Ecos de la participación arquidiocesana en el Jubileo de Equipos Sinodales y Organismos de Participación

Por: Lina Fernanda Delgadillo Rojas, asistente Diaconía para la Espiritualidad Sinodal.
Del 24 al 26 de octubre, una delegación del equipo sinodal arquidiocesano participó en el Jubileo de Equipos Sinodales y Organismos de Participación, convocado de manera extraordinaria, en su momento, por el papa Francisco y el secretariado para el Sínodo como parte del itinerario de implementación del proceso sinodal. Este encuentro, en Roma, fue una oportunidad para celebrar la esperanza que brota del camino de conversión sinodal que la Iglesia viene recorriendo en los últimos años.
Entre las prioridades que esta fase propone a cada Iglesia particular se encuentra la consolidación de equipos interdisciplinares que animen la vivencia de la sinodalidad en las diócesis, parroquias y comunidades. En la Arquidiócesis de Bogotá, por voluntad del señor arzobispo, esta tarea ha sido entregada al equipo base de la Vicaría de Evangelización, que impulsa con entusiasmo y confianza el dinamismo del proceso sinodal.

Una experiencia desde la universalidad de la Iglesia
Durante los tres días del jubileo participaron cerca de dos mil asistentes provenientes de distintas naciones, reflejo de la diversidad y riqueza del Pueblo de Dios y de la polifonía de sus voces. Todos compartían la misma convicción y esperanza en este camino común.
En palabras del cardenal Mario Grech: “Estamos aquí porque amamos la Iglesia y creemos en la Iglesia, pero quizás más importante aún, porque esperamos en la Iglesia. Es una esperanza que no se basa en nuestros sueños ni en nuestras ideas, sino en la convicción de que la Iglesia es la Iglesia de Dios y que su futuro está asegurado”
Las sesiones de trabajo, realizadas principalmente en el Aula Pablo VI, ofrecieron espacios de escucha, oración y reflexión comunitaria. Se vivió la conversación en el Espíritu como método de discernimiento eclesial, se compartieron experiencias significativas de distintas regiones del mundo y se fortaleció la comunión mediante talleres, testimonios y momentos celebrativos.
Cada jornada recordaba que el jubileo es, ante todo, una invitación a la conversión, la reconciliación y la vida nueva que recibimos de Cristo.
A la escucha de la voz del Papa
El jubileo también se distinguió por sus espacios formativos y de reflexión. En la primera jornada, el papa León XIV dialogó con representantes de siete agrupaciones eclesiales, valorando los avances y desafíos del camino sinodal. Subrayó la importancia de mantener el talante misionero que caracteriza a toda la Iglesia y de reconocer los dones particulares que cada comunidad aporta al conjunto del Pueblo de Dios.
El Santo Padre invitó además a superar los miedos y resistencias frente a la sinodalidad mediante la formación y la comunión, signos concretos de esperanza.

Exhortó, además, a centrar la mirada en las personas más que en los procesos, pues son los creyentes que viven su fe con entusiasmo quienes inspiran la conversión eclesial. Finalmente, animó a valorar la diversidad cultural como una oportunidad para abrir caminos de inclusión y profundizar en la espiritualidad sinodal.
Jubileo, una experiencia de comunión y espiritualidad
Los momentos celebrativos del jubileo fueron verdaderas experiencias de comunión eclesial, donde la diversidad de lenguas y culturas no impidió saborear juntos la presencia de Dios.
Destacó la peregrinación jubilar, vivida en silencio orante al cruzar la Puerta Santa, signo de Cristo, “puerta de la fe” (cf. Jn 10,11). En la Basílica, monseñor Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo, invitó a meditar las palabras de san Pablo a los Romanos desde tres claves: hemos sido salvados, el centro es Cristo y el dinamismo de la fe y el amor nos impulsa a la misión.
En la noche del sábado, en medio de la lluvia, María ocupó un lugar especial. Bajo su mirada e intercesión, el cardenal Grech propuso contemplarla como modelo de la Iglesia sinodal: “Queridos hermanos y hermanas, esta noche también nosotros nos ponemos en la escuela de María, imagen y principio de la Iglesia, para aprender a ser una Iglesia sinodal.” Ella con su escucha de la voz de Dios, acogida de su voluntad y acción confiada la convierten en un referente luminoso para este tiempo eclesial.
Después del jubileo, ¿qué viene?
Al concluir la experiencia jubilar, queda un profundo agradecimiento por el camino recorrido por la Iglesia en Bogotá, que reconoce en el Camino Discipular Misionero una respuesta fiel al Espíritu y a la conversión sinodal. Durante el encuentro se destacó el liderazgo de la Iglesia latinoamericana en la implementación del Sínodo, evidenciado también, en la experiencia arquidiocesana.
En una de sus intervenciones, el papa León afirmó: “No buscamos un modelo uniforme ni presentaremos una plantilla que dicte a cada país cómo debe hacerlo. Se trata, más bien, de una conversión al espíritu de ser Iglesia misionera y familia de Dios.”
Desde esta convicción, cada Iglesia particular está llamada a seguir aprendiendo unas de otras, compartiendo los carismas y discerniendo los pasos a seguir.
Algunos de los retos que deja el jubileo son:
- Profundizar y encarnar la conversación en el Espíritu en los espacios de discernimiento eclesial.
- Favorecer una participación eclesial auténtica, que evite interpretaciones sesgadas frente a las coyunturas sociales.
- Promover una formación continua en sinodalidad, que ayude a comprender y vivir este modo de ser y proceder en la Iglesia.
- Seguir trabajando por la comunión y la acogida, siendo compañeros de camino en las realidades humanas cotidianas, para tender puentes y ser testimonio vivo de Jesucristo en la ciudad.
Este jubileo renueva la certeza de que el Espíritu Santo continúa conduciendo la Iglesia por caminos de comunión, participación y misión. Con gratitud por lo vivido y esperanza en lo que vendrá, se confirma la invitación a seguir caminando unidos, confiando en que el Señor hace nuevas todas las cosas y que cada paso hace realidad la conversión y renovación sinodal de la Iglesia.

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