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¿Cómo entender la riqueza de la Eucaristía ahora que no podemos asistir al templo?

17 de abril de 2020
¿Cómo entender la riqueza de la Eucaristía ahora que no podemos asistir al templo?

La Eucaristía es la acción de gracias por excelencia, además de ser el acto de donación de Cristo como sacrificio agradable al Padre. Sacrificio que consiste en que…

En este tiempo de cuarentena en el que nuestros templos están cerrados, muchos estamos privados de la celebración presencial de la Eucaristía y solo nos queda el consuelo de la celebración virtual de la misma.

Que siendo sinceros, no es lo mismo, partiendo del hecho de la ausencia del efecto sacramental. Pero sin encaminarnos por allí, quisiera que pensáramos en el valor que tiene la Eucaristía en nuestra vida y en nuestra fe. 

Ofrecemos un sacrificio a Dios

Imagen eliminada.En la Eucaristía, el sacerdote ofrece a Dios el sacrificio del altar, pero algo que muchas veces pasamos por alto es que nosotros como sacerdotes bautismales en unión al sacerdote que preside la celebración litúrgica, ofrecemos también nuestras vidas como ofrenda de ese sacrificio. Imagen eliminada.

Las diferentes intenciones, necesidades o dificultades con las que llegamos al templo cada día, al ser entregadas a Dios, se hacen ofrenda del altar. Es por esto que se hace necesario que lleguemos con un tiempo de antelación al templo, para así poder orar y entregar nuestra ofrenda a Dios. 

¿Y ahora que no podemos ir al templo?

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En primer lugar, pienso que el hecho de no tener posibilidad de ir al templo y celebrar la Eucaristía, nos ha permitido sentir la ausencia de esta riqueza, valorarla mucho más. En otras palabras se nos ha hecho real el refrán: «nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde».

Digo esto porque a todos nos ha pasado que un día simplemente nos sentimos como con cierta pereza y vamos a misa pero no estamos conectados totalmente. O peor aún, no vamos y preferimos hacer algo diferente. 

Estos días que hemos estado privados de estar en el templo, son días que nos han llevado a sentir mayor deseo de unirnos a Jesús en el altar. No sé si también a ti te pase, pero cada vez que me uno a la celebración eucarística por los medios de comunicación, me pregunto ¿qué sentiremos cuando regresemos a nuestros templos?

La Eucaristía es vivencia de adoración y unión con Dios

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Como criaturas que somos, al reconocer humildemente nuestra pequeñez nos unimos íntimamente a Dios. Y en esa unión somos invadidos por un estupor ante el reconocimiento de su grandeza y bondad. Esto nos hace salir de nosotros mismos y de ese pequeño mundo que poseemos, transportándonos a la grandeza de la presencia sacramental del Señor en la Eucaristía. 

Nuestra participación activa en el sacramento eucarístico nos permite participar del amor sin fin que se dona a nosotros en infinita gratuidad. Lo que debe llevarnos a una profunda adoración de la señoría omnipotente, bondadosa y providente de Dios. 

La belleza de la celebración litúrgica, su armonía y nobleza, conducen el alma a la adoración y unión con el Espíritu de Dios. Por ello, estamos llamados a dejarnos transportar por ese mismo Espíritu en medio del silencio, de los cantos, de la escucha de la Palabra, de la oración, de los gestos, y del ornato litúrgico.

Pues es el Espíritu el que nos conduce hacia una adoración plena y sincera de Dios. Hay una conferencia online hermosa que habla sobre el misterio de la Eucaristía, tal vez te animes a verla en este tiempo de cuarentena. Se llama «Conocer la misa para hacernos Eucaristía», estoy seguro de que puede servirte mucho. 

En este tiempo de aislamiento, el espacio para la adoración es lo íntimo del corazón. Es en este momento en el que se hacen concretas las palabras del Evangelio que nos invitan a ir a nuestra habitación y allí orar al Padre.

Reconoce la grandeza de la misericordia y bondad de Dios en tu vida y surgirán las palabras para orar y adorar al Señor que en todo momento nos escucha. 

No es solamente celebrar la Eucaristía, es ser Eucaristía

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Esta pandemia, la cuarentena y la privación de asistir a los actos litúrgicos deben conducirnos a descubrir una riqueza de nuestra fe que es la de convertir nuestra vida en Eucaristía. Sí, no te asustes, todos hemos celebrado la Eucaristía como sacerdotes bautismales que en unión al sacerdocio ministerial, celebramos un sacrificio agradable al Padre. Pero la pregunta que nos podríamos hacer hoy es ¿somos Eucaristía?

En el Evangelio de Juan (4,24), encontramos que Jesús nos dice cómo debe ser nuestra adoración: «Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y verdad». Esta perícopa del texto ha servido a lo largo de los años para designar algo esencial para la fe de los hombres, que nuestra oración, nuestro culto y celebración debe ser en espíritu y verdad.

Es decir que nazca de los más íntimo del ser mismo y que en la más absoluta sinceridad se una a la vivencia misma de la cotidianidad. En pocas palabras es una llamado a la coherencia: celebración y vida. 

Por tanto, que seamos Eucaristía, es que nuestra vida sea testimonio palpable de lo que celebramos y de lo que creemos. Que la oración y espiritualidad que vivimos sea tan humilde y sincera, que se irradie como luz que alumbra al mundo y como sal que da sabor y vida a la sociedad. Llegando a encarnar las palabras de san Francisco de Asís: «predica el Evangelio en todo momento y si es necesario usa las palabras», que nuestra vida siempre anuncie a Cristo. 

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