LITURGIA Abril 15 En nosotros se está dando de forma real la victoria de Cristo sobre el pecado

Contemplamos en este tiempo pascual cómo la victoria de Jesús irrumpe en la historia y se manifiesta en la existencia cristiana de cada uno de nosotros. Esta…
En este punto hemos de reconocer dos elementos de la celebración de la Pascua, por una parte está el plan de Dios preparado desde la antigua alianza y cumplido en la glorificación de Jesucristo y, por otra, la historia de cada uno de nosotros. Ante estos dos elementos descubrimos que la historia personal de cada uno de nosotros tiene valor, pues es en ella dónde se manifiesta el alcance renovador de la Pascua de Jesucristo. La novedad de la resurrección de Cristo se va manifestando de manera real en la vida justa de cada uno de nosotros.
Las lecturas de la Misa de este domingo nos ayudan a comprender cómo la victoria pascual de Jesús está transformando la vida de los discípulos, de nosotros hoy. En el primer texto (Hechos 3, 13-15.17-19) el apóstol Pedro anuncia a los judíos de Jerusalén cómo Dios realiza entre los hombres un plan de salvación, pero en ocasiones los hombres ignoran este plan y por ello llegan a oponerse al mismo.
El plan de salvación busca llevar al ser humano hasta la plenitud de vida mediante la comunión con Dios, pero los hombres, confundidos, muchas veces creen hallar vida en lo que en realidad produce muerte: «renegaron del Santo y del Justo, y pidieron el indulto de un asesino; mataron al autor de la vida». Pero precisamente en el Mesías entregado a la muerte Dios está presente liberando a la humanidad del pecado, suma de todas las esclavitudes.
El segundo texto (1Juan 2, 1-5a) muestra dos efectos de la Pascua de Jesús para nosotros. El primero es la liberación del pecado; esto lo podemos entender a partir de lo que escribimos arriba, la Pascua de Jesús tiene que ver con la historia de cada uno de nosotros, de modo que la historia personal de cada uno de nosotros tiene valor. La liberación del pecado solo se puede dar a partir de una unión profunda con Cristo muerto y resucitado, mientras la Pascua de Cristo no se manifieste en nuestra vida, no podemos salir del pecado. El segundo efecto de la Pascua de Jesús en nosotros es la vida nueva, pues la comunión con la Pascua ‘nos pone a caminar en novedad de vida’, ya que esta comunión nos da la capacidad para vivir de acuerdo con el Evangelio y «quien guarda su palabra [la de Cristo], ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud».
En el evangelio de la misa (Lucas 24, 35-38) tenemos el relato de una aparición del Resucitado a sus discípulos; estos relatos de las apariciones del Resucitado suelen tener tres partes, la primera manifiesta la dificultad que tienen los discípulos para reconocer al Señor, la segunda parte presenta la manera como el Resucitado ayuda a los discípulos a vencer esas dificultades y finalmente se concluye en la tercera parte con el envío a la misión. Los diferentes relatos de apariciones del Resucitado que tenemos en el Nuevo Testamento destacan aspectos propios y significativos para la misión.
Desde lo que venimos diciendo sobre la celebración de la Pascua nos aproximamos al evangelio de la misa de este domingo buscando propiciar una experiencia personal en orden a la misión, a partir de los elementos del texto. Principiemos por notar que el episodio narrado está en continuidad con el encuentro conocido como los discípulos de Emaús, con ello se pone de manifiesto la comunidad como lugar de discernimiento y de enriquecimiento de experiencias personales.
Con elementos que nos recuerdan las apariciones que leímos el domingo anterior, Lucas nos dice de la presencia del Resucitado en medio de los discípulos. En el texto que comentamos, la dificultad de los discípulos surge del miedo que se apodera de todos ellos, también de los que manifestaron haberlo visto ya. En la segunda parte el Resucitado acude a dos recursos para que ellos venzan el miedo, el primero es de orden, digámoslo así, físico: los invita a ver las huellas en su cuerpo de la crucifixión, y además come; el segundo recurso es la Escritura, y para ello les abre el entendimiento en orden a comprender el proyecto de Dios con el Mesías.
Desprendiéndose de esta forma auténtica de comprender el proyecto de Dios surge la misión, presentada aquí como la extensión de la victoria sobre el pecado, misión que tiene que extenderse desde Jerusalén.
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