LITURGIA Agosto 26 Cuando la fe no está abierta a la trascendencia

Finalizamos la lectura del capítulo seis del evangelio según san Juan que hemos venido siguiendo los últimos cinco domingos en la misa. En este capítulo Jesús, mediante…
Jesús ha venido revelando progresivamente el plan (la obra) del Padre para la humanidad, a este plan que revela Jesús, los judíos vienen trayendo, también, reparos; estas ‘murmuraciones’ las ha aprovechado la narración para que el Maestro amplíe su revelación. En la conclusión que leemos hoy nos encontramos con un grupo personas que comenzaron a creer, pero ahora pasan a desconfiar de las palabras de Jesús.
El evangelio de la misa de este domingo (Juan 6, 60-69) tiene dos partes, en la primera hallamos las objeciones de un grupo de discípulos y en la segunda parte tenemos la profesión de fe de Simón Pedro.
Los domingos anteriores hemos iniciado el texto del evangelio de la misa escuchando las murmuraciones de los judíos; recordemos que el verbo ‘murmurar’ (en griego ‘goggizo’) aparece en varios episodios del pueblo de Israel en el desierto para mostrar el desacuerdo con el proyecto de Dios (véase Éxodo 16, 2; 17, 3; Números 14, 2); entonces podemos entender que en la Biblia ‘murmurar’ es manifestar inconformidad con la manera como Dios está realizando la salvación; la murmuración surge porque Dios no está realizando la salvación ‘a nuestra’ manera.
El evangelio de este domingo se inicia con la murmuración de un grupo de discípulos de Jesús, ellos manifiestan que las palabras del Maestro son difíciles de comprender: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» En el texto griego se habla de lenguaje ‘duro’ (‘sklerós’).
¿A qué se refieren los discípulos con la frase ‘este modo de hablar’? Recordemos que en este capítulo del evangelio según san Juan, Jesús ha hecho tres revelaciones importantes sobre sí mismo: 1. que viene de Dios: «Yo soy el pan que baja del cielo»; 2. que entregará su vida para que el mundo tenga vida: «El pan que daré es mi carne por la vida del mundo»; y, 3. que responde adecuada y suficientemente a los anhelos más profundos del ser humano: «Mi carne es verdadera comida».
A un grupo de discípulos les resultan inaceptables estas revelaciones que ha hecho Jesús, quizá porque la propuesta del Evangelio choca contra la idea de Dios que se han formado o porque esperan otro tipo de salvación. Probablemente los críticos de Jesús no están muy dispuestos a «trabajar en el trabajo que el Padre quiere». Pensamos que en el fondo la murmuración de los discípulos surge desde una fe que no está abierta a la trascendencia, pues resulta lugar común llamar fe al simple anhelo de lograr satisfacer las esperanzas humanas, se trataría de la fe encerrada en los horizontes del mundo.
La murmuración aflora porque no queremos ser conducidos por el Padre hacia Jesús, entonces en el evangelio de hoy Jesús responde contrastando la crítica de los discípulos con su regreso al Padre: el pan que ha bajado del cielo, subirá al Padre. Mientras que a estos hombres les resulta inaceptable la manera como Dios está realizando la salvación por la encarnación de Jesús, Jesús anuncia la culminación de la encarnación con la glorificación.
Además, Jesús amplía su respuesta a las murmuraciones recordando lo que ya había dicho a Nicodemo: «De la carne nace lo carnal; en cambio, del Espíritu nace lo espiritual» (Juan 3, 6). Aquí no se está hablando de dos principios contrarios (materia/espíritu). No olvidemos que en el evangelio según san Juan el término ‘carne’ indica la existencia concreta, limitada, precaria, del ser
humano. En el evangelio que leemos este domingo, Jesús manifiesta que el ser humano no tiene capacidad por sí mismo para alcanzar la verdadera vida: «la carne no sirve para nada».
La ‘carne’ –el ser humano– necesita de la revelación cristiana para comprender y participar del proyecto de Dios, es por la acción del Espíritu –esto es, del soplo de Dios– como la ‘carne’, puede entender todo. El ser humano anhela, intuye, busca, pero esos anhelos, esas búsquedas, necesitan ser ampliados por la revelación cristiana y sólo podrán ser satisfechos plenamente por Aquel que logra responder adecuadamente: el pan que Dios envía, la persona de Jesucristo que es verdadera comida.
La segunda parte del evangelio de la misa de este domingo es la confesión de la fe cristiana expresada por Simón Pedro: en nadie más que en Jesucristo encontramos la verdadera vida: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna»; de esta manera la fe de los cristianos proclama que en nadie más que en Jesucristo el hombre encuentra la verdadera vida.
El Padre del cielo nos concede el don de la fe para acoger la revelación de Jesús, este don del Padre se manifiesta instruyéndonos para llegar a ser discípulo de Jesús, pero, si nuestra libertad se resiste a ser conducidos hasta aquel que es la Palabra que da la vida verdadera, la historia termina en deserción.
Fuente Disminuir
Fuente