Más de 800 niños vivieron el Jubileo Arquidiocesano de la Infancia

El Instituto San Pablo Apóstol (ISPA), en su sede Libertador, el sábado 25 de octubre, se llenó de color, cantos y sonrisas. Más de 800 niños y niñas, provenientes de comunidades parroquiales de las ocho vicarías episcopales territoriales de la Arquidiócesis de Bogotá, junto a estudiantes del Sistema Educativo Arquidiocesano (SEAB), vivieron el Jubileo Arquidiocesano de la Infancia, una jornada cargada de signos, fe y esperanza en el marco del Año Santo 2025.


Entre cantos y sonrisas la fe se sigue cultivando
Desde tempranas horas, el lugar se convirtió en una auténtica fiesta. Entre risas, danzas y aplausos, los pequeños fueron recibidos en un ambiente de fraternidad.

El grupo circense de la Compañía Teatral Obra Juan Bosco Obrero, de Ciudad Bolívar, abrió el encuentro con una presentación artística llena de color y ternura, recordando que la alegría también evangeliza.


El ministerio musical Tierra Fértil acompañó este momento con cantos que llenaron de entusiasmo a los niños y niñas, preparando sus corazones para vivir una jornada especial.

Con un gesto de ternura y entusiasmo, la hermana Magda Liliana Cruz Gómez, FMA, vicaria de la Diaconía para la Esperanza de la Arquidiócesis de Bogotá, estructura pastoral encargada de organizar este encuentro, dio la bienvenida:
“Ustedes, queridos niños, son nuestra esperanza. Estamos alegres en este jubileo porque tenemos la certeza de que Dios siempre está con nosotros y no nos abandona. Los niños y las niñas del mundo, de Colombia, de Bogotá, son los preferidos de Dios”.
Su mensaje, sencillo y cercano, despertó sonrisas y un espontáneo levantamiento de manos cuando invitó a todos a manifestar su alegría:
“Levante la mano quienes hoy van a estar muy alegres”, dijo entre risas, mientras cientos de manos se alzaban al cielo, y ella recordaba que tantos estos pequeños, como sus familias, catequistas, animadores y comunidades “son signo vivo de que la Iglesia es casa que acoge, acompaña y envía a los niños y niñas como pequeños misioneros del amor de Dios”.



La Eucaristía: centro y corazón del Jubileo
La santa misa fue presidida por monseñor Edwin Vanegas, obispo auxiliar de Bogotá, y concelebrada por varios sacerdotes que acompañan el trabajo pastoral con niños, niñas y adolescentes. Acompañó monseñor Alejandro Díaz, también obispo auxiliar en esta jurisdicción eclesiástica.

El coro infantil de la parroquia Santa Cecilia, conocido como Octava Schola, puso la nota musical litúrgica, envolviendo el ambiente en un clima de oración, inocencia y gratitud.
Sembrando semillas de fe en un lenguaje cercano y alegre

En su homilía, monseñor Edwin, a partir del Evangelio de la multiplicación de los panes y los peces, ofreció una catequesis concreta y profundamente significativa, desde un lenguaje que conectó con los pequeños:
“¿Cómo se llama la tabla de multiplicar de Jesús?”, les preguntó, orientando las respuestas hacía una idea que desarrollaría en su mensaje. Se trata de «la tabla del amor», les explicó, agregando que “el que se aprende esa tabla se parece a Jesús. Y eso es lo que nos enseña hoy el Evangelio”.
El obispo invitó a los niños y niñas a descubrir tres palabras claves: pan, pescado y canasto, explicando su sentido como símbolos de vida, creación y solidaridad.
“El pan representa su vida, su alegría, su inocencia, lo que hace falta en el mundo. El pescado nos recuerda el cuidado de la naturaleza y de la Casa Común. Y el canasto nos enseña a compartir, a preocuparnos por los que no tienen”, precisó.
Con su estilo cercano y pedagógico, el obispo los animó a convertirse en “misioneros de la vida”, guardianes de la creación y constructores de paz:
“Ustedes, queridos niños, hacen posible que Jesús siga multiplicando la vida, la esperanza, el júbilo. La tabla del amor nunca falla y alcanza para todos”.
Al concluir la celebración, un canto resonó con fuerza: “Alma misionera”, entonado por todos los presentes como signo del envío a ser testigos de esperanza.
Coloreando la esperanza: una catequesis vivida y compartida
Después de un espacio de merienda fraterna, la jornada continuó con el taller “Coloreando la esperanza con Luce y sus amigos”, una propuesta catequética y creativa en la que los niños, a través de dibujos y reflexiones, descubrieron la presencia de Dios en su vida cotidiana.
El trabajo se desarrolló por grupos, guiado por facilitadores y jóvenes voluntarios, en torno a los personajes: Luce, Fe, Xin y Sky.
Cada figura, dibujos animados propuestos desde el Vaticano al inicio del Año Santo como estrategia para conectar con niños y jóvenes, representó una virtud:
Luce, la alegría que ilumina.
Fe y Aura, la confianza y el Espíritu Santo.
Xin, la fuerza de la comunidad.
Sky, la esperanza que construye el futuro.
A través del color, su huella y firma de compromiso, los pequeños construyeron un gran mural colectivo, símbolo de unidad y de su papel activo en la Iglesia.
Uno de los facilitadores resumió el espíritu de la actividad: “Cada pieza del rompecabezas es diferente, pero todas son necesarias. Así somos nosotros en la Iglesia: distintos, pero unidos formamos un solo cuerpo lleno de fe y esperanza”.
Mientras tanto, los padres de familia y acompañantes participaron en un espacio paralelo dirigido por Familias Misioneras de las Obras Misionales Pontificias, reflexionando sobre su papel en la transmisión de la fe a los más pequeños.
Momento mariano y Arco de la Esperanza: cierre jubilar
Hacia el mediodía, en ambiente de peregrinación gozosa, cada grupo caminó llevando su mural hacia el auditorio, atravesando el Arco de la Esperanza, signo jubilar de paso y compromiso.
El momento mariano selló el encuentro con la oración confiada a la Virgen María. Bajo su amparo, los niños depositaron sus sueños, compromisos y deseos de ser sembradores de paz y de amor en sus hogares, colegios y comunidades.
La imagen era conmovedora: más de 800 niños levantando sus murales coloridos, cantando a María con sus voces limpias y radiantes. Una escena que resumía el espíritu del Jubileo: la alegría de creer, de compartir y de caminar juntos como Iglesia.
Una jornada posible gracias a muchos corazones
Más de 120 personas –entre facilitadores, catequistas, acompañantes de infancia misionera, voluntarios, docentes y seminaristas de los Seminarios Mayor y Redemptoris Mater de Bogotá– hicieron posible esta jornada de encuentro, fraternidad y esperanza.


Para todos, fue más que una actividad pastoral: fue una experiencia de Iglesia viva, donde los niños recordaron que también ellos son protagonistas del Reino de Dios y testigos de la esperanza en el presente.
Como expresó una niña al final de la jornada, con su dibujo aún en las manos: “Hoy aprendí que Jesús también cuenta conmigo. Que mi alegría puede iluminar a otros”.
Fotos: OAC / Vicaría de la Esperanza.
El Jubileo Arquidiocesano de la Infancia fue, sin duda, una fiesta del corazón, una expresión viva del Evangelio encarnado en los más pequeños, quienes –como dijo el Papa Francisco– “nos enseñan con su ternura a abrirnos a la esperanza”.
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