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LITURGIA Abril 29Unirnos a Cristo para ser fecundos con él

26 de abril de 2018
LITURGIA Abril 29Unirnos a Cristo para ser fecundos con él

Desde el domingo pasado la liturgia dominical nos viene proponiendo contemplar, acoger y celebrar los efectos de la Pascua de Jesús en nosotros; hace ocho días, mediante…

Diferenciamos dos partes en el texto del evangelio de este domingo (Juan 15, 1-8): la primera presenta la alegoría de la vid, la segunda ofrece una aplicación de la alegoría en orden a la necesidad de la comunión con Jesús para llevar una existencia cristiana fecunda.

En la presentación de la alegoría, en la primera parte, nos hallamos ante un atrevimiento del evangelista. En el Antiguo Testamento es frecuente la imagen de la vid para exponer el tema de la alianza de Dios con Israel (Oseas 10, 1; Salmo 80, 9.12; Isaías 5, 1-2); en estos lugares la vid representa al pueblo, objeto de los cuidados de Dios, y en consecuencia se trata de una vid de buen origen y que por ello puede ser fecunda. La infidelidad del pueblo es entonces expuesta como esterilidad o cosecha de frutos enjutos.

Desde estas presentaciones en el Antiguo Testamento sorprende que en texto del evangelio de la misa de hoy Jesús comience por identificarse como la vid: «Yo soy la verdadera vid». En el evangelio según san Juan, Jesús en varias ocasiones se presenta con la frase «Yo soy…» el pan, el pastor, la puerta, la luz, el camino. El evangelio acude a esta forma de presentación de Jesús –«Yo soy»– cuando quiere poner delante de nosotros su misión salvífica.

En algunos casos, dentro del evangelio según san Juan, estos sustantivos (pan, camino, vid) están calificados con el adjetivo ‘verdadero’. En estas situaciones ‘verdadero’ no es lo opuesto a ‘falso’ sino que verdadero viene a ser como ‘lo definitivo’, lo anunciado y esperado que se ha comenzado y que ahora se hace plenamente presente. Verdadero es lo que acontece luego de varias invitaciones, algunas de ellas desestimadas.

A partir de esta presentación de la vid ‘verdadera’ podemos entender en el evangelio de hoy que Jesús viene a ocupar el puesto del pueblo de la alianza y de esta forma se nos revela que en Jesús el Padre realiza plenamente lo que intentó con Israel.

Continuando en la presentación de la alegoría de la vid nos encontramos con que el Padre personalmente cuida la viña, en otras imágenes se habla de un propietario que tiene una viña, nuestro texto habla de un labrador –en griego ‘georgos’–, aquel que trabaja la tierra. Según esto, el Padre personalmente cuida a Jesús y aquí otra osadía del texto consistente en afirmar que este cuidado consiste en arrancar los sarmientos que no dan fruto y podar los que dan fruto para consolidar la fecundidad. Que el Padre ‘arranque’ y ‘pode’ a Jesús nos lleva a buscar una explicación; aquí entonces la segunda parte que nos hace pasar de la singularidad de los sarmientos a la colectividad de la vid.

En la segunda parte del evangelio de hoy, buscando reponernos del ‘atrevimiento’ expuesto en la presentación de la alegoría de la vid, nos hallamos ante la realidad de los sarmientos para reconocer la necesidad de estar unidos a la vid, que es Jesús. La tarea de podar, expuesta en la primera parte y que lleva a cabo el Padre, ahora se viene a explicar que se realiza mediante la palabra de Jesús: «Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho». De modo que acoger en la obediencia de la fe el Evangelio de Jesús es lo que lleva a los discípulos a ser fecundos.

El texto desarrolla el tema de la comunión del discípulo con Jesús en términos de ‘permanecer’. El sarmiento únicamente puede existir en la vid, de modo que el sarmiento subsiste porque lleva la vid consigo. A partir de ello entendemos que uno llega a ser discípulo por la transformación íntima

que se produce a acoger la palabra que limpia y esta situación de discipulado se conserva por un permanente estado de conversión, es decir, por una continua búsqueda de la voluntad de Dios.

El texto concluye con una promesa de Jesús: «Pidan lo que deseen, y se realizará». Un discípulo que ha comprendido que únicamente existe estando unido a Jesús y que solo así llega a ser fecundo, su oración solo lo llevará a pedir la gracia para continuar siendo fiel.

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