmente es ‘buena noticia’, pero para que tengamos una noticia se hace necesario que antes haya ocurrido un acontecimiento; de modo que solo se puede hablar de ‘evangelio’ cuando ha acontecido algún suceso en la historia personal, acontecimiento del que luego llegamos a ser conscientes que cambió nuestra vida para mejor, entonces empezamos a referimos a aquel suceso como ‘evangelio’, es decir, como suceso que cambió nuestra vida para mejor.

Marcos ha escrito su libro para explicarnos cómo Jesucristo llega a ser evangelio, esto es, de qué manera llegamos a comprender que el ‘acontecimiento Jesucristo’ está cambiando nuestra vida para mejor. Evidentemente la respuesta hay que encontrarla a lo largo de todo su texto, pero a partir del fragmento que leemos hoy podemos responder que en la predicación y en el actuar de Juan Bautista en el desierto comenzamos entrar en comunión con el ‘Evangelio de Jesucristo’.

Después de que Marcos sitúa la persona y la misión de Juan Bautista dentro del designio de Dios recurriendo a citas de la Escritura, pasa a resumirnos su predicación en el desierto que no es otra que una invitación a apartarse del pecado para orientar la vida según Dios. Encontramos aquí un eco de la oración colecta en el sentido de rechazar los impedimentos terrenos con los que tropezamos en nuestro camino iniciado en el bautismo para acoger la sabiduría divina.

La lección de Marco en el primer fragmento de su libro que escuchamos este domingo, nos invita a buscar la situación óptima del desierto para descubrir el camino por el que Dios está realizando su proyecto de salvación en nosotros; en la libertad del desierto podemos ser conscientes del camino que Jesucristo ha principiado a recorrer con cada uno de nosotros. Para comenzar a recorrer el camino del evangelio de Jesucristo hemos de buscar esta íntima experiencia de libertad en la que reconocemos que nuestra existencia solo depende de Dios.

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