Si alguien me hiciera la pregunta ¿cómo es Dios? ¿Cuáles son los sentimientos que alberga en su corazón? Le respondería sin vacilación: lea y medite esta historia, conocida y mal llamada parábola “del hijo pródigo”, y que hoy preferimos llamar la “parábola del padre bueno”, o “parábola del amor de Dios por sus hijos perdidos”.
Con esta parábola Jesús nos enseña a penetrar profundamente, y en el mismo momento, en el misterio de Dios y en el misterio de la condición humana.
Veamos el contexto: Los fariseos y la gente religiosa de entonces le critican a Jesús el acoger y sentarse a la mesa con pecadores; a ellos les parece extraño y hasta escandaloso el comportamiento habitual de Jesús.
Jesús en respuesta les propone tres comparaciones: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido, para revelarles que así es el Padre Dios, y por qué El también obra de esa manera.
Los sentimientos que tiene el papá de esos dos muchachos, - respeto, generosidad, paciencia, ternura, esperanza, alegría por la recuperación del hijo perdido, capacidad infinita de perdón, - esos mismos son los sentimientos de Dios. Para él lo más importante es que un hijo perdido, que regresa a casa hambriento y humillado, ha vuelto a nacer y por eso hay que alegrarse y hacer fiesta.
Ante el regreso a casa del hijo menor, su padre actúa de esta manera: lo vio de lejos y se le conmovieron las entrañas, salió corriendo, se le echó al cuello, lo cubrió de besos, mandó ponerle el mejor traje de fiesta, le entregó anillo y sandalias, celebró un banquete. Como si lo engendrara de nuevo. Además, intentó persuadir al hijo mayor de que también él se alegrara y participara en la fiesta.
Así es Dios. El que nosotros los sacerdotes les anunciamos todos los días. No es “el hijo menor” el que siempre llama nuestra atención- en la predicación. Es el amor del Padre bueno, es el amor de Dios.
Cuando cada uno de nosotros se arrepiente y abandona el pecado y se pone sin miedo en camino y vuelve a Dios y no abandona su casa… ¿saben qué hace Dios? ¡Hace fiesta! ASÍ ES DIOS.
Él nos sigue esperando. Él es Padre de todos. Aprovechemos este tiempo de Cuaresma para purificar y enriquecer nuestra vida espiritual.
P. Carlos Marín G.
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