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#217016

El don sagrado de la vida

31 de agosto de 2020
homilía
Imagen:
OAC
En la homilía del pasado domingo, el arzobispo Rueda nos invita a encontrar el sentido de nuestra vida, en Dios

 

El Arzobispo de Bogotá, monseñor Luis José Rueda Aparicio, en la homilía del domingo, eucaristía que se transmite por el canal RCN, debido a la imposibilidad de reunir los fieles en los templos, hace una reflexión sobre el sentido y el valor de la vida.

La vida, que no nos pertenece, es descrita como un don sagrado desde la concepción hasta el final natural de la existencia y, de manera especial, en algunas circunstancias cruciales como la enfermedad o la privación de la libertad.

Por eso invita a sumarse a quienes de manera voluntaria, desde su casa con la oración o la acción, ayudan a los privados de la libertad, en esta semana dedicada a la pastoral penitenciaria.

También a quienes arriesgan su vida y su seguridad por la atención a los enfermos.

De manera especial pide por todos aquellos que a todos aquellos “voluntarios que se están ofreciendo donde la vida está en riesgo; aunque la vida está en peligro por la violencia no sólo por el Covid. Está en peligro por distintas enfermedades, está en peligro porque no hay los suficientes hospitales, no hay los suficientes médicos y enfermeras para atender la vida”.

Aquí encuentra el texto completo de la homilía desde la Capilla del Sagrario, en Bogotá:

Una pregunta para la aproximación a la palabra de Dios en este domingo:

La pregunta es cuál es el sentido de la vida: ¿Cuál es el sentido de la vida de cada uno de nosotros de niños de jóvenes y adultos? ¿tiene sentido la vida? La vida es un don sagrado que se recibe para ser donado. Tomamos el capítulo 16 San Mateo que escuchamos hoy y nos encontramos a Jesús el maestro de la vida, el que vino para que tengamos vida abundante; está explicándole a sus discípulos, mientras camina, que Él debe ir a Jerusalén, la capital, allí cumplirá su misión plenamente.

Debe ir, debe ser condenado por las autoridades debe ser crucificado, va morir y les anuncia también que va a resucitar. Pedro lo escucha y entra con su actitud de hermano, pero de hermano con pensamiento humano, no puede sucederle eso al Mesías, al hijo de Dios, no puede sucederle, no vayamos a Jerusalén. Es un pensamiento humano, demasiado humano y Jesús la aprovecha para decirle: “Pedro, tú piensas como los hombres no como Dios”. Y, entonces el sentido de la vida humana lo encontramos en el que nos da la vida, en el que es la fuente de la vida: en el mismo Dios. Allí encontramos el sentido de nuestra vida; nuestra vida no la recibimos para guardarla para guardarla nosotros.

Nuestra vida no nos la damos nosotros mismos, por eso la vida no es nuestra y de los demás. En todas las etapas de su existencia es Sagrada. Es un don sagrado. Pedro está pensando muy humanamente, pero Jesús sabe que su vida la ha recibido para cumplir una misión de salvación y para donarla por amor en la cruz, la cruz se convierte en el testimonio supremo, el más elocuente signo del amor de Jesús allí él hace la ofrenda agradable de su vida, en la cruz. A él no le quitan la vida, Él la dona y la dona por amor; por nosotros pecadores. No la dona solamente por los buenos.  La dona por toda la humanidad y por eso le dice a Pedro: “piensas como los hombres, ponte atrás sígueme, sígueme para que entiendas cuál es el camino y para que puedas pasar por la cruz también”.

Pedro, con el paso del tiempo, va a entender el sentido de su vida y él mismo también, en la colina vaticana, en Roma, va entregar su existencia al estilo del Maestro.

 Y Jesús dice: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Nos está invitando a usted, a mí, a seguirlo a él y siguiéndolo a Él encontramos no sólo el sentido de nuestra vida si no lo profundo de nuestra misión y la fuerza para llevarla a feliz cumplimiento.

 Dice Jesús: “porque quien quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí la encontrará”. En otras palabras el que done su vida por mí la encontrará. Donar, entregar la vida, es que la vida es una relación, porque recibimos la vida de Dios y estamos relacionados con el que es la fuente de la vida, una relación con la vida, porque está para ser donada, para ser ofrecida: papás y mamás, ustedes no son donantes de la vida; ustedes cuidan la vida, ustedes son instrumentos de la vida, son servidores de la vida en su familia.

 Y le hablo a los médicos y le hablo las enfermeras y le hablo a las autoridades de nuestro país: ustedes son servidores de la vida; y le hablo a todos aquellos voluntarios que se están ofreciendo donde la vida está en riesgo; aunque la vida está en peligro por la violencia no sólo por el Covid. Está en peligro por distintas enfermedades, está en peligro porque no hay los suficientes hospitales, no hay los suficientes médicos y enfermeras para atender la vida.

La vida es un don que se recibe. Cuidemos la vida y cuidando la vida podemos cuidar la vida de los demás y ofrecer lo más bello que tenemos, lo que hemos recibido en nuestra existencia. La vida debe ser cuidada desde el vientre materno. No somos dueños de la vida, no podemos ser dominadores de la vida en el vientre materno; en el vientre materno la vida debe ser cuidada y custodiada.

Esta semana estamos invitando, también, a cuidar la vida de los que están privados en la libertad, que muchas veces los olvidamos; que muchas veces los marginamos; que muchas veces los juzgamos también nosotros  y los revictimizamos y decimos ellos tiene su problema y están allí.

La Iglesia con sus servidores capellanes, con el padre Andrés Fernández que hoy nos acompaña, y todos los servidores en las cárceles están anunciando allí la vida. Están anunciando que para el que está privado la libertad, ya sea interno allá en una cárcel o ya sea privado de la libertad en su en su propia casa, casa por cárcel, de todas maneras hay un sentido para su vida; porque si usted sigue a Cristo, aún estando privado de la libertad puede encontrar la vida abundante.

Cuidar la vida en esta etapa de la existencia nos lleva a que nosotros seamos cuidadores en la vida de ese don que hemos recibido y que cuidamos la vida de los demás.

Ojalá esta situación dolorosa de la pandemia nos lleve a ser agradecidos con Aquél que dio la vida en la cruz para darnos la salvación y ojalá nosotros entendamos que cada misión, que cada vocación de nosotros los seguidores de Cristo, nos lleva a seguir a Cristo, nos lleva a amarlo a Él y a entregar nuestra vida para encontrarla con Él, para resucitar al tercer día con Jesús y, para que cuando Él venga, porque dice la Palabra de Dios: “porque el Hijo del Hombre vendrá” nos encuentre administrando nuestra vida en la fe, agradecidos y donándola, cuidando nuestra vida y cuidando la vida de los demás.

Qué San Pablo interceda también por nosotros, para que podamos descubrir como nos dice hoy la primera lectura: qué es lo bueno lo agradable a los ojos de Dios, su voluntad en esta semana que comienza.

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Fuente:
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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