Historias de vida
“Mi mayor alegría la he sentido siempre sirviendo, ayudando a la gente”
Tras más de 50 años de ministerio, el padre Rogelio Garzón Alfonso manifiesta alegría y gratitud con Dios; con su familia, núcleo en el que surgió su vocación; con las comunidades que ha acompañado; y con sus hermanos en el ministerio.
Alegre, descomplicado - con alma campesina -, como él mismo se describe, recuerda que la oración, el trabajo y el servicio, han estado siempre presentes en su vida.
“Yo soy de una familia campesina, y para mí es muy grato recordar que mi papá nos enseñó a trabajar. Si queríamos tener algo debíamos trabajar… Nos levantaban a las 3 de la mañana a rezar el Rosario; luego ir a cuidar los bueyes, caballos, el ganado; a coger maíz; a arrancar arveja, ¡aprendimos a trabajar!, y esa es la mejor herencia, señala.
Esta experiencia la llevó a su ministerio, buscando siempre ser cercano a sus comunidades, manteniendo el espíritu misionero que marcó inicialmente su formación sacerdotal, de la mano de jesuitas y capuchinos.
El ejemplo de su hermano sacerdote le animó, de manera especial, a buscar dar una respuesta generosa al Señor. Aunque su proceso formativo, en tiempos de post Concilio, no fue fácil, dada su personalidad inquieta y ávida de conocimiento, debate y discernimiento, fue ordenado sacerdote el 12 de diciembre de 1971, para el servicio en la Diócesis de Barrancabermeja.
Formación:
Realizó sus estudios de secundaria en el Colegio San Lorenzo de Brindis (Chía), en 1962; filosofía en el Seminario Intermisional (1967); teología en el Seminario Mayor de Pamplona y de Tunja en 1971.
“Trabajé 8 años como sacerdote en Barrancabermeja, pero las circunstancias de salud, de política… Barranca es Magdalena Medio, muy politizado”, aceleraron su deseo de continuar formándose.
Con autorización de su obispo, viajó a Bogotá, para estudiar psicología en la universidad Javeriana.
La llegada a la capital no tuvo retorno. Fue incardinado a esta Arquidiócesis el 24 de mayo de 1990.
Servicios desempeñados:
Inició su servicio pastoral como vicario cooperador en la Sagrada Eucaristía (1980); fue vicario parroquial en Cristo Resucitado (1986); capellán del Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón y párroco en San Juan María Vianney (1987); párroco Ad Tempus en la Divina Providencia (1998); arcipreste del Arciprestazgo No. 2.7 (1999); arcipreste del Arciprestazgo No. 2.7 (2001); reelegido como Arcipreste del Arciprestazgo No. 2.7 (2003); párroco en la Visitación de Nuestra Señora (2007); párroco en San Benito Abad (2012); administrador parroquial en San Fernando Rey (2013); párroco en San Fernando Rey (2016).
Desde hace 5 años y medio, como sacerdote emérito, vive en la sede, en Bogotá, de La Fraternidad Sacerdotal, congregación religiosa consagrada al servicio de los clérigos.
A sus hermanos sacerdotes:
Les anima a “redescubrir la mística, el ser misioneros, el gozo de la evangelización (…) A ser Cristocéntricos”.
“… Los llama a estar con Él, a estar con Cristo; luego los envía a trabajar… Que uno sienta eso: aprender a estar con Jesús, a amarlo, a ser alegres con Él, no cariacontecidos, sino con vitalidad, con alegría. Y luego nos envía a la misión”.
“A evangelizar se aprende evangelizando, no es una teoría, sino es una práctica”, insiste.
Vea entrevista con el padre Rogelio Garzón Alfonso
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