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LITURGIA Abril 26 Nuestra dificultad para reconocer al Resucitado

23 de abril de 2020
LITURGIA Abril 26 Nuestra dificultad para reconocer al Resucitado

Desarrollando la propuesta mistagógica para estos días del tiempo pascual, la celebración de este domingo nos ayuda a comprender que la celebración del misterio impulsa…

En el anuncio kerigmático de la primera lectura (Hechos 2, 14.22-33) el apóstol Pedro presenta la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret como la realización del proyecto de Dios: «Conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, ustedes [los judíos] lo mataron clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio».

El texto presenta la resurrección como cumplimiento del proyecto de Dios en Jesús, Dios lo resucitó «librándolo de los dolores de la muerte». De esta manera Dios revela el plan divino para cada ser humano, y así podemos comprender que con la resurrección de Jesús se está revelando que la muerte no puede frustrar el designio de Dios de hacer partícipe al ser humano de la vida plena en Él.

La segunda lectura de la misa de este domingo (1Pedro 1, 17-21) inicia recordando la vida del discípulo como el comportamiento de un hijo de Dios en circunstancias históricas propias, de este inicio el autor pasa a exponer el origen de esta nueva condición de hijos de Dios: ustedes fueron rescatados de una vida vacía, «con una sangre preciosa, la del cordero sin defecto y sin mancha». Esta mención del cordero en el lenguaje bíblico nos pone a pensar en la expiación y en la reconciliación con Dios. Así tenemos que la condición de hijos de Dios implica la rehabilitación del liberado por Cristo para llevar una nueva existencia.

El muy conocido episodio de los discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35) que escuchamos en el evangelio de la misa de hoy tiene un hondo sentido mistagógico: Jesús, en cuanto hermeneuta lleva a los discípulos a través del sentido profundo de la Escritura y así los capacita para que sean capaces de experimentar el misterio de la presencia del Resucitado. El Directorio homilético (Sagrada congregación para el Culto divino, 29 de junio de 2014) señala que «la homilía dispone a la comunidad a la celebración eucarística y a reconocer que aquí es dónde compartimos verdaderamente el misterio de la muerte y resurrección del Señor» (13).

Tanto en el relato del evangelio según san Lucas como en el libro de los Hechos es importante Jerusalén, precisamente el Resucitado encomienda a sus discípulos difundir desde Jerusalén la buena noticia que tiene que llegar hasta los confines del mundo. El episodio que leemos hoy principia con dos discípulos que salen de Jerusalén, podemos entender que con esta mención el evangelista nos quiere hacer pensar en el tiempo de la misión para proponernos cómo reconocer la presencia sacramental de Jesús en la Iglesia a través de la Escritura y del gesto ritual de la fracción del pan.

El episodio de los discípulos de Emaús, como los demás relatos de manifestación del Resucitado, inicia presentando la incapacidad de los discípulos para reconocerlo, en el caso presente esta incapacidad consiste en el deseo de ver, de tocar, de probar. Pero para poder acoger la presencia del Resucitado es preciso renunciar al deseo de querer dominar y más bien aceptar la palabra que viene de Él, palabra que lleva a reconocer su presencia en la historia.

La conversación con el ‘peregrino misterioso’ pone en evidencia las dificultades de quienes inician una nueva experiencia, pero se niegan a renunciar a aquello que les ha venido dando seguridad. Los criterios ‘de siempre’ llevan al Jesús profeta, al hombre acreditado mediante milagros, pero impiden reconocer la presencia del Resucitado.

El destino mesiánico que expone el compañero anónimo partiendo de la Escritura señala el camino de la entrega como la clave para comprender la Pascua. Desde la Escritura, interpretada a partir de la clave de la entrega del Mesías, podemos reconocer al Resucitado en los gestos que la Iglesia hace en su nombre.

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