Cien años de recuerdos, bien contados

Abel Dueñas Padrón es médico, político, maestro, padre, esposo, abuelo, y diácono permanente de la arquidiócesis de Bogotá; próximo a cumplir cien años ha compartido con…
Abelito, como cariñosa y respetuosamente es conocido, ha llegado a la venerable edad de un siglo. Su vida ha estado marcada por la presencia de Dios, desde cuando niño era el único de los hijos que acompañaba a la mamá a misa de seis de la mañana en su natal Cereté.
Estudió medicina en la Universidad de Cartagena, de la que luego fue decano por siete años. Estudió en Chile salubridad y en Estados Unidos se preparó como educador médico.
Luego de algunos años ingresó a la política y fue representante a la Cámara, entonces volvió a Cartagena y creó el departamento de medicina preventiva, el cual dejó para dirigir una división en la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, luego fue al Departamento Nacional de Planeación y creó la División de Salud, entonces fue cuando ingresó al Ministerio de Salud y fue Secretario General. En diferentes períodos fue asesor de la Organización Panamericana de la Salud y de la Organización Mundial de la Salud, en materia de salud pública, principalmente.
Estando como Director Ejecutivo de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina afloró su vocación al Diaconado. En su parroquia se enteró de la convocatoria al sínodo y su párroco, el padre Santiago Granados, lo enroló en las actividades propuestas para los laicos, además había conocido al padre Adriano Tarrarán, con quien elaboró el plan de la pastoral de la salud, en la arquidiócesis bogotana.
El padre Granados le propuso entrar al Diaconado, el doctor Dueñas no sabía bien qué era, pero dio el sí. Luego se vería ya muy docto explicado que no era un cura chiquito, que tenía verdaderas y propias obligaciones pastorales.
De su comienzo en la Escuela Diaconal recuerda con especial afecto a monseñor Alirio López y al padre José Gabriel Meza, quienes lo encarrilaron y con gran dedicación lo formaron para el ejercicio pastoral.
El papá de Abel era un hombre emprendedor y muy buen mozo, así que conquistó a una de las niñas elegantes y de familia adinerada de Cereté, enlace que la familia materna rechazó, pero ellos nunca se vieron desfavorecidos, en cambio sí se acostumbraron a trabajar y a estudiar. Abel fue el primero de su curso en Cartagena y había pensado siempre en estudiar Derecho, ese era su anhelo, sin embargo, a la hora de decidir se acordó de lo que le decían en su casa: estudia medicina, sé alguien, ayuda a la gente. La carrera la terminó en 1949.
Tres años después viajó a trabajar a Magangué, allí le esperaba una niña, la reina de la simpatía, Élida Dueñas, quien desde 1952 es su esposa; tuvieron seis hijas, 18 nietos y cuatro bisnietos. Cuando la conoció no le dio mucha importancia, él iba a su trabajo y no quería perder el tiempo con las niñas de una ciudad desconocida, pero el destino era otro.
Después de una carrera brillante y de recibir decenas de honores, reconocimientos y condecoraciones, dejó todo, regaló los libros, excepto los escritos por él y “colgó la bata” y se ocupó solo de su ministerio en la pastoral de la salud y en su parroquia.
De la actividad intelectual espera no retirarse. Con la misma disciplina de estudio que le dejó su profesión, lee todos los días documentos eclesiales que analiza y sobre los que escribe artículos y comentarios.
Hasta hace unos dos años llegaba manejando su carro a los encuentros de formación permanente en el diaconado, declara a las carcajadas que es muy vanidoso y por eso ni usa bastón ni se deja llevar del brazo, pero que sus hijas no lo dejan ya decidir y le pidieron que no maneje: hizo caso; que no suba al presbiterio porque se puede caer, le costó mucho; que no salga, por lo menos solo… ahí va con esa nueva disciplina.
Como buen médico ha sido mal paciente, sin embargo, sigue haciendo ejercicio con una fisioterapeuta y él mismo se controla su presión, pulso y signos vitales. Cuando encuentra algo fuera de lo normal solo tiene que ir al apartamento de enfrente en donde vive una de sus hijas, médico como él para que le atienda. Recuerda que hace años, siendo estudiante del diaconado sufrió un infarto y a los ocho días ya estaba otra vez en clase para asombro de todos.
Abel Dueñas habló con El Catolicismo:
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